Bajan los cines
El público, como reacción ante el descenso de los precios, hace ante las taquillas largas colas y así suben de las recaudaciones
Los cines están bajando sus precios, si bien no todos por igual, y el público, como reacción, hace ante las taquillas largas colas que dan como resultado una subida de las recaudaciones. Se dice que el pasado lunes, día en que se reinició la política de precios asequibles, los cines ingresaron un 22% más que el mismo día de la semana anterior, con un 59% más de espectadores. Aunque se desconfíe de cualquier estadística, alegra la idea de que pase a la historia aquello de ver películas en soledad o junto a otros pocos espectadores dispersos, cada cual en su butaca aislada. Ojalá el cine vuelva a ser la fiesta colectiva de antaño. De hecho, en lugares donde hubo salas que han ido desapareciendo (Majadahonda, Palma, Soria, Zarauz… seguro que muchos más) surgen movimientos ciudadanos que quieren recuperarlos o volverlos a construir si es preciso, porque los cines, pese a todo, siguen siendo necesarios y queridos. Pero ahí está el coste de las entradas frente a la comodidad de ver películas gratis en Internet; a los más jóvenes que no hayan conocido el placer de disfrutar el cine compartido con otros en la sala oscura puede que ni les interese ya. No sabrán lo que se pierden.
También como reacción ante “la crisis” está en auge un nuevo modo de hacer películas: son cineastas jóvenes que ruedan con presupuesto ínfimo, entre amigos o con medios técnicos insuficientes, y a veces con la única idea de colgarlas finalmente en Internet, gratis o casi regaladas, para que sean por fin vistas. El fenómeno está teniendo tanta fuerza que, por ejemplo, en el último festival de Marsella se premió frente a otras películas españolas de mayor empaque la modesta, aunque desde luego brillante e inteligente ópera prima de David Castro, Ilusión, que accederá pronto a la gran pantalla, aun cuando fue concebida con pretensiones menores, como decíamos. Hubo lío en el jurado con este premio, quizás porque se pensara que favorecer por sistema las obras pequeñas puede ir en detrimento del cine profesionalizado, o que acompasar la producción a las dificultades del consumo acabará dando la victoria a cuantos políticos están precisamente empeñados en reducir a cenizas el cine español. Se trata de una muy interesante polémica que, como tan a menudo ocurre, surge ante hechos ya consumados; es habitual ir detrás del carro y no tirando de él. En cualquier caso, más vale tarde que nunca, y tanto bajar los precios de las entradas como filmar con cuatro duros denotan reacciones que pueden dar un vuelco a la situación.
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