Mujeres reales de Nueva York
La pasarela para otoño-invierno se olvida de las excentricidades. De Carolina Herrera a The Row, la cita apostó por lo útil
El director de Parsons, la escuela de diseño más prestigiosa de Estados Unidos, se lamenta en sus conferencias de que el término comercial sea utilizado de forma peyorativa para describir un producto textil. “Vender está bien. Solo porque tu proyecto sea muy popular no significa que sea malo. El acercamiento esnobista al éxito global me parece caduco”, argumenta Simon Collins.
Este discurso moldea a sus alumnos —entre los que se cuentan Alexander Wang o Jason Wu— y refleja el espíritu de la Semana de la Moda de Nueva York. Si París, Milán y Londres representan el lujo artesanal o la creatividad, Manhattan solo responde ante la calle y sus demandas. Sin complejos.
“En mis colecciones persigo ese equilibrio perfecto entre realidad y sueño. Pero creo que los desfiles aportan casi toda la fantasía, con esas modelos altísimas y delgadas”, bromea Carolina Herrera. La diseñadora, cansada de tanta “nostalgia y reinterpretación de los años cuarenta”, busca explorar nuevas proporciones, dice. Faldas lápiz, chaquetas de hombros redondeados y zapatos bajos, que, irónicamente, podrían conformar el vestuario de una moderna Melanie Daniels (el personaje de Tippi Hedren en Los pájaros). Fiel a sí misma y a su público, Herrera no olvida reinterpretar el gran best seller de la casa: el vestido palabra de honor, que para otoño-invierno ofrece en paño de lana. Pura carne de alfombra roja. Mención aparte merecen los chaquetones y jerseys rematados en piel y las piezas de día con estampados geométricos en azul y naranja.
Mary Kate y Ashley Olsen se centran en lo que mejor saben hacer: prendas básicas, siluetas limpias y materiales lujosos. Las otrora niñas prodigio y hoy creadoras galardonadas por la asociación de diseñadores estadounidenses renuncian a lo superfluo para fundamentarse en el corte. Una propuesta discreta y serena donde destacan los vestidos largos de cachemira tejida, los ponchos cortos y los bolsos de cocodrilo.
Más transgresoras se muestran Katie Hillier y Luella Bartley, nombradas directoras creativas de Marc by Marc Jacobs el pasado mayo. Si su objetivo era revitalizar la marca antes de que salga a bolsa, pueden estar satisfechas. La suerte de skater ninjas que hicieron desfilar no dejaron indiferente a nadie con sus pantalones bombacho incrustados en gruesos calcetines. Vibrante y arriesgada, la colección actualiza los códigos en torno a los que Jacobs construyó su segunda línea en 2001. A saber: la cultura urbana y la revisión irreverente del estilo deportivo.
En esa misma dirección, Diesel Black Gold entregó un trabajo consagrado a la noche con un mosaico de aplicaciones metálicas que recorría vestidos plisados, pantalones y chupas de cuero.
Óscar de la Renta sorprendió al utilizar ese material en faldas lápiz y abrigos que emanaban, a partes iguales, elegancia sexy y calculada agresividad. Todo un alarde de osadía para los estándares de este modisto de 82 años formado en Balenciaga, Balmain y Lanvin. Aunque ser historia viva de la moda conlleva unas expectativas y el diseñador terminó entregándose a la reinterpretación de sus propios clásicos, tras ofrecer prendas masculinas protagonizadas por la raya diplomática. Los imperiales vestidos de noche en brocado y las piezas de cóctel con sofisticadas transparencias estuvieron a la altura de su propio mito.
Donna Karan, celebró sus 30 años de carrera con una colección que buscaba reivindicar la fuerza de la mujer. Un concepto que no por manido deja de resultar desafiante y que tradujo en minifaldas, botas hasta la mitad del muslo y escotes vertiginosos. “Todo gira alrededor del cuerpo, el movimiento y la ciudad”, explicó a la publicación WWD.
Narciso Rodríguez declina esta misma idea de feminidad desde el ángulo opuesto, apelando, en sus palabras, al minimalismo alemán y la ficción pulp lésbica de los años sesenta.
Michael Kors apuesta por el patronaje masculino y la mezcla de texturas como el tweed o la seda estampada. En su desfile, que abrió la modelo de 40 años Carolyn Murphy, la única licencia fueron los tops transparentes y las chanclas con los que retó a la climatología del próximo invierno.
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