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Los ‘Sonámbulos’ recorren Europa

'Sonámbulos', de Christopher Clark, se ha convertido en uno de los libros de historia más influyentes de la década

Guillermo Altares
Christopher Clark, durante una visita a Madrid en mayo de 2014.
Christopher Clark, durante una visita a Madrid en mayo de 2014.Claudio Álvarez

En medio de la crisis política que enfrentó al Gobierno de Alexis Tsipras con la Unión Europea sobre las condiciones del tercer rescate, tal vez la mayor que ha vivido la UE en su larga historia de divisiones y desencuentros, la prensa anglosajona utilizó de manera constante una palabra en titulares y textos: sonámbulos (sobre todo el verbo en inglés, sleepwalking, caminar sonámbulos). Incluso el líder de los liberales en la Eurocámara, Guy Verhofstadt, exclamó en el pleno en Estrasburgo: “Estoy enfadado porque estamos caminando sonámbulos hacia la salida de Grecia del euro”. En pocas ocasiones un libro ha regalado una palabra al vocabulario político: el historiador australiano Christopher Clark lo ha logrado con su ensayo Sonámbulos (Galaxia Gutenberg), en el que estudia los orígenes de la I Guerra Mundial.

“Los protagonistas de 1914 eran como sonámbulos, vigilantes pero ciegos, angustiados por los sueños, pero inconscientes ante la realidad del horror que estaban a punto de traer al mundo”, escribe al principio de este ensayo de 600 páginas (casi 800 con las notas), magníficamente escrito y muy entretenido, que analiza de manera pormenorizada los meses que llevaron a la primera gran catástrofe mundial, el desastre del que surgirían todos los otros desastres del siglo XX, como mantiene el propio Clark, nacido en Sidney en 1960 y catedrático de Historia en la Universidad de Cambridge.

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Es un libro que no busca señalar culpables, sino que trata ante todo de explicar cómo se desató la guerra, mucho más que quién la desencadenó. "Esta guerra fue elegida por los hombres de Estado que la desencadenaron. Pensar en cómo explica mucho mejor como ocurrieron las cosas", dijo en una entrevista con este diario. “Todos son responsables aunque alguno es más responsable que otros. Creo que las mayores responsabilidades se reparten entre Viena, Berlín y París. Quería huir de la noción de que la culpabilidad debe ser el concepto que lo organiza todo”.

Profundo conocedor de Alemania –su estudio Prusia, Iron Kingdom. The Rise and Downfall of Prusia (1600-1947) es considerado un clásico–, Clark mantiene dos tesis en su libro que fue publicado durante el centenario del principio de la guerra: que los dirigentes europeos en 1914 –casi todos eran ellos familiares más o menos lejanos–, no eran conscientes de la gravedad de la decisiones que estaban tomando y, lo que todavía resulta más inquietante, que las cosas pudieron haber sido de otro modo, que la I Guerra Mundial –en la que murieron 20 millones de personas y que fue la causa directa de la II Guerra Mundial– pudo haberse evitado.

El origen del conflicto con el que empezó el siglo XX, las semanas que transcurrieron desde el asesinato del archiduque en Sarajevo el 28 de junio de 1914 hasta el comienzo las hostilidades, el 3 de agosto, es uno de los periodos más estudiados del siglo XX. ¿Cómo pudo ocurrir? ¿Cómo pudo empezar esa guerra que ninguno de los dirigentes de los países implicados quería? Son preguntas que han obsesionado a los historiadores y que han encontrado respuestas en libros tan importantes como Los cañones de agosto, de Barbara Tuchman (1912-1989), que ganó el Pulitzer en 1963. Este estudio, como ocurrió 50 años después con el de Clark, se convirtió en un best-seller internacional. Además, en el caso de Tuchman, tuvo una enorme influencia en su realidad inmediata: siempre se ha dicho que los hermanos Kennedy lo habían leído y, durante la crisis de los misiles que estuvo a punto de llevar al mundo al desastre nuclear, les influyó mucho en su toma de decisiones porque sabían que una guerra puede empezar sin que nadie sepa muy bien cómo.

Desde que comenzó la crisis y el debate sobre la austeridad, años antes del referéndum griego, el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, un carismático socialdemócrata alemán y librero de profesión, recomendaba siempre otro libro sobre los orígenes de la I Guerra Mundial, Europe last summer (El último verano de Europa), del historiador estadounidense David Fromkin (1932). “No nos encontramos en las puertas de ninguna guerra”, explicaba en una entrevista con este diario en enero de 2014. “Pero, dicho esto, lo que Fromkin describe es un proceso que pusieron en marcha Gobiernos, pero que acabó por ser incontrolable para las mismas personas que lo empezaron. Se puso en marcha un proceso en el que, como nadie decía la verdad, al final estalló una catástrofe. Lo que ocurre ahora es que tenemos a personas en todas las instituciones que dicen una cosa, pero detrás tienen otra táctica. Es la razón por la que recomiendo ese libro. No ayudamos a los griegos porque los griegos deben resolver ellos sus problemas, pero en realidad lo que ocurre es que ayudar a los griegos no es muy popular y tengo elecciones en casa. Pones en marcha un proceso que tiene consecuencias incontrolables. Además es un ensayo histórico muy bien escrito”.

El principio de la catástrofe

Los motivos que llevaron a las grandes potencias europeas ha meterse en la I Guerra Mundial han sido objeto de numerosos estudios históricos, incluso de una serie de la BBC.

Sonámbulos (Galaxia Gutenberg), de Christopher Clark. Un ensayo muy influyente cuya tesis principal es que los dirigentes europeos avanzaron como sonámbulos hacia el precipicio del conflicto.

1914. De la paz a la guerra (Turner), de Margaret MacMillan. Publicado también durante el centenario del inicio del conflicto, la historiadora de Oxford escribió un libro tan importante y minucioso como el de Clark, lleno de detalles apasionantes, que aporta todo el contexto histórico necesario para entender este periodo.

37 días. Serie de la BBC, que puede verse en Filmin, que relata en tres episodios los movimientos diplomáticos entre el asesinato del archiduque en junio y el principio de la guerra en agosto. La mayoría de los protagonistas son familiares entre ellos, los diplomáticos, pero también el rey de Inglaterra, el Kaiser alemán y el Zar, que eran primos.

El último verano de Europa, de David Fromkin. Este libro, que no tiene traducción castellana, realiza un sobrio recorrido por las semanas anteriores al inicio de las hostilidades.

Los cañones de agosto (RBA), de Barbara Tuchman. Ganadora dos veces del premio Pulitzer, la historiadora estadounidense logró en los años sesenta un éxito internacional y una gran influencia con este entretenido relato del arranque del conflicto.

Clark también es consciente de las interpretaciones contemporáneas a las que ha dado lugar su libro. “Es ya casi un tópico decir que el mundo en el que vivimos se parece cada vez más al de 1914”, escribió en un artículo en este diario con motivo del centenario del conflicto. “Después de haber dejado atrás la estabilidad bipolar de la Guerra Fría, nos encontramos en plena lucha para encontrar sentido a un sistema que es cada vez más multipolar, opaco e impredecible. Igual que en 1914, una potencia en ascenso se enfrenta a otra superpotencia cansada (pero no necesariamente en declive). Surgen crisis descontroladas en zonas del mundo con gran importancia estratégica. A nadie que, desde la perspectiva de los primeros años del siglo XXI, evoque el rumbo que siguió la crisis del verano de 1914, pueden dejar de impresionarle los ecos contemporáneos”.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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