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ÓPERA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Londres se rinde a ‘Mahagonny’

La ópera de Brecht y Weill lleva camino de convertirse en el retrato de la crisis actual

La mezzosoprano británica Christine Rice, en un momento de la representación.
La mezzosoprano británica Christine Rice, en un momento de la representación.CLIVE BARDA

La ópera de Brecht y Weill, Rise and Fall of the City of Mahagonny (Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny) lleva camino de convertirse en el retrato de la crisis actual. La Royal Opera House de Londres acaba de hacer su apuesta por ella el pasado 10 de marzo.

RISE AND FALL OF THE CITY OF MAHAGONNY

Ópera en tres actos.

Música. Kurt Weill. Libreto: Bertolt Brecht.

Director de orquesta: Mark Wiggleswoth. Director de escena: John Fulljames. Orquesta y Coro de la Royal Opera House.

Elenco principal: Anne Sofie von Otter, Peter Hoare, Willard W. White, Christine Rice, Kurt Streit.

Royal Opera House. Londres.

La función del 1 de abril será retransmitida por más de 60 salas de cine en todo el mundo, incluida España.

Tras su estreno en 1930, Mahagonny pasó por el ostracismo nazi, la guerra y la posguerra. En 1957 asomó por Alemania y en 1963 vio la luz la primera versión en inglés que ha terminado haciendo sombra a la original alemana. Finalmente la crisis financiera mundial ha acompañado una resurrección ahora imparable. En ese capítulo, destaca la producción del Teatro Real de Madrid en 2011 y su DVD es citado por Kim H. Kowalke (Presidente de la Fundación Kurt Weill) como “el más convincente”. Luego han llegado las de Viena y Berlín, hasta esta de Londres.

Pese al éxito, Mahagonny no parece perder ese aspecto de ópera en construcción y la producción de Londres lo prueba. Mahagonny es la principal distopía operística, la ciudad del placer que atrapa con delicias de pago. Pero Brecht está, en esta historia, entre el marxismo y un cierto nietzschianismo que, asombrosamente, parece anticipar el clima del absurdo e incluso del situacionismo. Los clientes de Mahagonny, especialmente los cuatro leñadores de Alaska, parecen encontrar no la ciudad tipo Las Vegas sino, más bien, el espacio del desasosiego, el paisaje de los que más tarde esperarán a Godot.

Esta ambivalencia entre la crítica anticapitalista y el malestar metafísico parece contagiar a la producción de Londres. La puesta en escena de John Fulljames acentúa los rasgos de un no lugar. Su Mahagonny es primero un remolque de un camión. Luego, una pirámide de contenedores de colores de los que su gigantismo no alivia la sensación de un almacén de pesadilla.

A cambio de la homogeneidad vocal, hay pérdida de singularidad

El propio concepto musical y, especialmente, el elenco también parecen invadidos por la pérdida de singularidades. Por ejemplo, la viuda Begbick. En esta ocasión, el papel ha recaído en la mezzo sueca Anne Sofie von Otter. En Madrid recordamos su reciente Nicklausse (Los cuentos de Hoffman). Para el papel de Begdick, Von Otter canta hasta demasiado bien, pero carece del lado canalla que adorna a la pérfida viuda. Otra clave de la producción es la mezzo británica Christine Rice como la exuberante prostituta Jenny. Recientes producciones han recorrido a cantantes de color con poderosa voz en el registro medio, cuerpo de pantera (como Audra McDonald en la producción de Los Ángeles Opera que circula en DVD), o el carisma de Measha Brueggergosman que se vio en Madrid; ambas bien dotadas para un registro rufián del personaje. Por el contrario Rice es una cantante haendeliana con interesantes incursiones en la ópera contemporánea; en Madrid la hemos visto como Penélope en Il ritorno d’Ulisse. Vocalmente es excelente, pero escénicamente, modosa. El tercero en discordia es Jimmy, el leñador de Alaska que encarna el austroamericano Kurt Streit y, también él, magnífico en su trabajo vocal pero algo escuálido para encarnar al fuerte leñador. Queda el potente Trinity Moses, que interpreta el jamaicano Willard White, quien lo hizo en el Teatro Real, impecable de voz y aspecto.

En la producción es clave la ‘mezzo’ británica Christine Rice

Esto proporciona una gran homogeneidad vocal, pero también una pérdida de singularidades. Es como si la apuesta fuera convertir a esta “antiópera” llena de costurones, como los que adornan a cualquier maleante, en una ópera pulida y lista para formar parte del repertorio operístico. Si ese era el objetivo, la producción londinense lo consigue con creces. Pero, ¡ay!, esa Jenny sosita y esa viuda algo friki te deja con ganas de algo más perverso.

La dirección musical de Mark Wiggleswoth es eficaz y la Orquesta de la Royal Opera House suena con la eficacia que se espera, o sea, impecable. Añadamos que el texto en inglés de esta producción es nuevo, abandona la tradicional traducción de Michael Feingold por una de Jeremy Sams.

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