‘Canito’, Nacional de Tauromaquia, un torero con gorrilla blanca
La obra del autor, de 101 años, es "una antología de los hitos " de la Fiesta, según el jurado
Acierta el jurado que le ha concedido el Premio Nacional de Tauromaquia al considerar que Francisco Cano Lorenza ‘Canito’ es "una antología gráfica de todos los hitos y manifestaciones de la Fiesta y una fuente documental e histórica indispensable para cuantos quieran estudiar los valores culturales y humanos que integran el patrimonio del arte del toreo".
Pero Canito, fotógrafo impenitente, un hombre pegado día y noche a una cámara, es algo más, es historia viva del toreo. No triunfó vestido de luces, como hubiera sido su deseo, pero lo hizo al lado de los más grandes, siempre con su gorrilla blanca como señal de identidad, testigo privilegiado y creador de imágenes que han conformado la historia de los toros de los últimos 70 años.
Canito, como se le conoce, cumplirá 102 años el próximo 18 de diciembre. Su figura menuda ya no aparece en la puerta de cuadrillas de las tardes más importantes, pero su obra es un impresionante y dicen que desordenado archivo, una enciclopedia viviente, que refleja no solo el devenir de la fiesta de los toros, sino lo más granado de la vida social de este país. Ha sido fotógrafo de cabecera, confidente y amigo de las más sobresalientes figuras del toreo de los años 40 en adelante, se ha relacionado con lo más sobresaliente del artisteo nacional e internacional, puede presumir de haber tenido a Ava Gadner entre sus brazos, de haber llorado a Manolete más que a su propio padre y de emborracharse con el Nobel Hemingway por las calles de Pamplona en las fiestas sanfermineras. Y todo, por y para ser testigo de la historia, cámara en ristre.
Nació Canito en Alicante en 1912. Fue profesor de natación en el balneario que regentaba su padre. Probó fortuna, después, como boxeador en el peso mosca, y, más tarde, como torero, que era —así lo ha reconocido— su verdadera vocación. Toreó varios años sin caballos y debutó con picadores en 1941 en la plaza de Puertollano.
Su amigo Gonzalo Guerra Banderas, que lo ayudó durante la Guerra Civil, fue el que lo introdujo en la fotografía cuando Canito se convenció de que sus condiciones como torero no le permitirían alcanzar el estrellato soñado.
Comenzó a trabajar para las grandes figuras de la posguerra, como Pepe Luis Vázquez, Domingo Ortega y Luis Miguel Dominguín, pero la fama le llegó de manera casual cuando en agosto de 1947 se presentó en Linares, donde Luis Miguel Dominguín lo había citado para saldar una cuenta pendiente. En aquella plaza se encontró con Islero, el toro de Miura, y Manolete, la dramática cogida, la agonía y la muerte del torero más importante de aquella época. Las fotos de Canito sobre el momento de la cornada y del cuerpo amortajado del diestro cordobés dieron la vuelta al mundo y le dieron fama y prestigio.
Vendrían después sus ‘escarceos’ profesionales con actrices de la talla de Sofía Loren y Ava Gadner, y sus amistosas relaciones con personajes de la época como Gary Cooper, Charlton Heston Cantinflas, Grace Kelly, Rainiero de Mónaco o el propio Francisco Franco, al que retrató en varias cacerías junto a Luis Miguel Dominguín.
Pero lo que, de verdad, vino después ha sido la constante presencia de Canito en las ferias más importantes de España y América año tras año. Su gorrilla blanca y su cámara han sido el santo y seña de una larguísima etapa del toreo. En sus miles y miles de negativos está reflejada la historia del toreo de los últimos setenta años; la suerte, la gloria, el fracaso y la vida, a fin de cuentas, de figuras grandes y de otras muchas que nunca llegaron a serlo.
Es Canito el representante vivo de una estirpe de grandes fotógrafos que han sido y se han sentido toreros desde el objetivo de sus cámaras en blanco y negro. Un torero de paisano y con una gorrilla blanca por montera, pero torero de los pies a la cabeza. Un artista, un profesional, un maestro al que, cumplido ya el centenar de años, se le hace cumplida justicia con el Premio Nacional de Tauromaquia.
Babelia
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