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¿Es la colección de Cornelius Gurlitt?

Al menos 100 de las 1400 obras fueron incautadas por los aliados al final de la guerra y devueltas al padre del anciano muniqués

 'Zwei Reiter am Strande' de Max Liebermann
'Zwei Reiter am Strande' de Max LiebermannMICHAEL DALDER (REUTERS)

Las fuerzas estadounidenses de ocupación se incautaron, en 1945, de parte de las obras que el alemán Cornelius Gurlitt tuvo almacenadas hasta 2012 en su piso de Múnich. El diario de la capital bávara Süddeutsche Zeitung publica una lista de unos 100, sacados de los diversos interrogatorios a Hildebrand Gurlitt, marchante de arte y padre de Cornelius.

Aunque tener una abuela judía le había costado su carrera museística, los Aliados sabían que también colaboró con el régimen de Adolf Hitler en la venta de lo que los nazis llamaban “arte degenerado”. Entre las obras listadas por los estadounidenses figura, por ejemplo, una pieza de Max Liebermann titulada Dos jinetes en la playa, que fue una de las presentadas el martes por la Fiscalía de Augsburgo como parte del tesoro artístico que escondía Gurlitt hijo en su piso muniqués. Hildebrand, su padre, solicitó que le devolvieran las piezas, que según dijo constituían su colección particular. Lo logró en 1950. Es posible, por tanto, que al menos esta parte del hallazgo en su piso pertenezca legítimamente a Cornelius Gurlitt. Puede que sea suya la colección entera.

La revelación del hallazgo de más de 1.400 piezas en la vivienda muniquesa de Cornelius Gurlitt despertó esta semana una enorme expectación entre expertos, historiadores y coleccionistas de todo el mundo. El semanario Focus publicó que unos funcionarios de aduanas habían dado con el octogenario en 2010, durante un control rutinario en el ferrocarril que une Múnich con Zúrich. Los 9.000 euros que llevaba encima les hicieron sospechar que evadía impuestos. En 2012 entraron en su vivienda y encontraron las obras de arte. Según explicaron el martes la Fiscalía y la experta berlinesa Meike Hoffmann, las piezas estaban almacenadas “de manera adecuada”. No comentaron si la vivienda, un quinto piso con generosos balcones en el barrio de clase media de Schwabing, estaba tan desordenada y llena de basura como publicó Focus inicialmente. Los cuadros, impresiones y dibujos estaban bien conservados. Las autoridades se los llevaron a un lugar seguro para determinar su procedencia.

Gurlitt padre hizo negocios con los nazis. Como su primo Wolfgang, comerciaba con obras que el régimen no quería ver expuestas en público. Estas piezas retiradas de los museos y galerías estatales, sumadas a las que los nazis quitaron a judíos huidos o represaliados, acabaron en unos depósitos berlineses que llegaron a contener más de 20.000 obras de artistas hoy considerados clásicos. Un escogido grupo de marchantes traficaba con estas piezas.

Ahora, tanto las familias de los represaliados u asesinados por los nazis como los diversos museos que perdieron parte de su colección piden “transparencia” a los investigadores. Organizaciones de víctimas como la Comission for Looted Art in Europe demandan la publicación de una lista completa de las piezas de Gurlitt. Hoffmann y los fiscales de Augsburgo avisan, sin embargo, del mucho trabajo que resta hasta esclarecer quién es el propietario de las 1.406 obras. Al final, tal vez sea el propio Gurlitt, cuyo paradero actual desconocen las autoridades alemanas.

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