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‘El rey Lear’ abre la gran fiesta teatral de Aviñón

Una adaptación turbia y desesperada de 'El rey Lear' abre el 69º Festival de Aviñón

Álex Vicente
'El rey Lear' en el festival de Aviñón.
'El rey Lear' en el festival de Aviñón.Christophe Raynaud de Lage

El poeta y dramaturgo Olivier Py inauguró anoche el Festival de Aviñón, gran cita europea del mundo de la escena de la que él mismo es director desde 2014, con una adaptación turbia y violenta de El rey Lear de William Shakespeare, acogida con división de opiniones en el patio del Palacio Papal de la antigua capital del cristianismo, escenario habitual de trifulcas y polémicas desde finales de los años 40. Empezaban así tres semanas de teatro, danza, ópera y circo, en un surtido programa formado por cerca de 1.500 espectáculos, tanto en el sofisticado in –38 obras seleccionadas por Py, que aspiran a resumir lo mejor del teatro contemporáneo– como el polimórfico off, que este año cumple medio siglo de vida.

La presente edición empieza con una atípica variación del universo de Shakespeare, trasladado por Py al siglo XX en una versión del texto que parece emparentada con el teatro del absurdo y que responde “a una larga meditación de treinta años sobre su obra”. En su día, el gran teórico Jan Kott ya comparó a Shakespeare con Ionesco y detectó los primeros gérmenes de la radical propuesta de Beckett entre los versos de El rey Lear, como si el relato de este monarca que pierde la cabeza al abdicar constituyera “la profecía de lo que iba a suceder en Europa tres siglos después de su escritura”, según el propio Py.

La adaptación de 'El rey Lear' de Olivier Py inauguró el Festival de Aviñón.
La adaptación de 'El rey Lear' de Olivier Py inauguró el Festival de Aviñón.Christophe Raynaud de Lage

El director y dramaturgo fuerza hasta las últimas consecuencias esta lectura del texto, que presta especial atención al misterioso silencio de Cordelia, esa hija que no logra declarar el amor incondicional por su padre y desencadena así su locura y el caos en todo el reino. En el centro del escenario, donde los neones blancos y contemporáneos contrastan con la solemnidad de la piedra medieval, Py ha colocado un cartel luminoso que reza Rien. Una decena de personajes erraran sin rumbo fijo, durante dos horas y media, alrededor de esa nada. “La obra nos habla de forma muy precisa sobre lo que sucedió entre 1914 y 1989”, añade Py. Es decir, la transformación de la guerra en exterminación masiva, acompañada de la desaparición de los puntos de referencia que erigió el humanismo, de la banalización del mal y la “prostitución del lenguaje”, en palabras del responsable de esta adaptación.

Py refuerza aún más esta trasposición a los tiempos de conflictos mundiales y devastadas posguerras sirviéndose de una escenografía que remite a las rupturas estilísticas del siglo pasado, con un panel abstracto en medio de la escena que bien podría haber trazado Cy Twombly y sobre el fondo de la música dodecafónica de compositores como György Ligeti, George Crumb y Philippe Hersant. Una vez más, Py logra trazar una exploración novedosa de los personajes shakesperianos, como ya hizo en su montaje de Romeo y Julieta en 2012, donde convertía a sus protagonistas en dos adolescentes descerebrados. Aquí, Lear es un rey chocho, desconcertado y literalmente desnudo, temblando sobre un escenario que también se tambalea: a partir del segundo acto, las tablas desaparecen y dejan lugar a una fosa circular de tierra negra que no tardará en tragarse, uno a uno, a una serie de personajes hundidos en las arenas movedizas de la modernidad.

Las brillantes ideas de Py no siempre están trasladas con acierto en un montaje marcado por su gusto habitual por el exceso, la afectación y una teatralidad abarrocada, por momentos algo contraproducente, lo que explica el hastío y el disgusto de algunos espectadores. No se produjo, en cualquier caso, el éxodo masivo de espectadores que había marcado otras aperturas y los aplausos superaron a los silbidos. Pero la apertura anuncia una edición que será, como casi todas las precedentes, obligatoriamente agitada.

Mucho Shakespare y tres argentinos

El rey Lear es solo el primero de los tres espectáculos consagrados a reexaminar la herencia de William Shakespare en esta edición. El alemán Thomas Ostermeier, director del prestigioso Schaubühne de Berlín y presencia fija de este certamen, estrenará su adaptación de Ricardo III este lunes, mientras que el portugués Tiago Rodrigues hará lo propio a partir del 12 de julio con Antonio y Cleopatra.

Isabelle Huppert protagonizará una lectura de los textos del Marqués de Sade en el Palacio de los Papas, mientras que el coreógrafo Angelin Prejolcaj vuelve a Aviñón por primera vez desde 2001 con Retour à Barratham, orquestada con el novelista Laurent Mauvignier y el artista contemporáneo Adel Abdessemed. Jóvenes directores de la escena francesa como Samuel Achache, Benjamin Porée y Jonathan Chatel completan el programa con sus últimas propuestas. En el plano internacional, el veterano director polaco Krystian Lupa se estrenará en Aviñón con una adaptación de En la linde de los árboles, relato de su padre espiritual Thomas Bernhard. Y el ruso Kirill Serebrennikov adapta Los idiotas, de Lars von Trier, transponiéndola a los días de la Rusia de Vladimir Putin.

En el programa también figuran tres directores argentinos: Claudio Tolcachir (Dinamo, a partir del 16 de julio), Sergio Boris (El síndrome, a partir del 8 de julio) y Mariano Pensotti (Cuando vuelva a casa voy a ser otro, a partir del 18 de julio). Por su parte, Pedro Casablanc estrenará el martes 7 el monólogo Hacia la alegría, la primera coproducción entre Aviñón y el Teatro de la Abadía dirigida por el mismo Olivier Py, que ya pudo verse en Madrid a finales de 2014.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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