Lucha salvaje por el Goya iberoamericano

No parece equitativo pero resulta incuestionable. Relatos salvajes, la brutal película de episodios extremos del argentino Damián Szifrón, aparece con justicia y lógica nominada al Goya a la Mejor Película Iberoamericana pero su presencia eclipsa a las otra nominadas, dejando a media luz las apuestas de Uruguay, Cuba y Venezuela. Nueve nominaciones a la estatuilla española, incluida la de Mejor Película, una nominación al Oscar, su presencia a competición en el pasado Festival de Cannes, el orgullo de ser la película argentina más taquillera en su país, el respaldo de los Almodóvar desde El Deseo, las estupendas críticas, el cúmulo de estrellas del cine local, la reacción delirante de los espectadores y un sólido guión de seis historias que son una que habla de gente que pierde los estribos son muchos atributos juntos. Los académicos pueden entender la justicia para Relatos salvajes premiándola en la categoría de Mejor Película Iberoamericana, reservándose así el de Mejor Película para otra candidata, una decisión probable que dejaría en desventaja a Kaplan, del uruguayo Álvaro Brechner, Conducta, del cubano Ernesto Daranas y el drama La distancia más larga, ópera prima de la venezolana Claudia Pinto Emperador, que cuenta con la ventaja de tener como protagonista a Carme Elías y la desventaja de que el año pasado Venezuela se alzó con el primer Goya de su historia y resulta difícil que repita.

Relatos salvajes se desmarca en cuanto a temática de sus competidoras gracias a su original y peculiar manera de aproximarse a las hostilidades de la sociedad actual. “Se acabó lo de poner la otra mejilla” es el elocuente eslogan de un filme en el que sus seis personajes, por razones de lo más diversas, abandonan toda sutileza y cortesía para estallar y arremeter violentamente. En palabras de su director es una película que explora “la difusa frontera que separa a la civilización de la barbarie, el vértigo de perder los estribos y el innegable placer de perder el control”. A cambio, sus competidoras abordan temáticas que han terminado por ser recurrentes en el nuevo cine latinoamericano, y muy valoradas en festivales y competiciones.

Aunque son historias distintas y problemáticas diferentes, las nominadas de este año coinciden de alguna manera con las del año pasado, cuando ganó la venezolana Azul y no tan rosa, de Miguel Ferrari, que contaba la difícil relación de un padre homosexual con su hijo desconocido, tal y como este año se cuenta en dos de las películas nominadas, también centradas en relaciones entre niños y adultos: Conducta es el relato del amor y solidaridad que nace entre un alumno y su maestra en el lado más difícil de La Habana, mientras que La distancia más larga, aborda el tema de la muerte a través del viaje físico y emocional que emprende una abuela con un nieto al que no conoce. Una road movie con niños era también el eje temático de la mexicana La jaula de oro, de Diego Quemada-Díez, nominada el año pasado, mientras que la actual aspirante Kaplan, de Uruguay, coincide con El médico alemán. Wakolda, de Lucía Puenzo, la apuesta argentina de la pasada edición de los Goya, en tener una intriga que gira alrededor de un nazi que vive encubierto en el sur del continente.

“Mi intención era retratar la vida de un hombre mayor cuyo dilema se centra en darle sentido a su existencia. Ese es el tema central. Salvar al mundo o brindar justicia era algo subsidiario”, ha declarado en su país Álvaro Brechner sobre su segunda película Kaplan, en la que un aburrido y desvencijado septuagenario y un ex policía poco ortodoxo se lanzan a la aventura de desenmascarar la verdad oculta tras ese alemán que regenta un chiringuito de playa en la costa uruguaya y que ellos sospechan es un fugitivo nazi con identidad oculta. Sobre la vejez y el sentido de la vida reflexiona también el personaje de Carme Elías en La distancia más larga, la película venezolana en la que una abuela y su nieto recorren la geografía contradictoria de un país en emergencia. De la ciudad hostil y difícil a la selva salvaje y virgen en una road movie emotiva, en la que el viaje es doble, el real por carretera y el emocional por la interioridad de dos personajes en momentos opuestos de la vida. Claudia Pinto Emperador, su directora, guionista y productora, tardó ocho años en poner en pie su primera película, que cuenta con su larga experiencia en el programa televisivo de viajes Bitácora, donde a lo largo de más de quince años estuvo recorriendo la geografía nacional cámara en mano. De ahí que los contrastes entre selva y ciudad adquieran un protagonismo cómplice en su historia. Sin embargo, ella insiste en que más que el paisaje importa el mundo interior de esos dos seres. “Quería hablar de la reconciliación con tus propios sueños, de la posibilidad de elegir tu destino”, fueron sus palabras a la hora del estreno nacional. También ha intentado abordar el asunto de la muerte desde dos ángulos: la muerte violenta, tan cotidiana en Venezuela hoy en día, y la muerte elegida.

Desde la ternura que inspira, Conducta intentará conmover a los académicos españoles para hacerse este año con el Goya. El emotivo relato de los fuertes lazos que se establecen entre un chaval de once años, con madre drogadicta, y su maestra justiciera, trae el aval de haber triunfado en la sección Territorio Latinoamericano del pasado Festival de Málaga, donde obtuvo la Biznaga de Plata al mejor largo, así como los de mejor dirección, actriz y el premio del público en este apartado continental del festival. Triunfador también en el Festival Habana de Nueva York, el filme de Ernesto Daranas ofrece un recorrido por los mismos sitios en los que él vivió su infancia y ha contado con la aportación de siete estudiantes de cine del Instituto Superior de Arte de La Habana, que le acompañaron en el proceso de construcción de esta película cubana que se ha señalado como distinta a las de tono político-social que acostumbra a producir la isla caribeña.