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Las preferentes, un drama en viñetas

Miguelanxo Prado prepara su álbum de mayor carga social sobre las víctimas del sistema bancario Una muestra repasa en Santiago sus tres décadas de creación

Tereixa Constenla
Una de las viñetas del cómic 'Presas fáciles', sobre las preferentes, de Miguelanxo Prado.
Una de las viñetas del cómic 'Presas fáciles', sobre las preferentes, de Miguelanxo Prado.

Un día, atrapó una víbora de longitud razonable, se la enroscó en el antebrazo, le sujetó la cabeza —no necesariamente en ese orden— y se fue a presumir de su flamante adquisición, hasta que su madre le truncó la felicidad sin miramientos. Miguelanxo Prado (A Coruña, 1958) no tuvo más remedio que deshacerse de la serpiente, no sin antes dedicar un buen rato a analizar el método que le permitiría alejarla sin riesgo de picadura. Cuando un profesor le arrancó de la cabeza la idea de estudiar Biología —“Tú no quieres ser biólogo; tú quieres ser Gerald Durrell y eso ya no existe”—, la ilustración ganó un artista, pero los bichos perdieron un amigo.

Tal vez para mitigar aquella renuncia, Miguelanxo Prado se hace concesiones. En su estudio, rodeado de árboles y a cien metros de su casa en una pequeña aldea de Bergondo (A Coruña), mantiene un acuario con cinco tritones. También caracolas y conchas de tonos impensables, semejantes a las que pueblan las páginas de Ardalén y las secuencias de De Profundis (2007), la primera película de animación que dirigió, montada a partir de sus propios cuadros.

A ambos proyectos les dedicó la última década de su vida. Y aunque se ha visto recompensado —la novela gráfica mereció el Premio Nacional de Cómic de 2012—, ahora se sentía como un submarinista que ha apurado la inmersión al límite. O, sin ir más lejos, como los tritones que necesitan salir a tomar aire cuando están en el agua. “Este es un oficio solitario, en el que estás metido día tras día y en el que necesitas esa concentración. Puede llegar a ser asfixiante. Después de 10 años entre peces y ballenas, en obras muy intimistas y poco divertidas desde el punto de vista del proceso creativo, me planteé hacer dos cosas que no había hecho nunca: una serie policiaca, de género negro, y otra de aventuras pura y dura”. La segunda salió sola. La primera se resistía.

“Una mañana tras otra me sentaba a tomar café con Uxía [su esposa] y a despotricar mientras escuchábamos las noticias, hasta que me di cuenta de que lo que andaba buscando estaba delante de mis narices. El contexto son las preferentes, y el detonante fueron unos casos de suicidio donde se juntaron las preferentes y los desahucios”, cuenta a pocos metros de un busto gigante en resina de Blacksad, regalo de Juan Díaz Canales, uno de los padres del detective gatuno, y un caballete con un cuadro con dos personajes de Ardalén.

Miguelanxo Prado, en su estudio.
Miguelanxo Prado, en su estudio.GABRIEL TIZÓN

Presas fáciles, que tendrá 80 páginas en blanco y negro y se publicará para el Salón del Cómic de Barcelona (primavera de 2015), está protagonizado por la inspectora Olga Tabares y por víctimas de las preferentes. Se diría que es un accidente en la trayectoria del dibujante, remiso a utilizar material autobiográfico —“Mi vida es vulgar”— y a pisar suelo firme. Las idas y venidas entre realidad y fantasía recorren a menudo sus libros, pero este álbum es carne de periódico, pesadilla hiperrealista, un thriller que bracea entre la marejada de la crisis: “Está en la línea de las novelas de [Petros] Márkaris de los últimos años. No pretende ser una obra de tesis, pero plantea una continua reflexión sobre la responsabilidad social”.

