‘Cluedo’ en el barrio
Los 'whodunit', ese término que define a las historias que se basan en averiguar quién ha cometido un crimen, cimentan este trabajo
Los whodunit, ese término inglés que define a las historias donde la base de su entretenimiento reside en averiguar, como en el Cluedo, quién ha cometido un crimen y por qué, tienen un enorme peligro: que el lector, —o el espectador si estamos ante una película— averigüe con demasiada antelación el pastel premiado entre el cúmulo de sospechosos ofrecidos. Un peligro que no tendría que ser esencial si al whodunit le acompaña una serie de valores colaterales que, aun admitiendo el error en el tratamiento del enigma, conlleven una cierta altura dramática y / o comercial. Y ahora, al tajo: siendo Séptimo un whodunit de libro, ¿se adivina pronto el criminal? Pronto, no, prontísimo. Pero, ¿le acompañan elementos que no dejen de mantener elevado el relato? Sí, fundamentalmente el ritmo, el entretenimiento y el entramado de caracteres, ajeno al crimen, que acaba conformando casi un retrato social.
SÉPTIMO
Dirección: Patxi Amezcua.
Intérpretes: Ricardo Darín, Belén Rueda, Luis Ziembrowski, Osvaldo Santoro, Guillermo Arengo.
Género: intriga. España, 2013.
Duración: 90 minutos.
Entre el Hitchcock de El hombre que sabía demasiado y el Polanski de Frenético, pero sin el suspense del primero ni la turbiedad del segundo, Séptimo, segundo largo del español Patxi Amezcua, ambientado y coproducido en Argentina, comete sin embargo dos errores de base: el primero se verbaliza rápido; el segundo, lo dejamos para el último párrafo. El primero: la apuesta es que ninguno parezca el criminal que ha secuestrado a los dos críos de la historia, cuando quizá la apuesta debería haber sido que todos lo parezcan. Es decir, ya sea con inequívocas palabras de guión o con plausibles gestos interpretativos, se desechan muy pronto buena parte de las posibilidades. Filmada con pulso y oficio por Amezcua, que ya demostró en su notable opera prima, 25 kilates, su gusto por los cánones del cine de género, Séptimo acarrea otro problema, este exterior: la imposibilidad de seguir criticándola sin destripar el final. Así que dejen de leer, vayan al cine y, cuando vuelvan, recuperen el último párrafo.
Hay un grave error de casting: la madre lleva escrito en la cara, y en su condición de estrella de cartel, que es la criminal. ¿Se imaginan esta misma película con una actriz desconocida de rostro mucho más anodino y dulce?
Babelia
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