Jackson Browne, el eterno comprometido
El legendario músico edita ‘Standing in the breach’, un álbum que revisa su pasado con un repaso a sus actuales preocupaciones sociales y políticas
En 1967, Jackson Browne “salía a pasear, sin hablar demasiado” y pensaba en “cosas que había olvidado hacer y en todas aquellas oportunidades que había tenido para hacerlas”. Aquel tipo más bien confundido tenía 19 años y había escrito el tema These Dayspara que lo cantara Nico, una modelo alemana de flequillo rubio que acababa de grabar un disco con la Velvet Underground.
En 2014, este cantautor no ha cambiado tanto físicamente (un pacto fáustico lo mantiene inquietantemente joven con 67 años), pero ahora pasea “por los barrios más ricos” y se alarma por cómo la gente “cambia de un modo extraño”. Lo explica en canciones como The Long Way Around de su nuevo álbum, Standing in the Breach (Warner), que comparte con These Days riff de guitarra y sentimiento de extravío (entonces íntimo, desde la angustia adolescente; ahora social, desde la militancia madura). “Hablo de cómo era mi vida y de cómo ahora todo va aún más rápido. La gente piensa que los problemas desaparecen cuando no ocupan las portadas de periódicos, como sucedió con Fukushima”, expone.
“Como me descuide, acabaré hablando solo y viviendo como un monje”
De la época de esa catástrofe es también The Birds of St Marks, que abre el disco con una melodía radiante, llevada en volandas por guitarras de doce cuerdas, que compuso pensando en su relación con Nico: “Era una gran fan de The Byrds, pensaba que Roger McGuinn era un guitarrista vanguardista… A veces necesitas que venga alguien de Europa, tan inteligente y amiga íntima de un músico tan experimental como Ornette Coleman, para que diga algo así”. Browne llevaba desde 2008 sin publicar un disco de estudio, aunque en abril vio la luz un recopilatorio que lo homenajeaba (donde participó Bruce Springsteen, que había presentado su ingreso para el Rock and Roll Hall of Fame en 2004) y un par de meses después se editó una caja para conmemorar el 40º aniversario del disco Late for the Sky. Si bien tanto tributo podría vararlo en la nostalgia por los años de la contracultura que vivió en el barrio neoyorquino de Greenwich Village, su nuevo álbum contiene canciones como Here, en la que canta: “El presente, incluso si te da igual, incluso si estás atrapado en el pasado”.
“Estoy convencido de que mientras charlamos, unos jóvenes inquietos conspiran en un garaje de Sevilla o en una galería de Barcelona”, explica, antes de matizar la versión de aquella época que retrataron los hermanos Coen en A propósito de Llewyn Davis (2013): “Es maravillosa, pero el protagonista parece siempre deprimido y nosotros lo pasábamos muy bien”. Una diversión no reñida con su militancia. Desde que en 1979 se enrolara en la organización Musicians United for Safe Energy, el teléfono de Browne echa humo cada vez que alguna desgracia natural se ceba con un país o que algún grupo de humanos convoca una protesta.
“Me reuní con Obama y no parecía entender mis ideas antinucleares”
En el nuevo disco vuelve a hablar de la contaminación de los mares, el terremoto de Haití, Occupy Wall Street y hasta de música, por una carta que el epítome de la canción protesta, Woody Guhtrie, envió a su esposa. Y si en 1986 criticaba la política exterior de EE UU en países latinoamericanos (aunque Lives in the Balance acabara en un episodio de la serie Miami Vice), ahora reconoce “esas guerras en lugares / de los que ni siquiera sabemos el nombre” en los conflictos de Oriente Próximo. “Prefieren que pensemos que son solo un punto en el mapa donde dar lecciones de democracia a golpe de drones, cuando la democracia no existe ni en nuestros países”. Porque Browne ni siquiera se dejó hechizar por Obama: “Me reuní con él y no parecía entender mis ideas antinucleares... Nos intentan decir que nos representan sin hacerlo”. Suena a eslogan del 15-M: “Es que el movimiento Occupy, en el que participé tocando en la calle, se inspiró en la Puerta del Sol”.
Browne está al tanto de los indignados porque compró un pisito en el barcelonés barrio de Gràcia, donde recala a veces para huir de los focos de su país. Allí protagonizó escándalos como el que lo llevó a los tabloides en 1992 cuando se le acusó (y absolvió) de golpear a su entonces esposa, Daryl Hannah. De hecho, intenta mantenerse alejado de casos como el celebgate: “¿Qué es eso?”, pregunta sobre las fotos de estrellas de Hollywood desnudas filtradas. “Hay mucho infantilismo en Internet. Y los supermercados están llenos de revistas ridículas sobre famosos. Aunque yo casi no lo veo, prefiero las tiendas de comida orgánica”. Y rebaja la sentencia, quizás recordando sus años de drogas, alcohol y fiestas de alto copete, con una autoparodia: “Como me descuide voy a acabar calzando cajas de Kleenex, hablando solo y viviendo como un monje”.
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