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crítica | danza
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Una agrupación discreta, un programa discutible

El Ballet de la Ópera de Perm lleva 'Las bodas' y 'El bufón' al Teatro Real

'El bufón'.
'El bufón'.Javier del Real/ Teatro Real

Ocioso es discutir si el Ballet de la Ópera de Perm es el tercero de Rusia, un puesto que se disputan varias agrupaciones de la extinta Unión Soviética y alrededores. A tenor de lo visto, es una agrupación discreta, no del todo entonada ni de coordinado ejemplar. El programa con que se presentan en el Real tampoco les beneficia en lo absoluto, un cartel confeccionado con una mentalidad selectiva de cierto gusto musicológico, tan respetable como discutible; se pretexta que Diaghilev nació en Perm, pero eso es circunstancial e irrelevante.

Las bodas (1923) [Les noces si nos atenemos a la nominación francesa de su estreno original y en ruso ‘Svadebka’] es una de las joyas vivas heredada del repertorio ideado por Serguéi de Diaguilev para los Ballets Rusos, pues con pocos saltos, desde su revival de 1936 la coreografía de Bronislava Nijinska se ha mantenido en escena y es una obra maestra. El propio Kilian ha contado que él vio la reposición que mantiene Royal Ballet de Londres desde 1966 y también conoció la versión Béjart con el Ballet del Siglo XX (1962, Salzburgo y recreada en la Ópera de París en 1965, que está filmada). Lo que vimos en el Real, a pesar de estar bailado con poco acierto estilístico, envaramiento y tosquedad, es lo que el checo sintetizó de sus recuerdos, a través de los apuntes de su propio estilo, que entonces fraguaba. Fue su segunda experiencia con Stravinski tras Sinfonía de los salmos (1978) y hace tríptico, conjunta a otra obra: Forgotten land (Britten, 1981). Estas tres piezas comunican entre sí. La escenografía de John MacFarlane cita sutilmente los planos de Goncharova, lo mismo que hace Kilian con Nijinska en las formaciones estilizadas que remiten al folclore eslavo. Pero la deficitaria prestación del conjunto ruso lo dejó todo en algo soso, si bien hay gran parte de responsabilidad en las prisas de Currentzis, que apuró los tiempos, obvió matizaciones y pareció pensar en su propio arrasador brillo estelar. Las bodas tiene muchas otras versiones coreográficas interesantes, por citar dos, la de Jerome Robbins (ABT, 1975) o la Lar Lubovich (1976), pero la original sigue siendo magistral, insustituible y no se ha visto en el Real.

'Las bodas' y 'El bufón'

'Las bodas' (1982): Igor Stravinski/Jiri Kilian; 'El bufón' (2011): Alexei Mirosshnichenko/Serguéi Prokófiev. Ballet, Coro y Orquesta de la Ópera de Perm con Teodor Currentzis. Orquesta Titular del Teatro Real con Valentin Uriupin. Teatro Real de Madrid. Hasta el 28 de octubre.

El bufón [Le chout en su estreno parisiense de 1921 y en ruso: Skazka pro shuta] se estudia en la ciencia coreológica más por la versión de Gerturd Steinweg (Ópera Cómica de Berlín, 1957), muy ligada al expresionismo fundacional de Wigman y Palucca, que por su original olvidado de Slavinski. Los de Perm han hecho una ensalada colorista que remite a los diseños futuristas de Larionov (en la estela de Sol de medianoche) con un resultado chillón, empastelado y confuso. Todo ese abigarrado colorismo junto a un duro acotado del escenario extrema la sensación de agobio y saturación. La coreografía es sencillamente inocua en su servicio estético, muy de trazo grueso y carente de inventiva. Puede decirse a su favor que sigue el libreto tal como la propia música lo hace, línea a línea, pero eso no es suficiente justificación; en conjunto, hay algo pueril en la simplicidad de las soluciones coréuticas. El director Uriupin estuvo más sensible a la batuta, hizo patente que ya en ese joven Prokófiev están las sonoridades que luego le identifican en otras obras, como Le pas d’acier o Romeo y Julieta. A veces escuchamos El bufón en la suite que el propio Prokofiev diseñó en 1922, un año después del estreno, como intuyendo que aquel ballet sería olvidado y que su música, sin embargo, se aseguraba así una posible vida en las salas de concierto, y donde el compositor resaltó sus deudas con el folclore ruso que había analizado a fondo.

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