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Prender la mecha de la familia

Llega a Madrid la versión en castellano de 'El nombre', la comedia que se ríe de la tragedia cotidiana llamada mezquindad

'El hombre', dirigida por Gabriel Olivares.
'El hombre', dirigida por Gabriel Olivares. Alvaro Garcia

La bomba que se enciende con la mecha de una simple —quizá no tan sencilla— broma cuando un grupo de amigos y de parientes se reúnen para cenar ha provocado la risa por una larga temporada. También la identificación de los espectadores con esta historia de entrañas profundas, en la que a través de un vibrante diálogo se desenmascaran secretos, desavenencias, rencillas y esos pequeños odios que se van ocultando a lo largo de los años y que, así, como quien no quiere la cosa, por una palabra tonta, por ganas que tiene alguien de hacerse el graciosillo, saltan un buen día. El nombre se estrenó como obra teatral en 2010 en París, para ser después llevada a la gran pantalla de la mano de sus autores, Matheu Delaporte y Alexandre de la Patellière. A los escenarios catalanes llegó adaptada por Jordi Galcerán (Barcelona, 1964) en 2013 con gran éxito de crítica y público. Y ahora, el montaje en su versión en castellano dirigido por uno de los magos actuales de la comedia, Gabriel Olivares (Albacete, 1975), ocupa las tablas del Teatro Maravillas desde este sábado 26 de abril.

El nombre es todo un tratado sobre las relaciones familiares. La función se mete de lleno en la familia, el mayor de los campos de batalla”, explica Olivares, gran conocedor de la comedia francesa, quien se confiesa un enamorado de este texto “sólido, muy bien escrito” que construye teatro a partir de una anécdota, más que de un aparato argumental. Como en un castillo de naipes, al que el niño mimado, Vicente, da el primer soplo al desvelar el que será en nombre de su futuro hijo y organizar así un agrio debate alrededor, la comedia se va desenredando a la par que destruye mucho de lo que estaba establecido, y se daba por hecho y por sabido entre los personajes.

Actores de la versión en castellano de 'El nombre', dirigida por Gabriel Olivares.
Actores de la versión en castellano de 'El nombre', dirigida por Gabriel Olivares.

“Los personajes representan roles que poseen desde que son niños, algo que les viene impuesto o que desean mantener, como sucede en las familias”. ¿Les suena? “Esta función constituye un punto de inflexión que apunta a la madurez. Las cosas tienen caducidad, no puede ser que se asuma un rol, ser siempre el gracioso, o el sirviente… y hay un momento en que es necesario dar un puñetazo en la mesa, un golpe de estado familiar para que las cosas cambien”, continúa el director de El nombre, que ha elegido para este montaje una escenografía “hiperrealista, en la que se puede ver hasta el humo que echa el té”. “He pensado que era la lupa adecuada para poner sobre las relaciones personales y comunicar al público que esta no es una función que se pueda ver desde la abstracción”, prosigue.

La versión cinematográfica que se realizó en Francia no queda en el olvido, porque este montaje comienza y concluye con un guiño a la ganadora en 2013 de dos premios César —los más prestigiosos del cine francés— y que tuvo cinco nominaciones, con imágenes que se proyectan para dar después pie a la función teatral, con la que Olivares desea transmitir rapidez, agilidad, “como un plano secuencia” que viene favorecido porque esta es una historia en la que no existen elipsis, todo viene explicado ante el público. El recurso a la voz del narrador también trae ese elemento cinematográfico que Olivares ha querido emplear.

La obra se ríe de una cierta clase media intelectual y progre que existe tanto en Francia como en España… Jordi Galcerán

Lo que supone un intenso estudio del comportamiento de las personas en su ámbito más íntimo tiene ecos que a su vez nos trasladan a un contexto social. Así ve el dramaturgo y traductor Jordi Galcerán los puentes que unen al texto francés con su adaptación en catalán o en castellano. “Las cuestiones lingüísticas no han ofrecido demasiados problemas. La obra se ríe de una cierta clase media intelectual y progre que existe tanto en Francia como en España, en París, Barcelona o en Madrid…”, relata a través del teléfono. “Le saca los colores a personajes que son capaces de poner el grito en el cielo [por las posibles connotaciones de un nombre propio] …” y que después portan mucha miseria escondida en su interior. La obra, convienen adaptador y director, trae ecos de las creadas por la dramaturga francesa Yasmina Reza (Un Dios salvaje, Arte), protagonizadas por “personajes cultivados que se deben enfrentar a cuestiones más humanas”.

Amparo Larrañaga, mujer de teatro y apasionada de las tablas, reconoce que encarnar a Isabel, una mujer amable, y de carácter pacífico y colaborador, la anfitriona de la cena en la que todo termina por descubrirse, le trajo muchas dudas al principio. “Siempre me llaman para interpretar a la mujer con el látigo y esta es una matriarca silente", explica y alaba una comedia en que "no hay humor fácil ni chabacano...". Olivares ha reflexionado sobre la risa largo y tendido y de estas representaciones espera "muchas carcajadas y alguna risa congelada". La reacción ante la tragedia cotidiana de la mezquindad. Jorge Bosch, Antonio Molero, Cesar Camino y Kira Miró forman el resto del reparto de El nombre en el Maravillas.

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