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FICCIÓN EN CADENA

‘Arrepentimiento’ (4): ‘Calidad de vida’

Carlos López (Madrid, 1962), guionista de 'El Príncipe', sigue con este 'thriller' centrado en un asesinato a sueldo cometido en un hospital, que deberá resolver una policía novata

Ilustración de Eduardo Estrada.
Ilustración de Eduardo Estrada.

Un ayudante trasportaba para él la bombona de oxígeno atada con un pulpo al armazón de trolley, un paso por detrás. Así ingresó Alejandro Espinoza en el hospital. A regañadientes, obligado por Juan Francisco, su hermano pequeño, cuya bienintencionada insistencia le causa más fatiga que la imparable obstrucción de las coronarias: hazlo, hermano, no te arrepentirás, vas a ganar en calidad de vida, con un poco de suerte te retiran el oxígeno y dormirás a tus anchas, como siempre, como nunca, ya verás.

Alejandro no confía en los médicos. No confía en nadie, pero en los médicos menos aún. Lo único que a estas alturas desea Alejandro es retirarse, dejar la batalla, anunciar sin previo aviso que abandona el negocio y se traslada a una cabaña plantada sobre las aguas en Bocas del Toro, Panamá.

Alejandro no quería operarse. Para qué. Ha tentado tantas veces a la suerte que estaba convencido de que no sobreviviría a la intervención. Ya había aceptado que moriría en un quirófano y, visto lo visto, tampoco le parecía la peor opción. No fue así, al contrario, la operación fue rápida, anodina, sin un mínimo contratiempo. Después de veinticuatro horas en recuperación lo han mandado a una habitación compartida, aunque de momento la cama de al lado no tiene ocupante. Alejandro pasa el día entero dormido y los hombres que lo custodian relajan la guardia.

Lo único que desea Alejandro es retirarse, dejar la batalla, anunciar que abandona el negocio

La segunda noche, un joven se instala como vecino de habitación. Los hombres bajan a cenar un bocata en la cafetería del bar. Es la hora convenida. Eso les ha dicho Juan Francisco: no os entretengáis, que resulte creíble. Bajar a por un bocata y cuando volváis a subir el trabajo estará hecho.

El hermano pequeño no está dispuesto a permitir que Alejandro abandone el negocio. No así, regalando sus posesiones como una oenegé, sin nombrar delfín, como si de pronto nada le importase después de treinta años al mando de un ejército imbatible. El plan es tan sencillo que no parece un plan: Alejandro muere a manos de un sicario y Juan Francisco venga su muerte con todo el derecho, salda cuentas a su antojo, asume la herencia y lidera el negocio sin oposición.

Sólo ha de tomar una precaución: que nadie pueda relacionar al sicario asesino con él ni con nadie de su banda asalariada. Juan Francisco encarga la búsqueda de un asesino desconocido a su mano derecha, que traslada el encargo a un compañero de timba de toda confianza que se acuerda de un camello cuyos servicios requiere cada vez que acude de vacaciones a la isla de La Palma. Se llama Roberto, lo llaman Rober. No tiene muchas luces pero es obediente y no negará ninguna petición que venga acompañada de un cantidad de tres ceros.

Cuando le comunican que el chaval ha sido elegido, Juan Francisco sufre un inesperado brote de arrepentimiento. Un tic en el párpado. Una lombriz que repta por la pared del estómago. Se le pasa enseguida.

Pero ni con tanta precaución va a conseguir que se desdibuje la pista. La policía novata va a encontrar a Rober mucho antes de lo previsto.

Mañana, capítulo 5: 'Ella no'.

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