La ola gastronómica que nos invade, hace tiempo que llegó al cine con películas de medio mundo que aunaban comedia romántica, estructuras de escuadra y cartabón y generosas dosis de sensiblería. Un subgénero que, antes de alcanzar el hartazgo, incluyó piezas tan estimables como Bon appétit, trabajo de David Pinillos que, gracias a la elegancia formal y al equilibrio entre musicalidad e identificación, se salía de la medianía gracias a su capacidad para la empatía. Unas virtudes que no alcanza ni a vislumbrar la coproducción hispanoirlandesa Amor en su punto,dirigida por Teresa de Pelegrí y Dominique Harari, y ambientada en Dublín, que reúne dos extrañísimas virtudes: que a la salida del cine se tengan tan pocas ganas de comer como de encontrarse con sus criaturas protagonistas.
AMOR EN SU PUNTO
Dirección: Teresa de Pelegrí / Dominique Harari.
Intérpretes: Richard Coyle, Leonor Watling, Simon Delaney.
Género: comedia. España, 2014.
Duración: 87 minutos.
Con una puesta en escena incluso más tosca que plana y unas dosis de estrambote que, en un par de secuencias, casi logran el ridículo (la lucha con la harina y el café, y la lisérgica secuencia de las gafas de visión nocturna), Pelegrí y Harari, coguionistas de las comedias de Joaquín Oristrell y directores de la fallida Seres queridos (2004), no aciertan a compensar los necesarios claroscuros de los personajes con la necesidad de generar atracción.