El fotógrafo que quizás existió
Una exposición en el Círculo de Bellas Artes juega con la autenticidad de unas instantáneas del siglo XIX y de su autor
Lo cierto es que hay unas fotos. Inmortalizan distintas esquinas de Europa, de Versalles a Odense, en blanco y negro. Y se exponen en la sala Minerva del Círculo de Bellas Artes hasta el 19 de enero. Fin de las certezas.
Las imágenes parecen hechas en el siglo XIX. Pero, claro, parecen. ¿Realmente se sacaron hace doscientos años? Un experto tendría la respuesta enseguida. A un aficionado, en cambio, solo le queda la duda. Las fotografías, en teoría, pertenecen a la cámara de Burton Norton, un británico que por aquel entonces viajó por el continente. ¿O no lo hizo? Supuestamente le acompañaba su ayudante, W. G. Jones, que describió el periplo en unos textos que narran las instantáneas de Norton. Ambos, relatos y fotos, existen y se pueden ver. Sin embargo lo mismo no se puede afirmar de sus autores.
“Es una reflexión sobre la fotografía documental, su lenguaje y sobre la integración total entre textos e imágenes”, mantiene el misterio Eudardo Momeñe, responsable de la exposición. “Comisario –como poco-”, le define en concreto una nota del Círculo de Bellas Artes. Y por algo será. Por ejemplo, porque no está claro dónde acaban Burton y Jones y empieza Momeñe. “Son fantasmas”, añade el comisario sobre el fotógrafo y su ayudante.
Sea como fuere, haya existido o no ese viaje, haya sacado quien haya sacado las fotos, queda un relato visual y literario de una desoladora Europa color sepia. Del siglo XIX. O de anteayer. “Me entusiasma la fotografía del siglo XIX: la calidad técnica me parece impresionante. Se crea un mundo nuevo”, cuenta Momeñe sobre las fotos. Un mundo también vacío, al menos en la muestra, ya que los seres humanos apenas aparecen en las imágenes o se deslizan como espectros, dejando una estela fruto de los inconvenientes técnicos de hace siglos (o de un buen retoque moderno).
A falta de personas, quedan paisajes y monumentos. Como la Catedral de Florencia, de la que Jones describe “aquella extraordinaria puerta que Burton fotografió pero no atravesó, quizás por cansancio”. O Brujas, “uno de esos lugares ante los cuales hay que prevenirse, protegerse”.
En realidad –o en ficción-, el ayudante escribe su relato 40 años después del viaje, ya en plena I Guerra Mundial. Desde allí, Jones recuerda también al personaje Burton, sus pasiones y sus gustos, que entremezcla con frases del diario del fotógrafo como: “Una catedral gótica no necesita de muchos comentarios. Las palabras ya están en sus piedras”.
Por el relato se cuelan reflexiones históricas, personajes como Petrarca y Shakespeare, lugares emblemáticos como el Panteón pero también fotografías de animales y una casa abandonada en medio de un bosque. Tantos asuntos como para que algún visitante pueda acabar investigando lo mismo que W. G. Jones: “Me preguntaba para qué servía ver si no se podía otorgar un nombre a lo que veía”.
De hecho, no se le puede otorgar tampoco fecha ni autor. O quizás sí. Miren lo que decía el fiel Jones de su querido fotógrafo: “Burton siempre guardaba un espacio para el escepticismo. Desconfiaba, digamos, de la autenticidad de lo que veíamos por Europa”. Pues eso.
Babelia
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