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Chic, Neneh Cherry o Röyksopp se suman a Sónar 2014

El festival barcelonés presenta 58 nuevos artistas para su edición del mes de junio El certamen escenifica con su propuesta un claro relevo generacional en su público

Daniel Verdú
Nile Rodgers, líder de Chic, y Sylver Iogan Sharpe en un momento de la actuación durante el festival Sónar 2006.
Nile Rodgers, líder de Chic, y Sylver Iogan Sharpe en un momento de la actuación durante el festival Sónar 2006.Gianluca Battista

Sónar ha presentado esta mañana lo que podría considerarse el grueso del cartel de su 21ª edición. Una programación que, como acostumbra cada año, traza un recorrido histórico a través de diferentes etapas de la música de baile y en la que, de nuevo, encuentra su lado más innovador y futurista en esa famosa segunda línea de propuestas. Ahora, a nombres como Massive Attack, James Holden o Plastikman, se unirán los de la última camada de los hijos (o parientes lejanos) del masivo EDM estadounidense y los de algunos fundadores o continuadores de la propuesta de baile tradicional. Todo un relevo generacional escenificado a lo largo de tres días de festival.

Para entender de dónde viene todo, así como otros años Sónar invocó los nombres de leyendas como Roxy Music o Kraftwerk, en junio aterrizará en Barcelona Chic, la mítica banda disco liderada por el renacido Nile Rodgers. Ya estuvieron en el festival hace ocho años. Pero vuelven ahora tras renovar el interés de un público que por juventud, probablemente, no sabía quién demonios eran antes de que su líder y guitarra participase en el último disco de Daft Punk (especialmente en el éxito Get Lucky), o colaborase con artistas como Disclosure y Tensnake.

Un trasvase artístico que ilustra bastante bien el signo de los tiempos y el propio cartel del festival, en el que cada vez están más disueltas las fronteras entre el pop y la electrónica. Entre el underground y el mainstream y, sobre todo, entre dos generaciones criadas en la electrónica y que no necesariamente tienen demasiado de qué hablar entre ellas. Para resumirlo a lo bruto: la que alumbró el techno de Detroit y ha terminado abrazando una idea más circunspecta de la música, y la que ahora crece al calor de Skrillex y otros aledaños de la escena masiva como Major Lazer y se entrega a la alegría y la evasión a través de su sonido.

Esta segunda escena, la que está captando a una parte de público de no más de 25 años y que surgió, entre otras cosas, tras la fragmentación del fenómeno dubstep y sus conexiones con artistas como Diplo, coge cada vez más cuerpo en Sónar con artistas variopintos como Dj Snake, Alizz, Huchi, UZ (uno de los reyes del trap) o incluso en el apartado más comercial, Flux Pavilion. Muchos de ellos con billete de ida y vuelta al mainstream (músicos como Lady Gaga y Kanye West miran hacia ahí para actualizar su propuesta) y poseedores de un sonido cuya inspiración es un pastiche de influencias procedente de las costumbres y usos culturales de la fragmentada era digital. Y cada vez son más.

“Las nuevas generaciones siempre han tenido detractores en la generación anterior. Ahora vuelve Nile Rodgers, por ejemplo, que inventó el disco y que era repudiado por el mundo del rock n roll. Es un proceso natural. Ya hemos visto otros momentos parecidos. Pero queremos evolucionar, no vamos a ser un festival de techno de Detroit del año 94. No digo que sea mejor, pero nos interesa el momento actual”, explica Enric Palau, codirector del festival y responsable del apartado artístico, sobre esa brecha tan clara que, quizá por primera vez, se establece dentro del público de Sónar.

La otra cara del género también está presente en Sónar. Habrá artistas como Todd Terje, que presenta su nuevo disco, Trentemøller, Dâm-Funk, Kid Koala, Audion, Forest Swords o Mathew Dear.Todos ellos reponden a la sensibilidad, quizá más tradicional, del público de Sónar. “Es un cartel que pide entrar en detalle. Es exigente con el público y eso satisfará a los amantes de la música. Hay artistas más evidentes como Chic, Massive Attack o Richie Hawtin. Pero la letra pequeña explica mucho la situación en la que estamos ahora mismo, cómo se gestiona el talento musical. Creo que es bastante Sónar: no tiene miedo a explorar por los extremos. Define bien cómo funciona el mundo hoy, ya no hay grandes corrientes estructurándolo”, explica Ricard Robles, codirector del festival.

Esa idea respondería, en parte, a la falta de unos nítidos cabezas de cartel más allá de los retrospectivos Massive Attack y Chic. En el apartado más pop se ha pensado en los noruegos Röyksopp y la sueca Robyn, que se presentarán unidos en un nuevo proyecto. También llegará a Sónar Likke Li, que presenta nuevo álbum y con la que se busca a ese tipo de artista que fue para el festival Lana del Rey. Una figura cuyo interés (para el que se lo encuentre) va más allá de la música y se construye a través de lo mimbres del personaje. Una de las propuestas más interesantes, será el regreso de Neneh Cherry, que tras 18 años sin publicar un disco en solitario, acaba de lanzar un álbum producido por el talentoso Four Tet que presentará en los escenarios de Sónar de Día.

El festival acoge también el proyecto DESPACIO. Un experimento en el que James Murphy y 2manydjs se encierran en una sala equipada con un sistema de sonido MCintosh (uno de los mejores del mundo) pinchando únicamente vinilos durante 6 horas, en un escenario exclusivo de Sónar de Día durante las tres jornadas del festival. El espacio estará dotado con 7 torres de altavoces dispuestos en círculo, con un total de 50.000 vatios de potencia. James Murphy y 2manydjs aprovecharán el viaje y también pincharán en Sónar de Noche.

Es interesante también el acuerdo al que ha llegado Sónar con el festival Unsound de Cracovia, quizá el evento más prestigioso del mundo ahora mismo en eléctrónica underground. Los polacos traerán a Robert Piotrowicz y a Oren Ambarchi, que actuará con la Sinfonietta de Cracovia en ese gusto del certamen por las intersecciones con los sonidos clásicos. También despierta mucho interés el nuevo show de Ben Frost, cada vez más cercano a lo orgánico y esta vez con dos baterías sobre el escenario. O los referenciales Matmos y el joven Forest Swords, que promociona ahora mismo su espléndido Engravings.

Pero al final, Sónar deja un dibujo claro que gustará más o menos: la promiscuidad exacerbada entre los artistas del mainstream y el supuesto underground. La idea del productor casi adolescente trabajando con un ordenador en su habitación con las zapatillas puestas ha calado en una descompuesta industria sin ideas ni dinero. Los métodos de trabajo y el sonido del hazlo tú mismo, incluso los métodos de promoción y comunicación de los artistas más pequeños, se filtran en la música más comercial. También Coldplay recurre estos días a un artista como Jon Hopkins (presente en Sónar) para aparecer mucho más experimental en su último disco. Para bien o para mal, cada vez está todo más cerca.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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