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Conversaciones bárbaras

“Hablo con mendigos porque en la calle no hay ministros, hay mendigos”

La actriz Terele Pávez repasa una vida con bajadas al infierno y elevaciones al Olimpo

Jesús Ruiz Mantilla
La actriz Terele Pávez, en Madrid.
La actriz Terele Pávez, en Madrid.Samuel Sánchez

Luz matizada de rímel en sus ojos oscuros, refrescante en mitad del calor gracias a un té helado y al repaso a una vida con bajadas al infierno y elevaciones al Olimpo gracias a un Goya y a un baño de homenajes como el que acaba de recibir en el Festival de Cine y Arquitectura de Avilés. Mujer que en ese sentido, ha diseñado un método de interpretación para cimentar la España negra en pantalla y en teatro, de su inolvidable Régula en Los santos inocentes a Las brujas de Zugarramundi, todo en Terele Pávez es de una verdad imponente e inquietante.

Pregunta. ¿Recogiendo lo sembrado?

Respuesta. Estoy asustada, vivo como las artistas de antes, venga fechas, yendo, viniendo. Ni me hacía a que me dieran un Goya, estaba acostumbrada, pero me hizo tanta ilusión el de la crítica, que lo tuvo mi hermana Emma (Penella) y jugábamos como niñas pequeñas, a entregárnoslo. Cuando me lo entregaron dije: es que me lo he dado yo ya tantas veces…

P. Cuando la veo en el cine no sé si me da más miedo, angustia o pena, en el sentido tierno del término.

Cuando vienen los agujeros negros hay que agarrarse al borde y esperar”

R. Está muy bien eso porque yo bordeo lo que inquieta. Seres que caminan sin amor, con esa torpeza que te entra cuando estás mal y te pones feísimo. Mis personajes están perpetuamente en el desamor y en ese laboratorio que somos los actores, lo descubro en casi todos ellos.

P. ¿Desamor o desilusión?

No somos unos desalmaos; el cine español es un arte con ideas y sentimientos”

R. Desidia, de todo, lo que la vida no te da para que te pongas guapo. Yo ahora me siento más guapa que nunca. He pasado a tener las preocupaciones normales.

P. ¿Cuáles son, en su caso?

R. Pagar la luz, una neverita un poco bien…

P. ¿Y las anormales?

R. Mis agujeros negros, pero no te los cuento.

P. Alguno, mujer. A lo mejor está usted en un momento tan luminoso que le producen risa.

R. Eso me ocurre… Cuando eres mayor, sobre todo. Ya no tengo agujeros negros. Cuando vienen, hay que agarrarse al borde y esperar, no creértelo, pensar que no eres tú. Si ocurre al revés y viene la felicidad, haces lo contrario: en vez de agarrarte al borde, pues vas.

P. ¿Y aquello de que anduvo medio tirada en la calle?

R. Yo por la calle es que ando casi todos los días. Ya lo expliqué. Estaba sentada en un banco, me quedé dormida, me vieron, sacaron una foto y se lio. Fue tan incómodo y tan largo que… Empezar otra vez a tirar de aquello no quiero porque me dolió. La culpa fue mía por quedarme dormida en una acera. Me podía haber hundido, pero no.

P. Este es un país tan raro que cuando vemos a alguien en el hoyo, después de haberlo metido, nos da por sacarlo.

R. Del hoyo hemos salido todos juntos. Que hablo con mendigos, pues sí, porque en la calle no se ven ministros, se ven mendigos.

P. Ahora más que nunca.

R. Es que son gente especial. Con mucho sentido, pero mucho. A mí me pone las pilas hablar con alguien así y que te admitan también cuesta.

P. Hay muy poca gente que le haya sacado tanto partido a la España negra como usted. De La celestina a la Régula de Los santos inocentes, y ahora con lo que le exprime Álex de la Iglesia, menudo catálogo.

R. A mí me dice Álex, anda, tírate por un barranco y ahí me voy. La Régula, por otra parte, es vertical… Amorosa, lo justo. Lo mismo corta leña que planta un árbol o lava el culo a su hermano, lo suyo es quitar obstáculos. A veces me gustaría que no fuera así, que plantara más cara.

