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Carros y arquitectura inspiran a la nueva cosecha de artistas brasileños

Empujados por la euforia del mercado y el éxito de los veteranos, los jóvenes talentos destacan en el circuito de las artes en Brasil

Marina Rossi
Carrera de carros organizada por el artista Jonathas de Andrade.
Carrera de carros organizada por el artista Jonathas de Andrade.

En agosto del año pasado, el artista plástico brasileño Jonathas de Andrade organizó, en el centro de Recife -capital de Pernambuco, nordeste de Brasil- una carrera de carros tirados por caballos. Un total de 40 carrozas se disputaron un lugar desde la salida y centenares de personas se aglomeraron para presenciarlo.

Andrade consiguió la autorización para realizar el evento con el argumento de que iba a hacer una película. Megáfono en mano, el artista no consiguió filmar ninguna escena en medio de la confusión. Algunos carros se desviaron de la ruta establecida y los caballos chocaron entre sí. La ciudad vibró. Y la película, que era la excusa para montar aquel evento, se transformó en arte en vivo y en colores.

El artista de 31 años es hoy uno de los nombres más citados por los especialistas cuando se habla de las nuevas apuestas en el circuito del arte brasileño. Y no es poco. Se trata de un mercado que en Brasil creció un 22% el año pasado -más de tres veces la media mundial del 7%-,según un estudio de la Agencia Brasileña de Exportaciones y de la Asociación Brasileña de Arte Contemporáneo. En ese periodo, las galerías de arte contemporáneo nacionales recaudaron 250 millones de reales (105 millones de dólares) y los precios de las obras subieron, de media, un 15%.

Los grandes nombres brasileños ya se están beneficiando de este gran momento. Es el caso de Beatriz Milhazes, de 53 años, y Adriana Varejão, de 49. El mes pasado, el cuadro O casamento (La boda, 1995), de Milhazes, fue subastado en Nueva York por un millón de dólares. Pero el récord lo tiene Varejão. En una subasta en Londres en febrero de 2011, su obra Parede con Incisões à La Fontana II consiguió 1,7 millones de dólares y se convirtió en la obra más cara vendida por un brasileño con vida.

O mercado de arte creció 22% el año pasado en el Brasil, más de tres veces la media mundial del 7%

Después del momento de las veteranas, parece que ahora el mercado mira hacia los nuevos talentos. “Dos artistas jóvenes que están destacando son Jonathas de Andrade (Estado de Alagoas, noreste de Brasil), y André Komatsu (Estado de São Paulo, sudeste de Brasil)”, apunta el curador independiente Mario Gioia. "Su obra tiene poética y a la vez cierta originalidad. Están exponiendo mucho en el extranjero”, dice.

Andrade, que trabaja con instalaciones, vídeos y proyectos fotográficos, formó parte en julio de este año de un grupo de 21 jóvenes artistas de todo el mundo seleccionados para el Future Generation Art Prize, una especie de paralela a la Bienal de Venecia. “Jonathas es uno de los que ha hecho una aparición precoz”, dice la curadora independiente Ana Maria Maia. “Su trabajo es muy crítico y muy fresco. No se encasilla y tiene un gran poder de comunicación”.

Además de Andrade, el curador y profesor de la Universidade Pontifícia de São Paulo, Cauê Alves, también destaca al artista André Komatsu. “El trabajo de Komatsu aborda las relaciones del arte con la ciudad a partir de vestigios y fragmentos de la arquitectura. En su recorrido, con instalaciones, vídeos y elementos de la construcción civil, discute los límites entre espacios internos y externos, la noción de territorio y los mecanismos de vigilancia”, explica. “Son comunes en sus obras las operaciones de construcción y deconstrucción”.

También en el ámbito arquitectónico ha destacado el diseñador Vitor César, de 35 años (Estado de Ceará, nordeste del país). “Tiene una pesquisa muy interesante en torno al arte y arquitectura. Rescata algunas cosas de Lina Bo Bardi (arquitecta que diseñó el Museu de Arte de São Paulo)”, dice Maia. César participó del proceso de construcción de la sala de exposición Panorama da Arte Brasileira, en el Museu de Arte Moderna (MAM), proyectado por Oscar Niemeyer. “Hizo un trabajo con el albañil que montó la pared y la sala, y dejó uno de los mayores muros del museo con gotelé, que no es el tipo de textura habitual”, explica.

