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Dibujante famoso, progenitor pésimo

Guy Delisle se ríe de su día a día con sus hijos en el cómic ‘Guía del mal padre 2’ Es una obra muy distinta de sus tebeos más famosos

Tommaso Koch
Una de las viñetas de 'Guía del mal padre 2'.
Una de las viñetas de 'Guía del mal padre 2'. GUY DELISLE

La niña al fondo. Y el niño cerca de la puerta. Pero un asunto tan baladí como la elección de qué hijo duerme en cada cama puede no ser tan fácil de solventar. “¿Por qué no puedo coger yo la del fondo?”, pregunta inocente el pequeño Louis. De todas las respuestas posibles, su padre escoge una que dura 17 viñetas e incluye la eventualidad de que un asesino entre por la noche, intente acuchillar a los pequeños, solo consiga lacerar algunas arterias del más cercano a la puerta y así permita a la familia, en medio de un baño de sangre, salvar al menos a la otra hija, Alice.

Si realmente el dibujante Guy Delisle (Quebéc, 1966) hubiese respondido de esta manera al pobre Louis, merecería una denuncia de Unicef. Sin embargo, lo único auténtico es una escapada familiar a una casa rural y una disputa infantil sobre camas. Lo demás, por suerte, es fruto de su imaginación. Y una de las historietas que puebla Guía del mal padre 2 (Astiberri), segundo volumen que el artista dedica a una delirante narración por sketch de sus vivencias con sus pequeños y sus pésimas habilidades como progenitor –exageradas aposta, tercia -.

“Hacía mucho que venía dándole vueltas. Ahora mi día a día son mis hijos. Los miraba y pensaba: ‘Quizás pueda contar una historia’. De todos modos me gustaba trabajar con los detalles de la vida cotidiana también en mis otros libros”, cuenta Delisle por teléfono desde Montpellier, donde reside. Aun así, los aficionados de sus obras anteriores se encontrarán con un mundo completamente distinto.

Se mantiene, de alguna manera, el estilo: Delisle se retrata a sí mismo en medio de acontecimientos entre marcianos y raros. Pero la descripción tragicómica del régimen norcoreano (Pyongyang) o de la compleja vida en Myanmar (Crónicas birmanas) deja paso a una veintena de episodios entre deberes, cumpleaños, videojuegos y demás actividades padre-hijos. Aunque Delisle no echa de menos los tiempos de la aventura: “Viajo mucho, por mis libros. La semana próxima voy a Polonia. Y, luego, a la India…”.

Una viñeta de 'Pyongyang', de Guy Delisle.
Una viñeta de 'Pyongyang', de Guy Delisle.ASTIBERRI

Quizás algún crítico sí eche en falta las viejas historias del dibujante canadiense. Respecto a los aplausos habituales o a los premios (su Crónicas de Jerusalén fue el mejor cómic de la edición 2012 de la feria de Angoulême) esta vez se han levantado más voces en contra. Delisle, sin embargo, asegura que apenas lee las críticas ni tampoco le interesan especialmente.

Eso sí, el humor negro no ha abandonado al dibujante. Ni tampoco el recuerdo de aquellos viajes. En 2003, en el más famoso de ellos, se fue a vivir a Pyongyang, reclutado por una compañía de animación. Entre las condiciones, tuvo que firmar un acuerdo de confidencialidad –los queridos líderes no aman la comunicación- y nada más aterrizar le llevaron a homenajear a una estatua de Kim Il-sung –los queridos líderes sí aman ser queridos-.

Sin embargo, la empresa quebró, con ella el pacto, y Delisle retrató al régimen, su control y el mundo fuera del mundo de Corea del Norte en una novela gráfica. “No saben lo que está pasando más allá de sus fronteras, te sientes en una secta. Cuando la dictadura caiga nos sorprenderá la locura de ese país. Allí todo es posible”, cuenta ahora Delisle. Tanto que, presuntamente, el flamante dictador Kim Jong-un habría servido a su tío, aún vivo, como plato del día para unos perros hambrientos. Delisle no lo considera imposible, como sí fue encontrar a alguien que soltara incluso una sola palabra contra el régimen: “Para ellos sería muy peligroso hablar de eso con un extranjero. Son muy fieles a su líder, y en todo caso no tienen elección”.

Años después de la experiencia coreana, el dibujante siguió a su mujer, miembro de Médicos sin Fronteras, hasta Myanmar. De allí salió Crónicas birmanas, el segundo retrato autobiográfico de un intruso a paseo por una sociedad cerrada. La portada del libro le retrata, literalmente, empujando con aire inocente un carrito con su hijo ante unos militares. “En Rangún, donde nos hospedábamos, la gente tenía una vida decente. Lo duro es para los que habitan en otras zonas del país, dónde los turistas no están autorizados siquiera a viajar”, relata el autor.

Una nueva etapa de su periplo le llevó hasta Israel, otra vez siguiendo a su esposa. “En Jerusalén el conflicto está muy presente. Hay muchos soldados, con sus pistolas. No me sentía cómodo. Durante nuestra estancia hubo un ataque contra Gaza y mi mujer tuvo que trabajar el triple. La gente con la que hablaba le decía que temía ser bombardeada”. Como es su costumbre, luego Delisle cogió notas, memoria y paciencia y parió Crónicas de Jerusalén.

“Los dibujos que hago para mis cómics normalmente no los colgaría en una pared. No soy el tipo de artista del que puedes exponer las viñetas en un muro y que queden bien. Están hechas para un libro, para servir a la historia”, defiende. Ya sea para narrar un dictador, una guerra o un conflicto por una cama.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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