Cuando los corderos corrieron al lobo
César Barló y José Luis Arellano dirigen sendos montajes físicos, sintéticos y arriesgados de ‘Fuente Ovejuna’
Qué bueno y qué raro que en Madrid coincidan dos montajes de un mismo clásico del repertorio nacional, cosa frecuente en otras capitales europeas, y que ambos tengan público abundante. José Luis Arellano y David R. Peralto, directores de La Joven Compañía, han puesto en pie Fuente Ovejuna, en versión de Juan Mayorga, pensando sobre todo en los adolescentes que abarrotan de martes a viernes las dos matinales diarias, sin olvidar al espectador adulto de las funciones de tarde. El Fuente Ovejuna de AlmaViva Teatro, concebido por César Barló para público más versado, toca también los corazones adolescentes por su lenguaje directo, netamente físico. Su director y adaptador plantea la pugna entre los labriegos insurrectos y las huestes de Fernán Gómez como un pugilato grotowskiano: sus cinco intérpretes llevan rodilleras, tienen las muñecas y las manos vendadas y se emplean a fondo en combates cruentos o amorosos. Rara vez se ha visto una relación entre Frondoso y Laurencia con la carnalidad que tiene la interpretada por Sergio Torres y Luna Paredes. Por sobre los caracteres, Barló ha trabajado los vínculos entre personajes.
Fuente Ovejuna
Autor: Lope de Vega
–Versión: Juan Mayorga. Producción: La Joven Compañía. Dirección: José Luis Arellano. Madrid. Teatro Conde Duque, hasta el 30 de abril.
–Versión y dirección: César Barló. Producción: AlmaViva Teatro. Madrid. Teatro de La Puerta Estrecha, 17 y 24 de abril.
También el Fuente Ovejuna de José Luis Arellano es muy físico: el jovencísimo actor Jaime Lorente marca la pauta cuando, nada más tomar el papel de Comendador, mete la cabeza bajo el agua, aguanta así largos segundos y emerge para lanzar su primer parlamento con la agitación y el ansia de oxígeno consiguientes. En este montaje, queda bien expresada la naturaleza de los dos estamentos en pugna y el papel de teórico garante de los derechos de sus vasallos que el rey jugó durante la Baja Edad Media, ante los abusos de los señores feudales.
En su puesta en escena, Barló hace de la obra de Lope un crisol de luchas (la que mantienen los reyes contra sus pares, la muy dulce de los amantes entre sí y la que emprende el pueblo, una vez rebasada su paciencia), expresadas todas ellas con fuerza por cinco actores que encarnan todos los personajes sin mudar más que ciertos detalles de vestuario. La interpolación de textos actuales subraya lo oportuno de volver sobre el tema de la propagación de una conciencia antiseñorial entre los campesinos y los ciudadanos peninsulares, quienes, organizados en hermandades, dieron en asaltar castillos y fortalezas al grito de: “Todos a una”. Dentro de la calidad y de la precisión de las interpretaciones del espectáculo de Barló, cabe consignar la violencia contenida, sin desgarro, con la que Luna Paredes corona su soberbio monólogo de Laurencia.
En el montaje de Arellano, la acción corre como la seda, pero no el verso: una cosa es prosificarlo y otra despojarlo de musicalidad. A Carolina Yuste se le intuyen cualidades para decir el monólogo de Laurencia con el alma y la palabra, sin golpes de pecho ni desplantes: es cuestión de reenfocárselo. La plástica de Silvia de Marta y la luz de Juanjo Llorens arropan el entregado trabajo colectivo. Prueba de que llega, es el aluvión de preguntas que los adolescentes formulan una vez lanzado el coloquio.
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