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CARAS MUSICALES

Funambulista: “Al final de mi carrera quisiera dejar un par de temas para siempre”

Diego Cantero se abre y habla sobre su más grande pasión: la música.

Diego Cantero (Murcia, 1982) tenía 16 años cuando, guitarra en mano, iba a la calle Trapería de Molina de Segura, el pueblo donde nació y creció, para cantar durante un buen rato. Veía pasar frente a él, una y otra vez, a “una yonqui que vendía pañuelos”, con quien nunca se atrevió a hablar (“me daba palo, no sé: ¡a veía taaan de mundo!”). Pero a cambio le compuso una canción. Se llama Libertad y ella nunca la escuchó. “Ni tampoco sé qué pasó con ella. No he vuelto a verla. En aquel momento se le veía complicada. Pero, vamos, ella originó mi primer tema”, dice Diego —la camisa de cuadros, los vaqueros ajustados, la barba de tres días, la sonrisa instalada en el rostro— momentos antes de actuar en el ciclo Escenarios Cómplices de Mahou.

Estamos en el estrecho camerino de la madrileña Sala Galileo, no dejan de escucharse los instrumentos de los músicos que en el escenario hacen la prueba de sonido y donde, frente a un espejo coronado por bombillas encendidas, hay una sucesión de platos con tortilla de patata, queso, chorizo y jamón. La cabeza de Funambulista, cuyo disco titulado Quédate se publicó en otoño pasado, ha escrito canciones para artistas como Malú o el argentino Abel Pintos. También ha producido discos de cantautores como Metro a metro, de Mikel Izal. “De esto hará seis años o así. Yo había hecho mi primer disco, tocamos en una sala de Madrid, y los de Izal fueron mis teloneros. Y míralos ahora: hace poco llenaron el Palacio de los Deportes”, dice con orgullo.

Pregunta. ¿Le fue fácil acostumbrarte al ritmo de viajes y conciertos que tiene ahora?

Respuesta. Es que forma parte de mi vida. Yo empecé hace 15 años. Con lo cual, desde que tengo 16, llevo así. Pero antes, al autoeditarme, andaba más liado, porque tenía que encargarme de todo. Ahora, por suerte, tengo todo más ordenado y me ocupo más componer y tocar. Pero sí que es cierto que tengo una maleta hecha siempre en casa. El año pasado, de octubre a diciembre, habremos hecho unos 20 conciertos. Y en lo que llevamos de este año, unos 25. El acústico es un concierto en donde yo tengo una lista de canciones y la gente va pidiendo. El eléctrico es toda la potencia, toda la producción. Pero cada formato tiene su sentido.

P. ¿Y a los 16 años, cuál era su objetivo?

R. A algo no muy diferente a lo que vivo a hora. A dedicarme a la música, nada más. A llegar a la gente. Para eso hago discos. Me gusta tocar para mucha gente, pero también me gusta un concierto íntimo. Y espero seguir así.

P. La primera canción se la escribió a aquella “yonqui”, ¿y la más reciente?

R. Me lo he escrito a mí mismo. Es un tema que todavía no ha salido. De hecho lo estoy terminando ahora mismo, vengo de casa de darle vueltas. Habla, básicamente, de cuál es el destino o el camino. Parce que todo nos lleva a una meta y sólo disfrutamos cuando llegamos. Pero yo siempre disfruto el ahora. Me gusta estar como estoy. Aunque a veces cueste llegar a fin de mes o no. Creo que el futuro no se vive del mismo modo si no se vive el presente. Hoy habla en la comida de que quizá deberíamos pensar lo que queremos para provocar que suceda.

P. ¿Sus canciones no pecan de optimismo?

R. Sí, es que yo soy muy optimista. Pero cada una surge de un proceso bastante anárquico. Soy muy currante, eso sí. Tengo en mi casa un pequeño estudio donde trabajo. Ahí me siento a crear y me gusta tener varios frentes abiertos. A partir de ahí, las cosas nacen cuando quieren. A las nueve de la mañana nacen pocas canciones, eso es verdad. Lo importante es el arranque. Cuando tengo una frase, tengo una canción. Peo para que nazca esa frase pasa mucho tiempo. La mayoría las grabo en el móvil o las apunto en una servilleta de un bar. Hay algo que me ocurre mucho: voy en la moto y, no sé por qué, me surgen melodías. Y acabo parando en áreas de servicio para grabar.

P. ¿Qué le hace reír?

R. Muchas cosas. Tengo un buen sentido del humor.

P. A ver: cuénteme un chiste.

R. Soy malísimo. Que tenga buen sentido del humor no quiere decir que sea gracioso. Me gusta mucho la gente dispar. Me considero bastante permeable, me gusta que la gente me cuente sus cosas y siempre acabo viéndole la parte curiosa a todo el mundo.

P. ¿Y, entonces, qué le hace reír?

R. Juntarme con mis colegas de mi pueblo, de Molina de Segura, y contarnos nuestras cosas y reírnos de nosotros mismos. De lo que hicimos anteriormente y ahora no haríamos.

P. ¿Cómo es su pueblo?

R. Molina de Segura es un pueblo con una gente maravillosa. Siempre ha sido un pueblo dormitorio. Siempre ha sido el pueblo de la conserva y de la piel. Si te llevara, tampoco te podría enseñar gran cosa. Te podría llevar a los bares y ahí conocerías a buena gente. Muy campechana, de buen corazón. Abiertos. Aquí en Madrid y más al norte, la gente es más cerrada. En el sur somos cañeros, gritones, fiesteros, pero buena gente.

P. ¿Ese pueblo maravilloso le quedó pequeño para sus aspiraciones?

R. Bueno…. Sí. Pero también te digo que llevo dos años en Madrid, ¿eh? Tengo 33 y he aguantado hasta los 30 años ahí. Me empeñé en llevar una vida apacible ahí ahora que tengo más jaleo de actuaciones y conciertos, me he venido a vivir aquí. Murcia es muy musical, con mogollón de bandas y estilos, y creo que se puede hacer una carrera. Pero es verdad que vivir en Madrid facilita desplazarte a cualquier ciudad de España. Porque cuando estaba en Murcia y tenía que ir a Galicia, pues… era un poco paliza.

P. ¿En qué viaja?

R. Voy siempre con los músicos en una furgo. Ahí vamos, como la familia feliz. Uno de ellos es profesor de primaria y si le pilla un concierto entre semana, pues a veces no puede. Pero lo necesitamos mucho. Nos conocemos de siempre y nunca hemos tenido un mal rollo, no.

P. ¿Para qué escribe canciones?

R. Para explicarme. Yo haría canciones aunque nadie las escuchara. Para entender quién soy. Porque cambio mucho.

P. ¿Y quién es hoy?

R. ¡Joder!... Soy un tío bastante parecido a lo que pretendía. Y eso que reviso mis sueños constantemente. Muchas veces hay que pararse: mira a ver lo que deseabas, ¿no? Sin embargo, creo que al tener pretensiones humildes es relativamente fácil ser feliz. Soy un tío feliz en muchos aspectos: tengo grandes amigos, me dedico a lo que quiero.

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