El ‘no’ a los premios culturales se convierte en protesta política
El rechazo de Colita al Nacional de Fotografía aviva el debate sobre el tratamiento que da el Gobierno a la cultura y se suma a los rechazos de Savall, Marías y Soler
Premio, gracias, rechazo, desdén, indignación, hostilidad, desinterés, incompetencia, perjuicio, pena, vergüenza, hundimiento, y, al final, la pregunta de si existe o no el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España. Palabras y adjetivos que retratan el estado de malestar de la cultura, expresado en esos términos por los dos creadores que han renunciado este año a premios culturales de carácter oficial: Colita (Nacional de Fotografía) y Jordi Savall (Nacional de Música), que se suman a las anteriores renuncias de Javier Marías al Nacional de Narrativa 2012 y Josep Soler a la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes de 2013.
La decisión ayer de Colita, la fotógrafa de la gauche divine, avivó la cascada de protestas y expresiones de inconformismo del sector de la cultura, sobre todo desde hace dos años por los recortes, el aumento del IVA y la falta de políticas para proteger la propiedad intelectual, las bibliotecas, el cine o el fomento de la lectura. Artículos en prensa, protestas, manifestaciones, acciones en la Red o desplantes, incluso de los mejores universitarios cuando no quisieron saludar al ministro José Ignacio Wert en la entrega de premios Nacionales Fin de Carrera entregados en 2013.
Los creadores que han renunciado al galardón dicen buscar su propia coherencia, rechazan los 30.000 o 20.000 euros de dotación e invitan a la reflexión del Gobierno. Aunque no acepten el premio, este queda consignado en los anales del galardón.
Mi condición de ciudadana catalana y la situación actual, nada tiene que ver con mi renuncia. No hagan inventos. Yo creo y milito en la Cultura Universal
Colita explicaba ayer que cada cual tiene sus propios motivos para presentar la renuncia a este tipo de distinciones: “Es verdad que esto está ocurriendo en los últimos años. Se podría plantear si pasa algo especial, si hay unas circunstancias determinadas que están provocando los rechazos, pero insisto en que cada uno tiene que ser consecuente consigo mismo”. Sin generalizar, la fotógrafa piensa que estas renuncias se deben al desprestigio en el que se ha sumido la cultura en los últimos años, básicamente desde que la cartera la ocupa el ministro Wert. Ante las insinuaciones políticas por ser catalana, Colita lo desmiente y aclara: “Mi condición de ciudadana catalana y la situación actual, nada tiene que ver con mi renuncia. No hagan inventos. Yo creo y milito en la Cultura Universal”.
A Javier Marías le sorprende que no haya habido más renuncias, “sobre todo de quienes presumen de tener conciencia social o de izquierdas”. Y va más allá al afirmar que “el mundo de la cultura debería retirarle el saludo a este Gobierno”. Considera que, en estos tiempos, aceptar cualquier cosa que venga de él es ayudar a dar relumbrón precisamente a un Ministerio “que ha perjudicado al sector y asfixia a entidades como la Real Academia Española por culpa de los recortes”. Al autor de Tu rostro mañana le resulta llamativo que exista “una política deliberada de intento de hundimiento de la cultura”. “Ahora se hace una política que se aproxima a la hecha durante el franquismo, de desdén y hostilidad hacia la cultura y los intelectuales. Es incongruente un premio que permite a este Gobierno disimular y darse aires”, explica Marías.
Ahora se hace una política que se aproxima a la hecha durante el franquismo, de desdén y hostilidad hacia la cultura y los intelectuales
Jordi Savall, en un artículo que publica hoy Babelia, el suplemento cultural de EL PAÍS, asegura que hay tres palabras clave en toda política cultural: valor, proyecto y voluntad. Y se pregunta: “¿Cómo podía aceptarlo viniendo de la mano de una institución que desde tiempos inmemoriales ha dado la espalda a los músicos y especialmente al patrimonio musical histórico del país?”. Tras explicar esa desatención concluye que está convencido de que su gesto “será comprendido como un acto en defensa de la dignidad de los artistas y puede, quizá, servir de reflexión para imaginar y construir un futuro más esperanzador”. En la carta de rechazo al premio, Savall, dijo no aceptarlo para no traicionar sus principios y sus “convicciones más íntimas”, puesto que el premio procede de la principal institución del Estado responsable del “dramático desinterés y de la grave incompetencia en la defensa y la promoción del arte y de sus creadores”.
La situación ha llegado a tales extremos que algunos galardonados siente la necesidad de explicar por qué aceptan estas recompensas. Manuel Calzada Pérez, Nacional de Literatura Dramática por la obra El Diccionario, dijo que lo hacía porque suponía un reconocimiento y porque le obliga a corresponder con su trabajo a una sociedad que, a través del Ministerio de Cultura, lo ha señalado. Rafael Chirbes, Nacional de Narrativa por En la orilla (Anagrama), reconoció sensaciones encontradas. Por un lado agradecía el reconocimiento y, por otro, sentía desazón ante el poco apoyo oficial a la Cultura. Y reconocía: “Mis personajes me tirarían este premio a la cabeza”. Chirbes aclaró en su día que no renunciaba porque no vivía en una dictadura sanguinaria y porque el premio contribuía a que su novela, el drama que cuenta provocado por el Gobierno, se conozca más.
La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, manifestó ayer que cada uno está en su derecho de aceptar o rechazar los premios nacionales pero pidió que “se respete el reconocimiento que España puede hacer de sus valores artísticos o culturales, como cualquier otro estado”. Recordó que “no son premios que otorga un partido, ni siquiera un gobierno”, y que lo hace un jurado independiente.
En su carta de motivaciones, Colita afirma: “Manifestarle, sr. Wert, que proviniendo dicho premio Nacional de Fotografía del Ministerio de Cultura, Educación y Deportes, me veo en la obligación de rechazarlo. Ignoro dónde reside este ministerio, e incluso si existe como tal. En cualquier caso, yo no lo conozco”.
Babelia
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