El festival de los campeones
El Mulafest celebrado en Madrid se confirma como una buena alternativa para la música electrónica y tendencias urbanas
A Madrid le viene haciendo falta, desde hace tiempo, un buen festival de música electrónica. Y no lo digo por aquellos de grandes dimensiones, donde la comodidad termina siendo un lujo y la desmedida oferta un impedimento, sino por los de formato más realista y arriesgado.
Aunar buena programación, aforos sensatos y adecuadas instalaciones resulta un reto para la gran mayoría de certámenes que se celebran en Madrid. Muchos de ellos cuentan con carteles repetitivos, precios abusivos, equipo deficiente y una terrible falta de imaginación en las propuestas que los acompañan. Por eso mismo, es digno de elogio que un festival como Mulafest continúe el camino marcado hace cuatro años y apueste, más que en cualquier otra edición, por la música de baile menos convencional. Aunque esto, como veremos, es relativo.
El festival se ha caracterizado desde sus inicios por dar visibilidad a disciplinas relacionadas con el tatuaje, el motor, el arte urbano, el skate o el breakdance. Fueron los pabellones 12 y 14 de Ifema, atestados por un público joven, que en muchos casos no superaba los veinte años de edad, los que se ocuparon de este tipo de actividades: talleres de grafiti, concursos de personalización y customización de motos, exhibiciones de parkour (ese “deporte” que consiste en ir desplazándose por la ciudad a través de diferentes acrobacias) o competiciones de beatbox, entre otras.
Pero si por algo se ha diferenciado esta edición de las anteriores es por la gran presencia de la música. Dos escenarios y una programación estable entre las 21h y las 06h hicieron el resto. En el primero, caracterizado por una pista de baile formada por arena de playa, destacaban los sonidos más acelerados y las mezclas imposibles. Se echó en falta un mayor cuidado en la selección de artistas y géneros, el progressive house o el drum & bass fueron dos de las vertientes que algunos djs decidieron transitar.
El grueso de la noche estuvo en el escenario Desperados, una amplia explanada de hormigón que según la organización cobijo al público asistente, unas 7000 personas. La velada comenzó puntual con el neosoul de los angelinos Rhye, que se hicieron acompañar de bajo, batería, violín y trombón. Se le notaba a su cantante, Mike Mylosh, emocionado y sobrepasado ante un público entregado y un sonido pristino. Las composiciones del grupo no se caracterizan por grandes innovaciones o alardes, pero recogen de forma sencilla la esencia del mejor r&b de los noventa.
Jon Hopkins, por su parte, hizo lo esperado: un set mayúsculo de techno, que en algunos momentos se quebraba y en otros se apresuraba. Su electrónica para multitudes convenció y estableció un buen listón para posteriores artistas. Lo de Atica, a continuación, no termino de encajar en aquel ambiente. Future house y EDM hipervitaminada que a oídos de un sector amplio de la concurrencia resulto hueco e insistente. Menos mal que llegó John Talabot y bajo las pulsaciones con un house lento, pero hipnótico. La supuesta linealidad de su propuesta escondía un juego constante de temas oscuros y clásicos absolutos de hoy en día. Tras el catalán, no hubo manera de retomar el baile más ensoñador. 2manydjs se han colocado en una cómoda posición de figuras de renombre, que explotan hasta la extenuación todo lo que en su momento resultaba fresco y atrevido. La fórmula de pinchar éxitos incontestables cada minuto ya cansa. El final fue para los escoceses Optimo, referencia del underground mas cosmopolita, que hilvano con enorme soltura acid, techno y kraut.
Mulafest representa uno de esos escasos modelos viables de festival, con una acertada y asumible programación donde el baile, en la mayoría de los casos, hace de transmisor de otros muchos estímulos.
Babelia
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