Expectativa del mercado

Aunque el talento sea fundamental, existe cierta expectativa cuando se trata de un artista brasileño. Según el coordinador de curadoria del Instituto Tomie Ohtake, Paulo Miyada, desde el final de los ochenta Europa se ha interesado por las narrativas de fuera del continente. Esto ha revalorizado artistas como los veteranos Hélio Oiticica (Rio de Janeiro) y Lygia Clark (Minas Gerais), autora de la obra más cara vendida por un brasileño, Superfície Modulada nº4 (2,2 millones de dólares, en agosto de este año). Ambos ya han fallecido. “Aún hoy existe un gran interés por el Brasil de los años cincuenta y sesenta que estaba informándose rápidamente sobre el modernismo europeo y las vanguardias, pero tenía características propias, populares, tropicales, espontáneas”, dice Miyada.

Según el curador, muchos de los jóvenes que han recibido tanta atención de forma tan inmediata tienen que ver con esa agenda. “Es el caso del Jonathas de Andrade - sí, él de nuevo-, Paulo Nazareth y Daniel Steegmann (español de 36 años que vive en Brasil), por ejemplo, que remiten al imaginario de esa brasilidade, que usan una luz tropical, de floresta”. Según Miyada, el éxito del artista acaba siendo menos inmediato si él no responde a esa expectativa del mercado.

La promesa viene de Recife

Jonathas de Andrade nació en Maceió, en el Estado de Alagoas (noreste de Brasil), pero creció en Recife. A los 17 años decidió estudiar Derecho ("siempre pensé mucho en cuestiones conectadas la justicia social", dice) y partió para la facultad hacia el sur, en el Estado de Santa Catarina. A mitad del curso, desistió. Volvió a Pernambuco, donde su hermana mayor le presentó la literatura, el cine y las artes, y pasó a invertir en sus ideas artísticas.

Hoy, a los 31 años, Andrade es una fuerte promesa de aquel universo presentado por su hermana. La crítica está pendiente de sus trabajos, que usan la fotografía como ingrediente esencial, pero van más allá de las imágenes. "Trabajo con fotografía, pero mucho más como herramienta", explica.

Con elementos de arquitectura, siempre cargados de algún mensaje crítico o social, los trabajos de Andrade destacan por la capacidad de tocar al individuo. Su primera obra, intitulada Amor y Felicidade, de 2007, propone una reflexión sobre "cómo las estructuras morales de las relaciones de la clase media atraviesan generaciones igualmente conservadoras, absorbiendo los cambios de costumbres solo como consumo y discurso", según la definición en su web. "Esa comprensión sobre la moral del medio surge a partir del libro Amor y Felicidade en el Casamento", dice, sobre la publicación del alemán Fritz Kahn.

Cierta vez, Andrade encontró un diario amoroso en la basura en Recife. Y el material lo volcó su trabajo Ressaca Tropical, de 2009, que es una serie de fotografías articuladas con las páginas de ese diario.

Su breve carrera ya le ha llevado a exposiciones en las bienales de Estambul, São Paulo, Sharjah y del Mercosur, y residencias en las galerías Gasworks en Londres, Townhouse Gallery en Cairo y Amman en Jordania. La galería Vermelho, en São Paulo, es su representante actual, y sus obras valen entre 8.500 y 63.700 dólares).

Con esas cifras, el artista dice que consigue vivir de su trabajo. "Vivo de mi caché, de la venta de obras, becas y premios ocasionales. Pero sé que mi caso es una excepción", dice. Y cree que Brasil es capaz de dar mayor respaldo al universo artístico. "El mercado es real para una cantidad limitada de artistas, pero hoy Brasil ya tiene la estabilidad económica para sostener mejor el arte".

La veterana Milhazes, por ejemplo, tiene como elemento onipresente en sus obras los colores siempre fuertes, calientes y vívidos. Su repertorio incluye el carnaval, flores y formas geométricas. Varejão ganó gran reconocimiento internacional por trabajos que tienen como base el periodo colonial brasileño, usando mucho de la pintura de azulejos portugueses. Cualquier referencia a la brasilidade no es mera coincidencia.

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Sobre la firma

Marina Rossi
Reportera de EL PAÍS Brasil desde 2013, informa sobre política, sociedad, medio ambiente y derechos humanos. Trabaja en São Paulo, antes fue corresponsal en Recife, desde donde informaba sobre el noreste del país. Trabajó para ‘Istoé’ e ‘Istoé Dinheiro’. Licenciada en Periodismo por la PUC de Campinas y se especializa en Derechos Humanos.

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