Los últimos 15 días de Bolívar
El español Fermín Goñi presenta en su última novela a un libertador latinoamericano alejado de las grandes hazañas
Para contar los últimos 15 días de la vida de Simón Bolívar, el escritor y periodista Fermín Goñi (Pamplona, 1953) viajó hasta la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, caribe colombiano, donde logró un permiso para permanecer 18 horas continuas. Allí, con una cámara de vídeo y dos de fotografía vio ponerse el sol junto a los tamarindos de los que colgó la hamaca del Libertador y también desde su habitación, que permanece intacta desde aquellos días a finales de 1830.
“Tenía que estar sin lugar a dudas en el lugar donde murió. Saber por dónde sale el sol, cómo calienta, si hay tormentas. Ahora la Quinta está convertida en un museo que tiene un cierto tinte de parque temático, pero la habitación de Bolívar sigue con las medidas exactas”, dice Goñi horas antes de lanzar en Bogotá su novela Todo llevará su nombre (Roca Editorial), y que llegará a España a finales del año.
El Bolívar de Goñi es el hombre de carne y hueso, alejado de esa foto fija de las grandes hazañas militares. “Es el Bolívar misántropo, que piensa que va a ser capaz de vencer la enfermedad (tuberculosis), que se automedica porque nunca se fio de los médicos. El que cree que su problema es de mala bilis y que tenía que expulsarla. Pero la realidad era que tenía el pulmón lleno de pus. No había remedio”.
Goñi hace otra aclaración: “Cuando habla Bolívar, habla Bolívar”
Durante la presentación de la novela en una librería al norte de Bogotá, el periodista y también escritor Mauricio Vargas, autor de una trilogía dedicada a los próceres de América -de la que ha publicado dos partes-, lo definiría como un Bolívar de “huesos con piel” y preguntaría si acaso el Libertador no merecía una muerte diferente. “Fue triste, tristísima”, diría Goñi. Una tristeza que, para Vargas, impregna toda la novela.
Pero a la enfermedad se suma lo que Goñi llama “un padecimiento moral enorme”. Dos años antes de terminar en una cama en Santa Marta, habían intentado asesinarlo en Bogotá y desconfiaba de todos. “En las últimas semanas no quería ver a nadie, al que no conocía le ponía la cara de Santander, pensando que volvía para matarlo”, cuenta el escritor, quien se declara fascinado por los próceres latinoamericanos. Quizás más que de Bolívar, de Francisco de Miranda, a quien ya le dedicó Los sueños de un Libertador (2009), un personaje que para Goñi es el verdadero inductor de la revolución, esa que comprende la parte final de la presencia española en Latinoamérica y donde “tan pocas personas lograron con tan pocos medios y tiempo conseguir la libertad de un territorio tan vasto”.
Sin embargo, Bolívar quería huir de América a como diera lugar, por eso Goñi habla en su novela de ese último viaje a ninguna parte, del hombre que según escribe ha conseguido expulsar a los militares españoles del sur del continente americano tras trece años de guerra, pero que, a cambio, no ha logrado la paz entre sus conciudadanos. Un Bolívar que se da cuenta de que la unión de los países americanos no iba a suceder. “Y los años le han dado la razón. Aunque hoy hay tratados de unión entre distintos países en América Latina, no hay uno que los pueda unir a todos. Puede ser una tarea loable pero titánica si no imposible”.
Todo llevará su nombre es la cuenta atrás del Libertador que Goñi reconstruye con la pasión del reportero pero con un ingrediente adicional, porque esta novela no es solo ver al prócer abandonarse a la muerte. Será el médico francés que lo atiende, el único del que se deja recetar aunque a regañadientes, quién prenderá la chispa de saber cómo empezó todo.
El escritor contará entonces cómo cayó en manos del prócer un mapa hecho por encargo del rey de España, que descubría la enormidad de lo que era América. "No fue la fuente de inspiración pero sí una de las chispas que prendió la mecha", dice. Un mapa que el escritor se enorgullece de tener en su poder.
Goñi también ha elegido contar cómo Bolívar, buscando fortalecer su ejército, ordena a su representante en Londres que organice una leva a la que se suman militares, en su mayoría irlandeses, y también aventureros. “En los libros de historia el papel de los mercenarios británicos prácticamente no aparece, pero existieron, y una prueba es que al final de los días de Bolívar, junto a él estaba el coronel Belford Hinton Wilson, que tenía apenas 17 años cuando llegó a conocerlo y el general O'Leary, quien es el que recupera toda la correspondencia del Libertador”.
Goñi hace otra aclaración: “Cuando habla Bolívar, habla Bolívar”. Eso significa que lejos de la ficción, las palabras de su Bolívar son las de Bolívar, uno mortal, alejado de ese “bolivarismo que parece ser que hoy fuera una religión, y su principal profeta el expresidente Hugo Chávez”. Y agrega que hay que dejarlo descansar en paz, sin más exhumaciones.
Babelia
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