La poesía alza la voz como espectáculo
El ciclo 'Los poetas leen a los poetas' en la Sala Mirador se convierte en un éxito de convocatoria Luis García Montero y Antonio Lucas, que participan, se preguntan por el papel del poeta en escena
Con ese andar humilde que le caracteriza, Luis García Montero entró hace unos días despacio al escenario de la Sala Mirador, evitando con la mirada los aplausos que le recibían en una sala abarrotada. Con delicadeza se sentó ante una pequeña mesa tan solo ocupada por una botella de agua y unos cuantos libros y papeles. El poeta granadino sabía que esta lectura tenía algo de especial. No estaba en un ateneo, ni en un bar, ni en un centro cultural. Se encontraba en el centro de una caja negra, de un teatro, y así empezó, uniendo espacio y momento histórico, con su poema La Farsa: “Son malos tiempos para la justicia. / Vengan a ver la farsa, / el decorado roto, la peluca mal puesta, / palabras de cartón y pantomima (…)”. Con tan solo su voz, el gesto y una iluminación general, García Montero desgranó en poco más de una hora toda una concepción de la poesía como recodo donde aunar lo íntimo, lo político, la crítica y la esperanza. Leyó poemas antiguos, poemas de su último libro y del que se encuentra escribiendo ahora, citó a Marx, a Rimbaud, habló de su amistad con Alberti y su piso de la Calle Princesa; y se retorció ante la situación política del momento con un público callado, atento y entregado.
Pero García Montero, aparte de invitado, es algo más en este ciclo organizado por la Sala Mirador El poeta lee al poeta por el que ya han pasado Benjamín Prado, Joaquín Sabina y Javier Gallego. “La poesía es una pieza clave que nos acompaña durante toda la vida, en nuestra intimidad”, explica Juan Diego Botto, programador del ciclo y de la Sala Mirador. “Pero la poesía es también vital para los movimientos sociales, qué sería de ellos sin Vallejo, sin Lorca, sin Machado, sin Miguel Hernández. El espíritu de la programación de la sala quiere recoger las cosas que están pasando a pie de calle, todo el magma que se ha generado con los profundos cambios que estamos sufriendo y con la crisis. Y creímos que la poesía tenía que formar, lógicamente, parte de eso. Pero no queríamos hacer recitales, sino que los propios poetas nos acercasen a ella y ver qué pasaba con esa propuesta en un espacio teatral. Empezamos el ciclo con gente más conocido con Prado, Sabina o el propio García Montero, pero para el 2014 queremos traer a gente más joven. De ahí que le hayamos pedido ayuda a Luis García Montero, que siempre está atento y conoce muy bien a quienes están llegando”, explica Botto.
Montero, programador a buena sombra, responde: “Yo tuve la suerte de conocer mucho a Rafael Alberti. Alberti era muy generoso con los jóvenes, fue él el que propuso a Jaime Gil de Biedma para el Cervantes sin entender mucho lo que significaba la poesía de Jaime, simplemente por complicidad con sus amigos jóvenes que considerábamos que nuestro maestro era Gil de Biedma. Esa lección me ha hecho que mantenga los ojos bien abiertos con los jóvenes poetas. Yo aprendí con Alberti pero también con Antonio Lucas, con Carlos Pardo, con Fernando Valverde, con Raquel Lancero… De ahí que me pusiera enseguida de acuerdo con Juan Diego Botto para traer, aparte de a Joaquín Sabina o Caballero Bonald, a toda esa gente más joven. Hay que conseguir esos espacios de complicidad porque además son ellos los que pueden conectar con más fuerza con la realidad actual. Y en eso estamos Juan Diego y yo, preparando el año que viene”, explica el poeta granadino y Premio Nacional de Poesía.
A la poesía pertenece también la plaza, la tradición oral, las historias y romances que cuenta la memoria de una comunidad", dice García Montero
Al preguntarle a García Montero por lo que da un teatro a la poesía, responde rápido, con la palabra inquieta: “A la tradición de la poesía pertenecen también la plaza, la tradición oral, las historias y romances que cuentan la memoria de una comunidad. Por eso, dentro de esta dimensión, por supuesto creo que la poesía cabe en un teatro. Son códigos distintos: cuando hay público uno intenta conectar haciendo una lectura más directa, dando algunas explicaciones y entrando en detalles; pero a la hora de escribir, el método es casi contrario, piensas en la comunicación más íntima y ahí uno evita dar detalles y borra un poquito las pruebas de lo que ha querido decir en el poema. Creo que es muy importante que este ciclo se haga en un teatro, creo que da un mensaje. El teatro significa la voluntad de salir de un mundo más cerrado y creer en la capacidad de la palabra”.
Antonio Lucas, último Premio Loewe, es de una generación diferente si bien no distante. Este poeta y periodista madrileño que roza la cuarentena lleva una carrera lenta e inteligente, de cuatro libros de cuidados poemas desde 1999. Con su último libro de título paneriano, Los desengaños, todavía inédito y que leerá el próximo miércoles en el ciclo de la Sala Mirador, parece haber virado. “Creo que vienen muy bien los poemas de este libro para el ciclo de la Mirador, son poemas que creo entroncan con el compromiso cívico de la palabra del que hablaba Luis García Montero. Es la primera vez que tanteo esa vertiente en mis poemas, veremos. En este libro aparece por primera vez el ciudadano, un ciudadano con los pies anclados en el suelo, que observa todo esto, que le disgusta, que se rebela, que se encuentra ante una estafa en la que nos han metido pero en la que también nos hemos dejado meter, y reacciona”, explica el escritor, que contará con el poeta argentino Mariano Peyrou acompañándole al saxo en la lectura.
“Creo que está ocurriendo una cosa en Madrid que a mí me devuelve a los años ochenta. Con todo el castigo que está sufriendo la cultura por parte del Ministerio, con la subida del IVA, el ataque al cine, al teatro, al mundo del libro, están provocando que la cultura recupere su pulso callejero. Los creadores están buscando nuevos cauces y el público está dispuesto a apoyarlo. Creo que la gente está exigiendo otra manera de actuar y de estar, y cuando Juan me llamó para este ciclo me pareció que estaba dentro de ese nuevo pulso, de una cultura más rebelde, con conciencia crítica y de pacto con el público frente a la España oficial”, apunta García Montero. Aspecto este que parece estar asentándose en el barrio de Lavapiés, barrio madrileño donde está sita la Sala Mirador, entre otros muchos espacios, y en el que en diciembre Alberto San Juan comienza a dirigir la Sala Triángulo.
García Montero y Lucas continúan charlando sobre la importancia de los premios en España: “Bueno, no sé si habrá más gente que me leerá ahora después del premio, habrá más gente que verá alguna fotillo en algún periódico. La poesía a veces tiene más prestigio que público, sobre todo en la generación a la que pertenezco. Pero sí es verdad, los premios no dan méritos, eso lo tiene que hacer el propio libro cuando ya está en casa del lector, pero sí dan alcance. Habrá un poquito menos poca de gente que me lea, sí…”, comenta Lucas. “Y también habrá mucha gente que empezará a hablar mal de ti”, ríe García Montero. “Para eso también estoy advertido, preparado no sé, pero advertido sí. Con muchos enemigos no cuento, pero los que tengo están bien cuidados”, responde Lucas. “Ya lo decía Mihura, que cada vez que tenía un éxito teatral llegaba con una pierna escayolada, no conviene dar pruebas de mucha felicidad”, concluye García Montero.
Babelia
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