Clara Janés: “Vivo con dolor toda esta crisis de España”
La nueva académica de la RAE evoca los momentos en los que se sustenta su vida y obra
Los primeros versos que Clara Janés escuchó y aprendió fue a los seis años. No solo le despertaron una emoción desconocida, sino que en ellos anidaba la manera como la poeta, traductora, narradora y ensayista barcelonesa habría de sentirse en el mundo: “Vivo sin vivir en mí, / y tan alta vida espero, / que muero porque no muero”.
Jugó con este poema de Santa Teresa de Jesús entonces y ahora, con 75 años, lo vuelve a recitar, y ríe emocionada al recordar que aquella niña poco aficionada a leer se aprendió esos versos místicos que son los que la moldearon y la han traído hasta este momento feliz. Acaba de ser nombrada nuevo miembro de la Real Academia Española. Ocupará el sillón U, será la mujer número 10 de esa institución vecina del Museo del Prado, en Madrid, en tres siglos, y la séptima ahora mismo, pues compartirá sesiones con Margarita Salas (i), Carmen Iglesias (E), Soledad Puértolas (g), Inés Fernández-Ordóñez (P), Carme Riera (n) y Aurora Egido Martínez (B).
Una alegría para alguien que precisamente ha escrito varios ensayos sobre la mujer pero que se ensombrece ante la realidad política, económica, social y cultural del país: “Vivo con bastante dolor toda esta crisis. Soy de Barcelona y esto que pasa entre Cataluña y España me afecta. Espero que haya un punto de coincidencia y todo acabe bien, pero es difícil”.
Aunque hoy el tiempo de esta escritora de tradición simbolista es el de una dicha que le ha llegado con olor a lirios y a rosas; lirios blancos que le ha regalado la florista del barrio y rosas ofelia enviadas por su editora de Siruela. Son los olores y los colores en su casa madrileña donde echa la vista atrás y describe los tres encuentros esenciales de su vida literaria y personal que se alzan como uno solo: Santa Teresa, San Juan de la Cruz y Vladimir Holan.
“Vivo con bastante dolor toda esta crisis”, dice la autora
“Escuchar a los 6 años a Santa Teresa fue una emoción muy fuerte; luego vinieron Jorge Manrique y a los 8 años Verlaine que me impresionó. No pensaba en escribir poesía, en cambio sí hacía cuentos y cosas así, hasta que a los 18 años el profesor José Manuel Blecua, padre, en la Universidad de Barcelona, nos lee y da una explicación de San Juan de la Cruz, eso me deja anonadada. La escritura aún no me la tomo muy en serio, en ese momento. No tengo valor para juzgarme”, confiesa la escritora sentada en un sillón blanco junto a la mesa donde ha puesto las flores. Hasta que a los 23 años, su madre, que era amiga de Gerardo Diego, le envía uno de sus poemas: “Él lo lee, le gusta y hace posible que publique mi primer libro al año siguiente, en 1964, Las estrellas vencidas”.
Luego deja de escribir seis años. “Era escéptica con la vida”. Eso sí, en su casa tenía a su disposición una biblioteca de 25.000 ejemplares, pues su padre, Josep, era editor. El silencio acaba en grito cuando cae en sus manos Noche con Hamlet, de Vladimir Holan: “Eso me cambia. Él describía el mundo desgarrado que era lo que yo quería expresar. Yo le escribo al traductor de Holan, y ese poeta que no quería ver a nadie pide verme. Voy a Praga, pero no hablamos porque ni yo hablo checo ni él español. Entonces decido aprender checo en dos años y lo traduzco. Así empieza mi relación literaria con él”.
En 1997 su trabajo es reconocido con el Premio Nacional de Traducción
Y tras Holan otros poetas y narradores a los que Clara Janés va a su encuentro y traduce no solo del checo , sino de otros idiomas que aprende por ellos. Un trabajo que le sirve para sostener su economía. En 1997 obtiene el Premio Nacional de Traducción por las obras de Holan, de Jaroslav Seifert, de Adonis, de Marguerite Duras, de William Golding o de Johannes Bobrowski, “un innovador que no se ha valorado como merece”. Entre medias escribe su prosa y verso, ficción y ensayo. Se convierte en una descubridora y presentadora de escritores al español. A los autores persas llega a través de la música y la arquitectura. Se adentra aún más en ese mundo “por la atmósfera de entendimiento de lo místico”.
“En mi poesía lo primero es el ritmo”, confiesa la autora de libros como Límite humano, En busca de Cordelia y poemas rumanos, Libro de alienaciones, Vivir, Lapidario, Espejos de agua, Paralajes y Psi o el jardín de las delicias. “Luego viene la música, que es lo que predomina y no se puede perder. Esencia y existencia, seguida del grito existencial, que topa con la duda, y a la pregunta de Sartre sobre si la vida merece ser vivida yo llegué a la conclusión de que sí”, dice Janés sin titubear, mientras en los últimos tiempos vive un romance con la ciencia que espolvorea o inocula su escritura.
Vida hecha versos sin adornos. Versos salidos de su vida de caminante, de cuando va por la calle y como un rayo le llegan los poemas, saca su libreta y empieza a escribirlos. De esos pasos sale su ritmo literario poblado “de curiosidad intelectual, temas que me sacan del lado sombrío. Mi mente quiere aprender”, reconoce la nueva académica.
Toda esa cascada de descubrimientos, curiosidades, silencios, misticismos, dolores y preguntas a partir de su propia vida se reunirán en otoño en una antología que publicará Galaxia Gutenberg, y que asoman en versos como este:
“Y todo en derredor se desvanece
menos ese anhelo que queda en el aire
y en mi pecho”.
Es el afuera que va hacia el interior del ser, lo de dentro que va hacia el exterior; lo corpóreo que busca lo etéreo, lo soñado y sentido que se expresa y se hace aire… Al fin y al cabo, afirma Clara Janés, “ese es el anhelo, el aire para poder ser y hacer. La vida es electricidad”.
Babelia
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