En la telaraña de las preferentes cayeron más de medio millón de personas solo en las tres grandes cajas intervenidas (Bankia, NovacaixaGalicia y Catalunya Caixa), pero hubo más. La banca despachó un producto que durante años había permanecido en el coto cerrado de inversores de alto riesgo a ahorradores que suplían su ignorancia financiera con una confianza ciega en los empleados de sus sucursales de toda la vida. En los casos más perversos coincidieron afectados por las preferentes y los desahucios, ancianos despojados de ahorros y casa. “El pacto social tiene unos equilibrios y unas líneas que no se deben traspasar. Permite que el sistema nos dé cierta tranquilidad. Si se traspasa esa vía, como fue el caso puntual de las preferentes o puede ser en otros ámbitos como la sanidad, el sistema pierde legitimidad”, reflexiona.

Prado pertenece a ese diminuto sanedrín de autores que hacen lo que quieren. Tiene reconocimientos —premios Eisner y Angulema, entre otros— y ventas internacionales —está traducido a 17 lenguas—. “Un amigo guionista dice que me tocó una beca cósmica”, ríe. Los editores ya no le discuten. No siempre fue así. Trazo de tiza (1993), el cómic que le convirtió en autor de culto y de ventas, una de esas raras alianzas, le costó discusiones. “Durante un tiempo se desesperaban porque cada libro era distinto. Soy de la primera generación en la que aparece la fidelidad al autor. Trazo de tiza salió en Le Monde y Frankfurter Allgemeine, se convirtió en un long seller y es mi libro más traducido y reeditado. Desde entonces hay un pacto tácito: ellos no me dan la brasa siempre que mis libros funcionen”.

Una página de 'Presas fáciles'.
Una página de 'Presas fáciles'.

Libertad creativa. No parece que Prado haya renunciado a ella nunca. En 2001, se despidió de Hollywood tras cuatro temporadas como creador de personajes y estilo en la serie de animación Men in black, porque se aburrió. En realidad, en Los Ángeles apenas permaneció cinco meses. Todo el despliegue de lujo —mansión, coche y demás— no convenció a su familia y el dibujante telefoneó a su agente:

—Busca en mi contrato dónde pone que tenga que vivir en Los Ángeles.

En ninguna de las decenas de páginas se mencionaba tal aspecto. Así que Prado anunció que dibujaría y supervisaría todo el proceso creativo desde una aldea gallega. Para la primera temporada tiraron de faxes, conferencias y CD. Luego, de correo electrónico. Ideó unas 1.700 criaturas, entre humanas y alienígenas. “Las dos primeras temporadas fue divertido porque todo era nuevo, pero a partir de ahí se había vendido en todo el mundo y comenzó a funcionar la mecánica empresarial americana: nada de cambios en los personajes y los guiones dejaron de ser interesantes. El contrato me obligó a seguir dos temporadas más. Moralmente para mí era casi como estar cobrando por no trabajar”. Rechazó todos los proyectos de animación que le ofrecieron a continuación desde el estudio y se despidió del medio, en el que había aterrizado tras rendirse a los pies de Hayao Miyazaki una noche en la que se cruzó con Mi vecino Totoro mientras acompañaba a su hijo pequeño.

Algunas de las criaturas de Men in black pueden verse en Mar interior, una exposición que recorre tres décadas de trayectoria del dibujante —comenzó en 1985 con Fragmentos de la enciclopedia délfica—, organizada por el Consorcio de Santiago y El Patito Editorial en el Museo de las Peregrinaciones hasta finales de diciembre en la capital gallega. Junto a viñetas e ilustraciones se muestra también a Xabarín, la mascota de un programa infantil de TVG que arrasó en los noventa —captó más de 100.000 socios—, un pequeño jabalí al que Miguelanxo Prado, ese naturalista frustrado, recuerda con más ternura que a los hombres de negro.

Treinta años de obras clave

Fragmentos de la enciclopedia délfica(1985). Editado por Toutain.

Stratos (1987). Toutain.

Manuel Montano (1988). Norma. Con Fernando Luna.

Quotidianía delirante (1997). Norma. Serie iniciada en la revista El Jueves en 1988.

Trazo de tiza (1993). Norma. Premio en Angulema.

Pedro y el lobo (1997). Norma. Infantil.

The Sandman. Noches eternas (2004). Norma. Con Neil Gaiman. Premio Eisner.

La mansión de los Pampín (2005). Norma.

Ardalén. Norma y El Patito Editorial (en gallego). Premio Nacional de Cómic 2012.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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