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EL LIBRO DE LA SEMANA

La aventura de la mente

'Infinito' está inspirada en la figura de Giacinto Scelsi, conde, compositor y poeta en lengua Se trata de una reflexión narrativa del británico Gabriel Josipovici sobre la vida y el arte

Giacinto Scelsi visto por Fernando Vicente.
Giacinto Scelsi visto por Fernando Vicente.

Gabriel Josipovici es el autor de uno de los estudios literarios que más me han impresionado nunca: Confianza o sospecha (Turner, 2002). Parte de que la nuestra es la “era de la sospecha”, como la bautizó Nathalie Sarraute refiriéndose a dónde colocar la confianza, por parte del escritor, cuando toda certeza, tradición o incluso estilo han dejado de ser incuestionables, empezando por la palabra misma, en un mundo dominado por la sospecha, un mundo en el que Adorno se preguntó si era posible escribir poesía lírica después de Auschwitz. Es un dilema central para el escritor contemporáneo: leer con suspicacia —dice Josipovici— es contrarrestar la ingenuidad, es conservar nuestra libertad de lectores. Y recuerdo dos conclusiones altamente lúcidas: una, que la sospecha tiene que seguir a la confianza, no precederla; y dos, que debe encontrarse una forma y un estilo que nos satisfagan, no porque hayamos logrado adormecer momentáneamente a la sospecha, sino porque hemos encontrado los medios para vencerla.

Josipovici es un escritor, crítico y profesor universitario perteneciente a la Academia Británica y autor de una decena de novelas de las cuales se conocen en España dos: Moo Pak y la presente Infinito, ambas publicadas por la editorial Cómplices. Ambas se parecen en que están construidas en torno a un hombre que habla y otro que escucha. En la primera, un escritor veterano habla a uno más joven acerca de problemas de la creación literaria. La segunda se complica un poco más porque quien habla es el criado (Massimo) de Tancredo Pavone, un aristócrata siciliano, compositor musical y hombre de gustos refinados y alta cultura; pero este Massimo habla a un interlocutor desconocido que desea conocer toda clase de detalles acerca de la vida y pensamiento del aristócrata, de manera que no es Pavone quien se muestra, sino su criado quien lo muestra, lo que marca una distancia y una selección en la información.

Josipovici aborda un tema sustancial al conocimiento con una elegancia capaz de concederle emoción, viveza y claridad

Josipovici se ha inspirado en la figura de Giacinto Scelsi, conde de Ayala Velva, compositor y poeta en lengua francesa. Fue íntimo amigo de Michaux y trató a los principales intelectuales del pasado siglo. Como compositor, comenzó inspirándose en el dodecafonismo hasta que en sus numerosos viajes a Oriente descubrió el verdadero valor de la espiritualidad tras un viaje al Tíbet acompañando al gran especialista Giuseppe Tucci, autor del magistral estudio sobre la religiosidad tibetana Las religiones del Tíbet (Paidós, 2013) y un libro de síntesis ético-histórica, Tíbet (Juventud, 1978). Desde este viaje, Scelsi trabajó sustancialmente a partir de una sola nota tan solo alterada por el tratamiento de armónicos y toda clase de inflexiones. Su obra solo empezó a tener cierta importancia a finales del siglo pasado.

Pavone es un hombre autosuficiente por ser rico. “Como tengo dinero —dice—, lo utilizaré para fomentar la causa de la música y de la civilización”. Pavone es un radical de la experiencia artística. Piensa que el rasgo más destacado del arte es su autenticidad. Piensa que la razón tiene límites, por lo que rechaza el papel de lo inconsciente, de los sueños, del sinsentido, de sus contemporáneos surrealistas, “pues estos no vieron que hay que descender mucho y por un camino muy arduo si se quiere dejar atrás la razón; por eso sus obras parecen las travesuras de un colegial”. A los artistas verdaderos “les interesaba adentrarse en el corazón del misterio y sacarlo a la luz del día sin profanarlo, sin que perdiera un ápice de su misterio”. Esta es la esencia de su actitud y de su pensamiento artístico.

Pavone toma de Scelsi su misma teoría musical. “Cuando volví de Nepal, me senté al piano en mi casa de aquí y toqué la misma nota una y otra vez, día tras día. Pero la diferencia era que ya no sentía la asunción de una derrota, sino que era una señal de triunfo”. Ello, unido al hecho de hallar la diferencia, que también proviene de la experiencia nepalí, entre canto y cántico, que consiste en que el canto empieza, termina y se detiene, y el cántico se alinea con los ritmos del universo. Así es como alcanza el sentido universal del presente. “Si oyes el ahora, dijo, oyes la eternidad”: esa es su síntesis.

El libro de Josipovici es una reflexión narrativa, es decir, una reflexión sobre la vida y el arte contada de manera narrativa, y ahí está su originalidad y su poder de seducción. El pensamiento fluye como una fascinante aventura de la mente en busca de la verdad. El monólogo del criado que habla de su amo con tanta serenidad y justeza como admiración mantiene un tono de escritura en el que la precisión se alía con el respeto para explicar el transcurso de una vida. En honor a Josipovici hay que decir que aborda un tema sustancial al conocimiento con una elegancia capaz de concederle emoción, viveza y claridad.

Infinito. La historia de un momento. Gabriel Josipovici. Traducción de Juan de Sola. Cómplices. Barcelona, 2014. 120 páginas. 14,80 euros

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