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Ejercicios de conquista global

Jason Wu se estrena en Hugo Boss con una colección que añade códigos masculinos al universo de la ropa femenina

Antonio de Moraes Barros Filho (FilmMagic)

Hay algo de conquista global en el estreno de Jason Wu como director creativo de Hugo Boss. Estamos ante una marca de origen alemán perteneciente a un grupo italiano (Marzotto) que desfila en Nueva York y que acaba de fichar a la gran realidad de la moda americana de origen taiwanés-canadiense. Mientras ustedes aún deciden dónde ubicarlo, Anna Wintour dio su dictamen hace 4 años, cuando el Council of Fashion Designers of America (la asociación oficial de diseñadores estadounidenses, que ella respalda desde Vogue) le concedió el premio a talento emergente. El mismo que promocionó también a Alexander Wang y meció su cuna para que dominara el mundo desde Balenciaga, en esa inteligente jugada de Wintour por tender hilos con el amigo (y el dinero) asiático.

Ayer, la directora de Vogue se sentaba en la primera fila de su presentación en Nueva York para contemplar los éxitos de su criatura. También estaba Gwyneth Paltrow, que esa misma jornada había revelado su tercera colaboración con Hugo Boss, como imagen del nuevo perfume de la firma. En un guiño deliberado a la división cosmética de la firma, Wu cerraba el desfile con Stella Tennant luciendo un esmoquin del mismo corte que el que porta la actriz en el anuncio.

Hubo mucho de ese juego de trasladar los códigos masculinos al femenino sobre la pasarela de Boss en esta primera colección para mujer del modisto de 31 años (pocos días después de mostrar la que firma con su propio nombre). No en vano, la marca ha asentado buena parte de su mercado en el hombre (ahí estaban sentados en primera fila Gerard Butler y Benedict Bumberbatchpara atestiguarlo), pero es consciente de que aún le queda mucho por recorrer en la boyante primera división de las compradoras fashionistas. Como decía en privado la propia Paltrow: "Le faltaba algo para convertirse en algo preciado, especial".

Wu parece haber llevado la tarea -o, al menos, el primer paso- a buen puerto. Aunque falte por pulir, su revisión del uniforme para el trabajo (tirando a sobrio), los abrigos de corte casi militar (con ecos a la Bauhaus) y los vestidos de noche marca de la casa (todos con el largo tirando mucho más abajo de la rodilla) logran dotar de consistencia a esta difícil tarea de reencaminar el universo Boss. Con una paleta neutra (carbón, azabache, camel, algún nude), y apuntes op art, el joven que vistió a Michelle en las dos investiduras de Obama se declaraba apto para cimentar su nueva senda por la vía del pragmatismo. Solo falta por ver que la jugada (y la inversión) se traduce en resultados evidentes para Boss; que sirva para algo más que para redoblar sus ventas de perfumes. Con eso ya tendrían bastante. Pero la ambición del joven Wu apunta a mucho más que eso. La respuesta, tras la excitación del estreno, la tendremos en cómo evolucione en las próximas temporadas.

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