Pasiones del bajo vientre
Vicente Aranda, de modesta familia obrera y emigrante a Venezuela en la áspera posguerra, regresó a España a inicios de los felices sesenta con la ambición de ser escritor, acompañó a Juan Goytisolo en sus peregrinajes por la España meridional y aportó fotos documentales a su libro Campos de Níjar, además de rodar en 16 mm algún reportaje —hoy perdido— sobre su subdesarrollo. Me lo presentó Luis Goytisolo en una cena y así empezó nuestra colaboración profesional, pues cuando Juan Antonio Bardem, al frente de la Asociación Sindical de Directores, le denegó el carnet de realizador y bloqueó su proyecto de debut cinematográfico en 1965, yo le presté mi nombre como cobertura legal para la producción de Brillante porvenir.
La película, mutilada por la censura, fue mal y Vicente reorientó su rumbo hacia el cine fantástico con Fata Morgana (1965), que, con Teresa Gimpera como proa, alumbró la Escuela de Barcelona, con su voluntad de vanguardia en un país de retaguardia.
Dos temas obsesionaron a Vicente: el erotismo (que plasmó soberbiamente en Amantes) y la ingrata posguerra que había padecido (cuyo imaginario se nutrió de novelas de Marsé, en versiones que solían disgustar al autor, y de Luis Martín Santos). Aranda fue nuestro gran cineasta de las pasiones, especialmente las del bajo vientre, y se inscribió ideológicamente en la tradición libertaria ibérica.
Es menos conocido que, cuando la Generalitat de Cataluña convocó su primer premio cinematográfico —recuerdo en el jurado a Ricardo Muñoz Suay, Jaime Camino, Carlos Durán…— y decidimos que la mejor película catalana del año era Asesinato en el comité central, el enlace con el director general de Cine, Miquel Porter Moix, nos transmitió el diktat de que tal película no sería premiada porque no estaba hecha en catalán. Fuimos varios los que dimitimos del jurado. Fue el primer peldaño que condujo a Aranda a abandonar Barcelona e instalarse en Madrid. Desde entonces dejamos de vernos con asiduidad, pero en nuestro último encuentro me dijo: “!Qué paradoja! Tu querías hacer cine y has acabado escribiendo libros. Yo quería escribir libros y he acabado haciendo películas”. Buena observación para un chico que no pudo llegar a bachiller. Los dioses saben que los destinos son inescrutables.
Román Gubern es escritor e historiador. Coprodujo con Vicente Aranda la primera película de éste: Brillante porvenir.
Babelia
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