P. ¿Cómo se recuerda de niña?

R. Segura de que haría algo en este mundo. Con nueve años entré en el Teatro Español y a nadie se le olvida cuando pisa ese suelo. Yo era observadora y tranquila, distinta. Hasta que descubrí el teatro. Dije una frase y me gustó mi voz en escena. Aquello llegaba a todas partes. La voz que tenía era ésta eh, no te creas, la de siempre.

P. Tres hermanas actrices en la familia y cada una se llamó de distinta forma. ¿Por qué?

R. Porque no hay nada peor que las hermanas tal. Emma era distinta, tenía esa cosa como de Claudia Cardinale y Elisa..., muy grande. Cada una teníamos nuestro sitio.

P. ¿El de usted estaba en la rebeldía?

R. No, yo era una niña cobarde y llorona. Mis hermanas me defendían.

P. Con Emma siempre tuvo sus más y sus menos, ¿por qué?

R. Una relación muy rara, rarita, pasábamos años sin hablarnos, perdíamos la costumbre. Y ahora la echo de menos constantemente. No se entiende. Dejábamos de hablarnos por tonterías. Cosas de familia, de ver la vida, yo era la pequeña y me trataban con un maternalismo extraño. Y, además, si éramos actrices, tenía que haber envidias, entre otras cosas. Luego nos reíamos, pero volvíamos a las andadas.

P. ¿De su padre me va a hablar?

R. ¿Qué quieres que te cuente de mi padre?

P. Hasta qué punto les marcó la historia de que lo señalaran como parte implicada en la muerte de Lorca.

R. Pues ya te puedes imaginar, claro que nos ha afectado. Hasta en eso del apellido, el quitarnos el Ruiz las tres, pues nos lo quitábamos porque nos avergonzábamos. Pero paso, ya está bien. Era un buen padre, un tío estupendo.

P. Uno imagina cómo bordaría usted un personaje como Bernarda Alba. ¿Por qué no quiere hacerlo? ¿No sería un gran gesto?

R. Pues por eso. No me apetece. Me hace daño. No quiero hacer grandes gestos, yo soy de pequeños gestos. Es un asunto que he guardado en el cajón, un largo proceso de tiempo asimilar aquello. Para mí ya está en su sitio. Si me decidiera, lo haría bien y la gente iba a ir, pero no es un personaje que podría afrontar con libertad. Lo dejamos así. Hace 20 años, que era más insensata, a lo mejor podría haberlo hecho. Y eso que a Bernarda Alba yo la veo como un símbolo de amor a sus hijas tremendo. Es el miedo a que las pase algo el que la hace caer en ese fanatismo y esa dureza.

P. ¿Es usted lo que aparenta?

R. No, soy muy frágil, pero no me gusta que se me note.

P. ¿Una pista?

R. No, no quiero hablar de los agujeros negros, así que ¡a ti te voy a contar! Yendo de fuerte y de bruja me ha ido como me ha ido…

P. ¿Débil y santa, entonces?

R. Tampoco, soy muy nada. La interpretación es una cosa muy grande. Construir un personaje, jugar con todo eso, es enorme, sublime. Mi método ha sido observar. No podría trabajar con alguna tragedia que me ocurriera en mi vida referente a mi hijo, por ejemplo. Imposible. Tenemos una relación única, aunque ha cumplido 40 y está criadito, vive conmigo.

P. ¿Con 40 años?

R. Tiene una gracia eso.... Esta es una sociedad única. ¡Estamos condenados a vivir juntos! No sé qué decir. A nadie le extraña que vivas con una boa, pero sí con tu hijo. Si preguntas a cualquiera ahora qué quiere ser de mayor, te respondería: ¿Yo? ¡Hijo!

P. Eso lo coge Freud y…

R. Pues nos pasan cosas muy bonitas.

P. ¿Qué hay que hacer para que la gente vaya al cine?

R. Para empezar, que Montoro no nos ponga verdes y nos vean como unos desalmaos. El cine español es otra cosa: un arte con ideas y sentimientos.

DNI urgente

Teresa Marta Ruiz Penella nació en Bilbao el 29-7-1939. Ha trabajado con directores como Berlanga, Mario Camus. Gerardo Vera, Vicente Aranda, Bigas Luna o Álex de la Iglesia. Con este último ganó en 2013 el Goya a la mejor actriz de reparto por Las brujas de Zugarramurdi.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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