Un correcto ‘thriller’ chino se hace con el Oso de Oro
La soberbia ‘Boyhood’, de Richard Linklater, la mejor película del concurso, se tuvo que conformar con el premio a la mejor dirección No hay ningún nombre latino entre los galardonados
No era la mejor película del concurso, pero desde luego era una de las más destacadas. La china Bai ri yan huo, la tercera película del director Diao Yinan, ha logrado el Oso de Oro de la Berlinale 2014. Sin desmerecer su calidad, es un thriller entretenido con sorpresas que picotean el devenir de los acontecimientos, al jurado parece haberle podido el carácter de su presidente, el productor estadounidense James Schamus.
Primero porque Schamus está detrás de algunas de las más grandes películas del cine ‘indie’ estadounidense –hasta hace poco dirigía la productora Focus Features- y sin embargo su jurado ha huido de la propuesta más interesante del concurso, la estadounidense Boyhood, de Richard Linklater, rodada durante 12 años para reflejar en pantalla el proceso de maduración de un crío desde que empieza en el colegio hasta que entra en la Universidad sin destilar ni una gota de dogmatismo, sentimentalismo, paternidad o mensaje rimbombante. Sencillamente Linklater cuenta qué es la vida, cómo fluye a través de los pequeños acontecimientos. Para ese esfuerzo prodigioso el jurado reservó el premio a la mejor dirección: poco trofeo para tal acontecimiento fílmico. Segundo, porque Schamus conoce bien el cine asiático –es el productor de las películas de Ang Lee (Brokeback mountain, Tigre y dragón, La tormenta de hielo, Hulk, Comer, beber, amar) desde el inicio de su carrera- y ha priorizado un thriller chino en la que, desde luego, era una sección a concurso en la que le habían puesto en bandeja desde la organización esa posibilidad: había hasta tres películas chinas compitiendo por el Oso de Oro.
Por supuesto, Bai ri yan huo (su título internacional es Black coal, thin ice) tiene su miga: desentraña la persecución a lo largo del tiempo de un asesino múltiple por parte de un expolicía, en el terriblemente frío norte de China. La acción arranca en 1999, pero la mayor parte del metraje transcurre en el siglo XXI. Y sin duda, el trabajo de su intérprete protagonista, Liao Fan, es espléndida, con lo que su Oso de Plata al mejor actor no chirría. La trama es entretenida, Liao convence, y eso hace que uno perdone con simpatía ciertos desbarres de la trama, giros y momentos extraños que alejan el thriller de la que podría ser una obra con muchísimas similitudes al universo de Enrique Urbizu. Dura, en colores pardos o blancos y negros –obligados por la nieve y la suciedad que ambientan la intriga, en la que chocan ese expolicía y una femme fatale de manual, con apariencia de mosquita muerta pero con una curiosa habilidad: todo hombre que se relaciona sentimentalmente con ella acaba apareciendo asesinado y troceado.
El contingente asiático recibió más parabienes: la actriz japonesa Haru Kuroki fue Oso de Plata a la mejor interpretación femenina por su papel de criada en Chiisai ouchi, otro meloso drama del realizador Yoji Yamada, que el año pasado ganó en la Seminci de Valladolid con Una familia de Tokio. La película, que se desarrolla a inicios de la segunda Guerra Mundial, huele a naftalina de su primer a su último plano. El Oso de Oro a la mejor contribución artística fue para Zeng Jian, el director de fotografía de la china Tui na, la historia de una casa de masajes en la que todos los masajistas son ciegos, obra de Lou Ye, un realizador marcado por el lustro en el que el Gobierno le prohibió dirigir, y que tampoco aquí lograba su mejor trabajo.
El otro buque insignia estadounidense de la Berlinale, la espléndida El gran hotel Budapest, de Wes Anderson, se llevó el segundo premio, el Gran Premio Especial del Jurado, merecido trofeo para una película en la que su director desarrolla una ternura por sus personajes como solo había apuntado en su carrera en pocas ocasiones (en Moonrise kingdom, por ejemplo). Otro filme que salta por el tiempo y que se centra en un posible asesinato, rodeado, eso sí, del mundo singular y mágico de Anderson.
El palmarés
Alain Resnais ha salido muy bien parado de esta Berlinale. Si el viernes por la noche la FIPRESCI le concedió su premio por Aimer, boire et chanter, el jurado oficial tampoco olvidó al director francés más veterano en activo, con 92 años, y le otorgó el Oso de Oro premio Alfred Bauer, “por una película que abre nuevas perspectivas”, una justificación algo incongruente, porque la película sigue en la línea que desarrolla en sus últimos trabajos Resnais: teatro filmado. No en vano, adapta por tercera vez en su carrera una obra del dramaturgo británico Alan Ayckbourn.
De todas las películas alemanas –propias o coproducidas- y austriacas a concurso, el grupo de mayor número, el jurado decidió galardonar el guion de la interesante Kreuzweg (Stations of the cross, de Dietrich Brüggermann, obra del director y de su hermana Anna. Poco consuelo para tanta representación.
Finalmente todos los títulos latinos se llevaron un buen chasco: ni Brasil, ni España (que participaba con No llores, vuela, de la peruana Claudia Llosa) ni Argentina –con dos títulos a concurso- rascaron un solo trofeo. Hay que buscar en los galardones otorgados por otros jurados un nombre hispano: la mejor primera película de toda la Berlinale fue la mexicana ‘Güeros, de Alonso Ruizpalacios, en una edición en la que había muchísima representación hispanoamericana aunque escasa española. Desde dentro de la organización ya avisaron que había pocas, poquísimas películas españolas disponibles para la Berlinale: de donde no hay menos aún se puede elegir.
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