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Un festival transnacional e indignado

Márgenes abre su cuarta edición en siete ciudades y en la web, apostando por el cine más radical y comprometido

Basilio Martín Patino, en el documental de Virginia García del Pino.
Basilio Martín Patino, en el documental de Virginia García del Pino.

La proyección en la Cineteca de Matadero de Basilio Martín Patino. La décima carta, el retrato del director de Nueve cartas a Berta (1966) que ha elaborado la documentalista Virginia García del Pino, y la entrega de un premio especial a Gonzalo Suárez por su trayectoria en el terreno del cine independiente darán el pistoletazo de salida hoy a la cuarta edición de Márgenes, una de las iniciativas más estimulantes en el calendario de festivales. Con sedes físicas en Madrid (Cineteca, Casa de América, Casa Encendida), Barcelona (Zumzeig), Córdoba (Filmoteca), México DF (sala Tonalá), Monterrey (Filmoteca), Montevideo (Cinemateca) y Bogotá (Sala Tonalá), y acceso universal y gratuito a toda su programación a través de la Red, el IV Festival Online Márgenes confirma la ambición, eficacia y pertinencia de un nuevo modelo de certamen, transoceánico, democrático y transversal, que abre generosas ventanas de visibilidad a buena parte del cine más radical y comprometido de Latinoamérica, Portugal y España. “Márgenes nace de una frustración: la de ver cómo, año tras años, las películas que nosotros consideramos más interesantes, potentes y vanguardistas, pasaban sin pena, ni gloria”, señala Diego Rodríguez, su director ejecutivo, “en esta crisis más moral que económica, esas películas no encontraban su espacio. Era el momento de buscar un modo de visibilizar esas obras. La gente tiene mucho miedo a Internet, pero nosotros consideramos que es plenamente compatible con lo físico y, por eso, tanto la Red como las salas son nuestros instrumentos para poder visibilizar todos esos trabajos, que son películas hechas fuera de la industria más convencional, comprometidas de manera ética y formal con el cine y la sociedad y que se han realizado sin esas estrategias comerciales de quien diseña un proyecto con el mismo desapego con que comercializaría una caja de zapatos”.

El certamen nace de una frustración: la de ver cómo, año tras años, las películas que nosotros consideramos más interesantes, potentes y vanguardistas, pasaban sin pena ni gloria"

Diego Rodríguez (director ejecutivo)

Con una escueta subvención de 4.000 euros del ICAA, Márgenes completa su ajustado presupuesto con 750 euros aportados por el Parlamento europeo, 1.000 euros de la embajada de Portugal y 1.500 euros de la Filmoteca de Andalucía. La edición anterior contó con 130.000 espectadores, mayoritariamente europeos y latinoamericanos, pero también de países como India y Tailandia. “En nuestra programación intentamos recuperar un cierto cine político, demostrar que hay un interés por tratar la realidad, que el cine no es un arte vacío y contemplativo, sino comprometido con el presente”, asegura Gonzalo de Pedro, director artístico de Márgenes, “queríamos sacar el concepto de Márgenes de su contexto puramente económico y leerlo en términos ideológicos, sociales o políticos”. Diego Rodríguez insiste en resaltar ese fuego de la indignación como gran elemento cohesionador de la programación: “Todas las películas tratan de explicar el caos en el que vivimos. Todas están pegadas a la tierra. La mayoría de las producciones portuguesas seleccionadas están muy relacionadas con el tema laboral y la crisis económica. También hay una tendencia insistente de buscar los orígenes: una reivindicación de lo rural, a través de la búsqueda de la esencial, en un intento de explicarnos desde la desnudez. Son películas que surgen de la indignación”. Eso sí, al compromiso no hay que confundirlo con los maniqueísmos, tal y como demuestra la chilena Crónica de un comité, donde los cineastas José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola elaboran una afilada autocrítica desde el interior de los movimientos sociales. Ganadora del premio a la mejor película en la sección Nuevas Olas del Festival de Cine Europeo de Sevilla, Las altas presiones del gallego Ángel Santos encarna otra estrategia conceptual y estética para enfrentarse a este presente que Diego Rodríguez asocia a claves cercanas a las de Eric Rohmer.

“Este país ha tenido un poco de desprecio a sus mayores. Hay que recuperar nuestro patrimonio cinematográfico y darlo a conocer a la gente más joven”, afirma Rodríguez. De ahí el merecido reconocimiento a Gonzalo Suárez, a quien “se le asimila a un cine más industrial y académico, pero que, en la España de los 60, cuando todo era en blanco y negro, rompió, junto a sus compañeros de viaje de la Escuela de Barcelona, con todo eso desde una posición de total independencia creativa”. La retrospectiva dedicada al portugués Joaquim Pinto –junto al frecuente colaborador de sus últimos trabajos, Nuno Leonel- es otro de los platos fuertes del festival: “Es el perfecto ejemplo de personaje que vive en el margen. Tras una larga labor como sonidista, colaborador de cineastas como Manoel de Oliveira, Raúl Ruiz y Joao César Monteiro, y director de largometrajes, desapareció para renacer con una nueva película en el festival de Locarno en 2013: E Agora? Lembra-me, un diario filmado realizado a partir del tratamiento experimental al que se sometió en Madrid para combatir el sida. Su vida personal se cruzaba en esa película con su memoria cinematográfica, proponiendo un modelo de cine-ensayo diarístico recorrido por todo el dolor de su enfermedad”, explica Gonzalo de Pedro.

Con una casi absoluta paridad entre directoras y directores en su sección oficial, este festival que, según sus responsables, “es tan mexicano, como chileno, como argentino, como español”, intentará demostrar que, cada vez más, los márgenes empiezan a ser el centro.

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