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Hacia el Internet de las cosas

El pensador Jeremy Rifkin imagina en su libro ‘La sociedad de coste marginal cero’ un porvenir poscapitalista basado en comunidades hiperconectadas

Jeremy Rifkin en Madrid.
Jeremy Rifkin en Madrid.Alejandro Ruesga

Año 2050: Los prosumidores dominan el mundo. Su concepción de la economía, la cultura y las artes como productores y consumidores de manera gratuita, o casi gratuita gracias al coste marginal cero, y sus hábitos de compartir la creación han colonizado la vida de la gran mayoría de habitantes del planeta. Es una nueva era y un Renacimiento artístico. El penúltimo logro de la democratización, la autogestión y la autorregulación de un sistema llamado procomún colaborativo que ha derrocado, de manera casi silenciosa, al capitalismo. Es el retorno del péndulo hacia el sistema de comunidades colaborativas de la Edad Media surgido, entonces, para sobrevivir al señor feudal, pero ahora vestida de tecnología digital. El triunfo de la hiper-interconectividad e interactividad.

Año 2014: Jeremy Rifkin (Denver, 1943) lanza la anterior hipótesis futurista en el libro La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo (Paidós) y la completa con una entrevista en Madrid. Es una obra que refleja una de las tendencias de los últimos años basada en la transformación y la nueva manera de organizar la vida apoyada en el mundo digital (el 40% de la población utiliza Internet) para crear una sociedad más sostenible sostenida en la comunicación. Ese procomún colaborativo e Internet de las cosas (IDC), es decir el espíritu de la Red de compartir información y conectarse-relacionarse-ayudarse unos a otros, tanto en la tierra como en el ciberespacio, empieza a minar el sistema capitalista, asegura Rifkin, porque: “El poder de ese IDC ya se ve en hechos puntuales y su alcance será potente por su capacidad aglutinadora, global e instantánea”.

Utópico, optimista, audaz, ingenuo, esperanzador, soñador, charlatán, visionario… son algunos de los adjetivos que ha recibido el profesor Rifkin por esta nueva teoría. Es la opinión de uno de los pensadores sociales más populares e influyentes, asesor de la Unión Europea, de diferentes jefes de Estado (Angela Merkel, François Hollande o, en su día, José Luis Rodríguez Zapatero) y de grandes empresarios y profesor del Programa de Formación Ejecutiva de la Wharton School, de Pensilvania.

La obra refleja

Sus teorías pretenden mostrar los derroteros imparables de la tercera revolución, basada en lo digital, al tiempo que desacelera la segunda. Y el capitalismo, su emblema, más que morir de éxito sufre una lenta implosión. La humanidad empieza a vivir en un sistema híbrido entre el capitalismo y el procomún colaborativo. Se ve en la economía, con el surgimiento de las cadenas de valor y ayudas horizontales por iniciativa individual de la población o de pequeñas empresas (especialmente en los países en vías de desarrollo o del tercer mundo o en experiencias en Alemania) o de grandes como Google que utilizan esta estrategia apoyados en la dinámica de la Red. Y van desde la producción agrícola en comunidades hasta la convocatoria de manifestaciones o el llamado crowdfunding (micromecenazgo).

Se trata, por encima de todo, de un cambio cultural en todo sentido, afirma Rifkin. En lo concerniente a la cultura como creación solo hace falta entrar en cualquier buscador de Internet o canal especializado como YouTube o de las redes sociales para apreciar la manera en que la gente comparte e intercambia conocimiento, cultura, ocio y entretenimiento propio y ajeno. La Red es el procomún por antonomasia de lo que ha hecho siempre el ser humano. Y muchas de las obras o proyectos ya se hacen con la colaboración económica de la gente.

“Las generaciones mayores lo llaman fraude, y las jóvenes compartir”

Es verdad, reconoce el experto, que aún no está regulado todo y eso propicia no buenas prácticas: “Las generaciones mayores lo llaman fraude, y las jóvenes compartir. Pero debe crearse un sistema que regule esto para que quienes quieran ganar dinero con sus creaciones lo obtengan y los que prefieran el Creative Commons, libre de casi todos los derechos, circulen en la Red”.

Semillas de esa hibridez de capitalismo-procomún hay muchas. Una de las más recientes es la de la banda U2 con su nuevo álbum. Los irlandeses han dejado su disco gratis en la Red durante un mes, y luego ya se venderá con temas extras. Un paradigma donde la presencia del autor volvería a la época de antes de la imprenta. Casi anónimo. La importancia de la autoría, recuerda Rifkin, es un concepto nuevo dentro de la historia de la humanidad y la comercialización del arte que encajó en la rueda del capitalismo.

El sentido de la propiedad está cambiando, según Rifkin. Las nuevas generaciones, agrega, ya no quieren tanto comprar un coche, por ejemplo, como que puedan movilizarse. Prefieren gastar dinero en actividades digitales. “Ellos ponen en común sus bienes y eso permite que podamos producir nuestros propios vídeos, música o libros con un coste reducido”. Lo que pasa es que por ahora, se lamenta, son Google y las grandes plataformas las que se benefician económicamente.

El lado oscuro de esa hiperconexión son los datos que tienen, y seguirían teniendo, unos pocos sobre todo el mundo. “Esa parte da miedo ya no solo por la transparencia de cada individuo, reflejada en su huella digital, sino por el riesgo del ciberterrorismo y las compañías que quieren monopolizar Internet y que hacen tambalear la neutralidad del sistema”.

No será fácil la entrada en esta nueva época. Debe empezar, explica Rifkin, por un cambio de mentalidad que aleje el sentido de la propiedad absoluta como tal desde la infancia. Además, asegura, las impresoras en 3-D estarán a la orden del día para crear lo que la gente prácticamente quiera. En el año 2020, añade, “habrá unos cien mil millones de sensores en todo el mundo organizando todo digitalmente, funcionarán como una gran extensión del cerebro humano y conectados en una gran familia en la vida económica, social y cultural”.

Sería la jubilación de un sistema capitalista que, según Sigmund Freud, basa su éxito en que supo tocar la tecla del deseo en el ser humano, la del consumo insaciable de querer más y más. “Freud necesitaba un buen terapeuta”, sentencia Rifkin, “pero no había otro tan bueno como él”.

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