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CRÍTICA | EL JUGADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pulsión de muerte

Todo se cierra con un recurso igualmente sintético, preciso y eficaz

Fotograma de 'El jugador'.
Fotograma de 'El jugador'.

Hijo de familia acomodada y jugador compulsivo, James Toback vertió mucho fuego autobiográfico en el guion que le colocó definitivamente en el mapa profesional: El jugador fue llevada al cine en 1974 por Karel Reisz y sirvió de antesala a su propio debut en la dirección con Melodía para un asesinato (1978), una de esas películas norteamericanas que soñaban ser europeas y que, a la larga, acabaría reencarnándose en algo tan europeo como De latir mi corazón se ha parado (2005). Un año después de Seducidos y abandonados (2013) —documental en el que Toback y Alec Baldwin hablaban del cine como instrumento para desafiar a la muerte y tensaban la cuerda entre arte y mercado—, ese primer guion de Toback también vive una relectura modélica: con un libreto que ahora firma William Monahan, más concreto y menos desbordado que de costumbre, El jugador de Rupert Wyatt, responsable de El origen del planeta de los simios(2011), es sobresaliente puesta al día de la película de Reisz y, también, toque de atención sobre el estado de madurez expresiva de Mark Wahlberg, que aquí se acerca a la posibilidad de Óscar sin lujuria, ni exasperación.

EL JUGADOR

Dirección: Rupert Wyatt..

Intérpretes: Mark Wahlberg, George Kennedy, Griffin Cleveland, Jessica Lange, Omar Leyva.

Género: drama. Estados Unidos, 2014.

Duración: 111 minutos.

En esta historia que transcurre en el punto intermedio entre el thriller de deudas pendientes y la exploración existencial sobre la pulsión de muerte, Mark Wahlberg suelta una escueta lágrima al principio que marca el tono de contención que regirá la película. Sin ánimo de destripar la trama, baste mencionar que todo se cierra con un recurso igualmente sintético, preciso y eficaz. Los personajes secundarios que encarnan Michael Kenneth Williams y John Goodman se afirman como poderosas composiciones que rescatan la memoria de la gran tradición del cine negro clásico. Angustiosa, compleja, cargada de matices, El jugador demuestra que la semilla Toback no cayó en tierra baldía.

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