Daniel Duval, referencia del cine francés de autor
Compaginó la dirección y la interpretación durante su carrera
Daniel Duval, con su físico imponente, marcado por las cicatrices del tiempo y los excesos de alcohol, era de esos rostros habituados a los papeles secundarios que inundaban, sin embargo, la pantalla con su presencia. Conocido sobre todo por sus interpretaciones de gamberros y bandidos y asociado a las películas policiales, se volcó también con el cine de autor. Como director le gustaba adentrarse en historias de personajes marginales y triunfó con Toda una mujer (La Dérobade en su título original), donde encarna a un proxeneta de duros modales. El actor murió el 9 de octubre, a los 68 años. Fue enterrado este martes en el cementerio parisiense de Le Père Lachaise.
Nacido en 1944 en Vitry sur Seine, retrató su accidentada infancia ya hacia el final de su vida, en la película Le temps des porte-plumes en 2006: la historia de un niño rebelde y mal querido, apartado de sus padres a los nueve años, quien creció con su familia adoptiva en una pequeña localidad de la Francia rural de los cincuenta. “Empecé a escribir esta historia hace 20 años, cuando estaba en el campo. Pero era una época en la que me sentía demasiado mal para ir hasta el final”, relataba a Le Figaro con motivo de la presentación de la película. “He estado a punto de dirigirla varias veces, pero no era lo suficientemente fuerte”, añadía el cineasta.
Al cine llegó ya con 30 años, y desde el principio se colocó a ambos lados de la cámara, con Le voyage d’Amélie (1974), de la que escribe también el guion. El mismo año, se sumó al reparto de Que la fête commence, de Bertrand Tavernier. En 1976 dirigió L’ombre des Châteaux. Su gran éxito le llegó en 1979, con su tercera película como director, Toda una mujer, un drama adaptado de la novela de Jeanne Cordelier, en la que una jovencita Miou Miou interpreta a Marie, 19 años, quien cae en las redes de un proxeneta brutal interpretado por él mismo.
Casado brevemente con la actriz Anna Karina (1978-1981), en la primera mitad de los ochenta abundó en la imagen de duro en películas como Le bar du téléphone (1980), de Claude Barrois; Un verano de infierno (1984), de Michael Schock; El tiempo del lobo(1985), de José Giovanni, o Le juge (1984), de Philippe Lefebvre. Después de unos años retirados, volvió a mediados de los noventa, esta vez con películas de jóvenes cineastas como Y aura-t-il de la neige en été? (1996), de Sandrine Vaysset. Con el nuevo siglo regresa a su género de predilección, el cine policiaco, con cintas como 36 Quai des orfèvres (2004) y Les lyonnais (2011), ambos de Olivier Marchal, o Le deuxième souffle (2007), de Alain Corneau.
Adepto también de las series televisivas del género, Duval rodó a las órdenes de grandes directores de cine de autor, como Michael Hanecke, con quien colaboró en dos ocasiones: en El tiempo del lobo (2003) y en Caché (2005). Su extensa biografía como actor incluye también a cineastas como François Ozon (El tiempo que nos queda, 2005), Pierre Salvadori (Una dulce mentira, 2010) o Serge Gainsbourg (Stan the Flesher, 1990).
Babelia
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