Una Nueva York para el olvido
Durante un rato espero conectar con los problemas tratados de forma agridulce de estos náufragos urbanos. Pero no hay manera.
Cualquier memoria verdaderamente cinéfila posee una tonelada de recuerdos, muchos de ellos imborrables, de la ciudad de Nueva York. Hasta el punto de que la primera vez que la pisas te asalta una fascinada sensación de déjà vu y de que sus paisajes te resultan más familiares que lugares en los que has vivido. En esa memoria cinematográfica se mezclan la luz y la oscuridad, Nueva York puede ser mágica y provocar miedo, alimentar comedias y sentirte amenazado. En la película Shame una perdedora canta una versión de New York, New York, esa canción exaltante, épica, sensual y grandiosa en la voz de Sinatra, que te pone los pelos de punta, que solo transmite derrota y tristeza. Pero independientemente de que las historias que cuenta Woody Allen sobre la gente de su ciudad sean dramáticas, graciosas, hilarantes o agridulces, Nueva York siempre aparece retratada con amor, es un sitio donde te apetece vivir.
LA VIDA INESPERADA
Dirección: Jorge Torregrossa.
Intérpretes: Javier Cámara, Raúl Arévalo, Carmen Ruiz, Tammy Blanchard, Gloria Muñoz.
Género: comedia. España, 2014.
Duración: 108 minutos.
La penúltima visita que he sufrido en el cine a esa ciudad mitológica ha sido la insoportable Frances Ha, una tontería con pretensiones y adornada con la etiqueta indie (cuántas estupideces se perpetran en nombre de esa cosa tan prestigiosa como mayoritariamente vacua e impotente llamada cine independiente), que describe en estratégico blanco y negro, con personajes, situaciones, diálogos y actores lamentables, la llevadera supervivencia y las muy inanes relaciones de una chica presuntamente vitalista y con vocación danzarina.
Esperaba que me desapareciera la fatiga que me provocó esa visión indie de la vida en Nueva York ante La vida inesperada, de la que llegaba algún entusiasmado comentario crítico y también la muy complacida respuesta del público en el festival de Málaga.
Narra el encuentro en Nueva York entre un señor de provincias, presunto asesor financiero, a punto de casarse, y un primo suyo que lleva diez años viviendo allí, con la intención del primero de pasar un mes invitado en su casa y conociendo a fondo los lugares y ambientes que no forman parte de la ruta turística. El inmigrante español que fue con la esperanza de triunfar como actor ya no dispone de sueños sin fundamento y se busca la vida currando en lo que puede. El esplendor que buscó algún día ha sido sustituido por la estricta supervivencia, aunque oculte su realidad a la familia. Tampoco nada es lo que parece en la visita del primo.
Durante un prudente rato espero conectar con los problemas tratados de forma agridulce de estos náufragos urbanos. También creérmelos a ellos y a la fauna que les acompaña. Sonreír ante los equívocos, amores, estupores y desventuras cotidianas que les acompañan, compartir el afecto, la ironía y la comprensión que sienten hacia ellos la guionista Elvira Lindo y el director Jorge Torregrossa. Pero no hay manera. Mi frigidez emocional ante su tragicomedia es absoluta. Y retorno a mi eterno desencuentro (solo aliviado por su trabajo en Vivir es fácil con los ojos cerrados) con Javier Cámara. Debe ser cosa de piel.
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