Dura tanto el declive de Wenders
Lo que pretende ser sutil resulta soso
Fue inolvidable el primer contacto con el cine de Wim Wenders. Y a lo bestia, sin dosificar esas citas, con la sensación de que era un director tan potente como insólito. En Paris, en 1977, en compañía de Fernando Trueba. Habíamos ido a Ginebra para entrevistar a Alain Tanner, conciencia de tanto malestar y de la supervivencia a ello en películas perdurables, aunque injustamente casi nadie ya se acuerde de él, y nos había contado que el cine que más le interesaba en los últimos años era el de ese joven señor alemán.
Vimos en una mañana y parte de la tarde El amigo americano, que acaba de estrenarse, y repescamos Alicia en las ciudades y En el curso del tiempo. Salimos hipnotizados después de ser testigos de aquellas historias sobre el desarraigo en movimiento, de las aventuras a bordo de un camión y por caminos y pueblos desolados del Rey de la carretera y el Kamikaze, de los viajes entre la niña Alicia y su forzado acompañante, ambos más solos que la una, de aquel Tom Ripley tan peligroso como imprevisible convencido de que no hay que temer más que al miedo.
TODO SALDRÁ BIEN
Dirección: Wim Wenders
Intérpretes: James Franco, Rachel McAdams, Charlotte Gainsbourg Marie-Josée Croze.
Género: Drama. Alemania, 2015
Duración: 118 minutos
Wenders retrataba con mirada penetrante y capacidad de sugerencia los estados de animo, sentimientos, confusión e incertidumbres de sus personajes. En blanco y negro, con una cámara que desprendía personalidad, diálogos cortos y un oído privilegiado para introducir la música en la banda sonora,
Después de Paris-Texas termina mi idilio con su cine. Todo me suena a repetición, manierismo, afectación, seudolírica. Acabo harto de sus repetidos argumentos sobre seres atormentados que huyen buscando esa cosa tan enfática de encontrarse a sí mismos. Me resulta cargante, aburrido, hueco detrás de sus pretensiones, con una desesperación de plastico. Sin embargo, me apasionan sus documentales, cuando su poderoso sentido visual se centra en artistas a los que admira. Pina y La sal de la tierra son modélicas en su género, sentidas, muy hermosas.
Pero Wenders sigue empeñado en narrar ficciones. Y no hay forma de que este director recobre la magia que le abandonó hace tanto tiempo. Todo saldrá bien, su última película, parte de un guión ajeno, algo insólito en alguien que siempre ha pretendido la autoría total. Le pertenece al noruego Bjorn Olaf Johannessen, aunque Wenders, siempre intenso, aclara: “No fui yo quien eligió la historia, ella me eligió a mí”.
Y entiendes que esa historia le apasionara. Es la de un escritor atormentado que se busca a sí mismo, acosado por demonios internos que no se explican, experto en huidas sentimentales aunque sus novias sean muy comprensivas y pacientes; que una noche de invierno, mientras deambula por la nieve y el hielo con su coche, atropella y mata a un niño que vivía en compañía de su diseñadora madre y de un hermano en una casa solitaria, en plena naturaleza.
Wenders cuenta con estilo plúmbeo, entre misterioso y poético, a lo largo de 12 años, las espirituales y también retorcidas relaciones que se establecen entre ese fulano permanentemente en crisis y con lógico complejo de culpa con la familia del finado y sus intentos por encontrar estabilidad sentimental (el éxito literario ya lo ha conseguido) y formar una familia. Y esperas que tanta tragedia interior te afecte y te haga cómplice. Pero en vano. Lo que pretende ser sutil resulta soso. Y además, la protagoniza James Franco, actor muy de moda al que me resulta imposible encontrarle el punto. Ni los enigmas del profundo mundo interior de su personaje. Espero que Wenders siga haciendo documentales.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.