Miserias ¿obligadas? de la fama
Los anuncios de las bodas de George Clooney y Brad Pitt y Angeline Jolie han convulsionado Internet
Se supone que el cine con pretensiones de espectáculo aspira a vender sueños, sabe que gran parte del público se identifica o se enamora de la imagen que proyectan las estrellas y que hasta el detalle más banal de su vida privada, publicitado hasta la nausea por todos los medios de comunicación, tiene asegurada en cualquier parte del planeta la demanda morbosa (o solo imbécil) de millones de personas. Los ojos y los oídos de estas, y también los de aquellos que limitamos nuestra mitomanía a las sensaciones que nos provocan en la pantalla los actores y actrices que admiramos pero no tenemos el menor interés por saber qué marca de dentífrico utilizan o si les gusta compartir su lecho con hombres, mujeres o animales, vamos a tener que gozar o sufrir sobredosis de información inútil porque George Clooney, legítimo heredero del encanto de Cary Grant, y la seducción hecha mujer y hombre, o sea Angelina Jolie y Brad Pitt, han decidido abandonar su soltería y su concubinato para mediante sagrados o laicos votos de matrimonio recibir la bendición de Dios o de la sociedad.
Me cuentan que los anuncios de esos casamientos han convulsionado Internet hasta extremos delirantes. Los protagonistas de la noticia no tienen la culpa de ello e imagino que en sus anhelos tampoco tiene prioridad esa fastuosa ordinariez del trending topic. Ya son guapos, ricos y famosos. Pero sí existen otros profesionales del espectáculo, que gozando también de esos privilegios, consideran que su estrella se está apagando si no colapsan la Red. Preferiblemente con movidas tontas, inocuas, dadaístas o escandalosas. Jamás por haber inventado la penicilina, esas cositas que ayudan al bienestar de la humanidad.
Hoy tiene prioridad esa fastuosa ordinariez del trending topic
Los estudios de Hollywood consideraron prioritario durante mucho tiempo que el público estuviera convencido de que la gente que idolatraban en la pantalla eran exactamente iguales en la vida real, desprendían el mismo encanto, les habían parido así, no eran el invento de guionistas y directores. Consecuentemente, gastaban una parte notable de su presupuesto en construirles una vida ficticia a todos los que tenían gustos sexuales que no se regían por la ortodoxia, tenían adicciones asumidas o vergonzantes, la violencia se colaba o mantenía sitio fijo en su existencia, pensaban y practicaban cosas que no convenían a su imagen.
Kenneth Anger, cuya carrera como director experimental ni sus coqueteos con el satanismo alcanzaron demasiadas glorias, consiguió un puesto de honor en el cotilleo inteligente y perverso con sus libros Hollywood Babilonia y Hollywood Babilonia 2. Su prosa sarcástica, cínica y devastadora estaba al servicio de la demolición de algunos mitos hollywoodienses, hablando del lado oscuro en conductas presuntamente transparentes, de que en variados y notables casos nada era lo que parecía. Vaya usted a saber si era cierto. En cualquier caso, había talento en la escritura del sofisticado buitre.
Pero no hay el menor rastro de él en Servicio completo firmado por Scotty Bowers, camarero, empleado de gasolinera, alcahuete y puto, intentando convencernos con una escritura tan lamentable como cursi de la homosexualidad y el lesbianismo de infinitos clientes suyos, legendarios habitantes de Hollywood, que mantenían apariencia heterosexual. Según su testimonio, Laughton también practicaba la coprofagia. ¿Y a quién le importa? Sobre todo, a los productores, a los dueños del negocio. Cuestión de pasta. Como siempre.
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