“Sin el apoyo del Estado no podría hacer mis películas”
El director noruego Joachim Trier presenta en España su melancólico filme ‘Oslo, 31 de agosto’ y elogia las políticas culturales de su país
Con una fiebre insufrible, al borde del delirio, Joachim Trier (Oslo, 1974) permanecía tirado en su cama. Y desde hacía tiempo yacía inmóvil también su nueva película, paralizada a golpes de retrasos. Así que entre ello y la enfermedad, el director noruego no tenía precisamente su mejor día. Con este estado de ánimo cogió el teléfono y escuchó como le echaban la bronca: “¿Por qué eres tan lento haciendo películas?”. Pero algo bueno esa jornada de 2010 debía tener. Y en efecto la llamada, procedente del Instituto Noruego de Cine, añadía un regusto bastante más dulce: “A mucha gente le ha gustado tu primer filme [Reprise, en el que se pasó cuatro años]. Queremos que hagas otro. Si tienes uno que puedas rodar este año y sea barato, hablamos”.
En realidad Trier no lo tenía. Pero cuatro meses después el guion de Oslo, 31 de agosto, inspirado en la novela El fuego fatuo de Drieu la Rochelle, estaba listo. Y no estaba del todo mal, si es que el filme, que llega hoy a España, se coló en varias listas de críticos de lo mejor de 2012. “Es una película sobre dos amigos que se reencuentran, que solían ser iguales y ahora son distintos. Uno quiere morir, el otro vivir”, resume Trier su creación. El juego al que se presta -sintetizar la esencia de la obra en 15 segundos- deja inevitablemente fuera otros elementos esenciales: largos planos de Oslo, la adicción a droga y alcohol del protagonista, silencios reveladores y una niebla de melancolía que cubre cada secuencia.
Fiel a su palabra, el Instituto Noruego de Cine cubrió en cambio el 60% del presupuesto de Oslo, 31 de agosto. Y no solo: según un proyecto de creación reciente, que sonará a Edén para los directores españoles y a escalofríos para Montoro, se comprometió a financiar dos o tres películas más de Trier. "La idea es favorecer la posibilidad de las productoras de poner en marcha colaboraciones artísticas a largo plazo con directores talentosos", explican desde el Instituto Noruego de Cine.
“Tienes que mantenerte dentro de cierto presupuesto, pero te da la tranquilidad para rodar sin tener que pensar en todo. El sistema noruego te permite hacer cine con tu estilo personal. Sin el apoyo estatal no podría hacerlo”, mantiene el cineasta –familiar muy a la lejana de Lars von Trier, por si llevan un rato preguntándoselo-. En realidad, en la inmensa y vacía Noruega (cinco millones de habitantes) hay más buenas noticias para el cine. La afluencia a las salas navega con relativa estabilidad por las olas de la crisis y el cine local representó el 22,7% de la cuota de mercado de 2013, según datos del Instituto Noruego de Cine. Por comparar, la taquilla española perdió el año pasado unos 14 millones de entradas vendidas (de 94 en 2012 a 80) y el cine nacional precipitó en torno al 13% de la cuota de mercado. Trier sonríe convencido y atribuye el buen momento a dos factores: “Por un lado los Gobiernos han invertido más y más en el cine, salvo el último, de centro-derecha, que está empezando a recortar, y por el otro los directores noruegos ya no nos avergonzamos de hacer películas sobre nuestro país y nuestras historias”.
Además del estilo personal, la cinematografía de Trier tiene otro caballo de batalla: la fuerza visual. “Es fundamental. Voy al cine para ver las imágenes más grandes e importantes del mundo. Tiene que llegar a los ojos”, asegura el director. Y a partir de ahí propone un alegato sobre la necesidad de que las películas vuelvan a pelear por ello y recuperen el protagonismo que les ha robado la televisión. Buenos ejemplos recientes, a su manera de ver, son The master, El árbol de la vida, La vida de Adèle y La gran belleza.
Cine de autor, de maestros. Nada que ver con los taquillazos que a Trier le proponen un día sí y otro también: “Habré llegado a recibir un centenar de guiones, pero nunca he encontrado nada. De hecho dejé de leerlos. No tengo la ambición de ir a Hollywood a hacer ese tipo de películas. Creo que todavía tengo historias que contar que sean las mías”. De momento, quiere rodar una película noruega con una protagonista femenina y sacar por fin adelante Louder than bombs, un ambicioso filme con Jesse Eisenberg, Isabelle Huppert y Gabriel Byrne que lleva más de tres años atascado. “Quiero rodar cada vez más a menudo”, cuenta Trier. Para que luego le digan que es lento.
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