Asteroides conscientes y soles de mentira
El artista danés Olafur Eliasson muestra en Madrid sus obras entre ciencia y naturaleza La galería Elvira González recoge 11 piezas en la exposición 'Your successful uncertainty'
El visitante se sitúa ante un cristal ahumado en la sala principal de la madrileña galería de arte Elvira González. El objeto ha sido transformado sutilmente en espejo y en los bordes deja de reflejar a quien mira para diluirse con el mundo. El visitante toma entre sus manos el trozo de meteorito que ha dejado ahí el artista Olafur Eliasson (Copenhague, 1967), siente su peso de otra galaxia, su textura. El autor danés, padre de la experiencia, da instrucciones: “Eres el asteroide. Mira las cosas desde la distancia, siente cómo se aproximan, siéntelas pasar y piensa en ellas como cosas que ya han pasado”. Esta obra es una de las 11 que forman la muestra Your successful uncertainty (Tu exitosa incertidumbre), expuesta hasta el 16 de abril.
“Mi trabajo es, en general, mi lenguaje, y puedo usarlo para decir muchas cosas distintas. A veces, para ser honesto, cambio de opinión. Y, más importante incluso, a veces no sé qué pensar de algo”. El danés se empeña en trasladar al público las grandes cuestiones que se hace a sí mismo. El pequeño asteroide (Your mindful meteorite, Tu meteorito consciente) es la primera con la que se topa el visitante que pisa la galería —el lugar del ser humano en el universo, la capacidad de comprender su enormidad—, pero no la única. Lleva años trabajando en torno a la percepción física de la realidad (con varias exposiciones en Madrid a sus espaldas), planteando obras que cambian con el lugar en el que se exponen, la mirada del espectador o las condiciones climatológicas.
En Waterfall machine (Máquina de catarata), dos cilindros de acero giran en sentido opuesto para crear la ilusión de una masa de agua que cae eternamente. El truco no está en el artefacto, sino en los ojos del que mira: “Soy muy crítico con la idea de que la calidad de una obra de arte está en la misma obra de arte. Mi forma de utilizar la naturaleza va hacia la desmaterialización, y el hecho de que el sujeto es constitucional para el objeto y que sin él no tendría potencial”. En Parabolic planet (Planeta parabólico), el pequeño planeta semiesférico que crea el reflejo de una roca de lava en un espejo realmente no existe, o solo lo hace en la mente del espectador.
Otros proyectos parecen más evidentes. El Sol que creó en The Weather Project (2003), su instalación más conocida, ponía mucho empeño en parecer real. El falso astro en forma de circunferencia, hecho con miles de bombillas y suspendido en la enorme sala de turbinas de la Tate Modern de Londres, recibió dos millones de visitantes durante seis meses. Otro de sus experimentos más sonados, The New York City waterfalls (Las cascadas de Nueva York) de 2008, consistía en recrear cuatro cataratas en pleno East River neoyorquino por el precio de 15 millones de dólares. Pero Eliasson insiste: todo esto no es una intrincada evolución del pictoricismo. “El arte es una máquina de producir realidad. Eso puede incluir una representación de algo, pero la obra es parte del aquí y el ahora”, explica el artista.
Pese a su lazo evidente con la naturaleza (en la galería Elvira González se suceden un enorme tronco convertido en una brújula colgante o un álbum familiar de cráteres, hoyos y charcos islandeses) Eliasson se empeña en dibujarse como un artista pegado a su entorno y comprometido con la historia. De vanguardia, nada: “La avant-garde pavimentó el camino, pero como artista también quieres ser parte de un sistema, no solo el reflejo marginal de un centro. Si eres demasiado libre, es difícil ser responsable”. Él (y su estudio de 70 personas, desde ingenieros a ayudantes, con los que crea las piezas) se ha aproximado progresivamente a un cierto arte social. Y no solo por su colaboración con el artista y disidente chino Ai Weiwei en el proyecto online Moon, una especie de muro donde los internautas pueden hacer grafitis virtuales. Con el proyecto Little Sun, una lámpara portátil que funciona con energía solar, se acerca al activismo ecológico. Los 22 euros que se pagan por la linterna en los países del primer mundo (también la galería Elvira González) permiten hacerla más barata y accesible, mediante distribuidores locales, en territorios sin electricidad.
Pero, si Eliasson se enmarca confortablemente en el sistema creativo e histórico, lo hace menos (o eso asegura) en el sistema del mercado del arte. Aunque la entrevista coincide con la feria de arte contemporáneo ARCO, el danés es tajante: “No voy a pisar ARCO. El problema con las ferias de arte es que hacen creer que son el mundo del arte, pero no es así. No son una plataforma para ver arte, sino una plataforma para ver arte que ha sido colgado para ser vendido”.
Babelia
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