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BICENTENARIO DE VERDI \ La danza

Bailar ‘La traviata’

El italiano no escribió ningún ballet, pero sus obras siguen adaptándose al terreno coreográfico

Incidente en que la bailarina Marie Jacob caía al foso de la orquesta en la Ópera de París Le Peletier al final del 'Pas de Quatre', recogido por 'Le Ménestrel' el 18 de febrero de 1849.
Incidente en que la bailarina Marie Jacob caía al foso de la orquesta en la Ópera de París Le Peletier al final del 'Pas de Quatre', recogido por 'Le Ménestrel' el 18 de febrero de 1849.Biblioteca Comunale Sormani, Milán/The Verdi Ballets, Knud Arne JürgensenRNE JÜRGENSEN.

 Giuseppe Verdi no escribió ningún ballet como tal, pero algunos de sus principales títulos operísticos, en la versión francesa, sí iban a recibir la inclusión de escenas de danza como era preceptivo en los teatros franceses (hizo un total de 24 piezas para ballet contendidas en siete títulos de ópera); como a Wagner, le espera a Verdi un destino posterior ligado a la escena de ballet, ya que su música en la actualidad sigue siendo adaptada al terreno coreográfico. Algunas óperas como La traviata o El trovador se siguen versionando como grandes ballets de argumento (el último trovador lo hizo Víctor Jiménez con su compañía zaragozana LaMov en 2008); Las cuatro estaciones, el ballet de la ópera Vísperas sicilianas [I vespri siciliani] ha sido construido como ballet sinfónico en múltiples ocasiones, la más notable en el entorno del ballet moderno en repertorio es la de Jerome Robbins bajo el título The four seasons (New York City Ballet, 18 de enero de 1979), que reúne además (para alargar el metraje hasta los 36 minutos) tres danzas de otras óperas verdianas: dos de Jerusalem (Scherzando y Vals) y una de El trovador (Echo de la Bohèmienne). El vestuario y la escenografía son de Santo Locasto y en la distribución original estaba Mijaíl Baryshnikov como solista principal del Otoño. Para la gira londinense del NYCB este papel se encomendó a Benjamin Millepied, que lo alternó con el madrileño Joaquín de Luz, que lo sigue haciendo actualmente. Sigue siendo fundamental el libro de Knud Arne Jurgensen (Parma, 1995): The Verdi Ballets.

Verdi compuso ballets para Jerusalem, Macbeth, I vespri siciliani, Aída (bailes de Joseph Hansen en 1880), El trovador (coreografía de Bournonville en Copenhague en 1865), Don Carlos (bailables de Arthur Saint-Leon en París en 1867) y Otello. Cuando Vespri… va a La Scala en 1856, Verdi acepta quitar el ballet; en la temporada 2011 el teatro San Carlo de Nápoles resucitó la versión francesa íntegra, ballet incluido.

Resulta tan llamativa como reveladora la apreciación de Francesco Izzo de que Verdi empleó en muchas de sus óperas “ritmos de danza que contribuyen a la descripción de personajes y situaciones tanto como al desarrollo de la acción”. Después de la experiencia y buena acogida de Jerusalem en París en 1855 Verdi se aproxima más a la música de danza, en parte influenciado por la colaboración en la Ópera con Lucien Petipa, al que lo llegó a unir una cierta amistad. Después creó el bailable de Don Carlos (1866), conocido como Ballo della regina, y cuando prepara en 1871 Aída para la Ópera de El Cairo la concibe de origen con el ballet y se inspira claramente en otro producto tardorromántico: L’Africaine, de Meyerbeer. Cuando Aída tiene su première en el Teatro alla Scala de Milán en 1872 se anuncia como “opera ballo”. Algunos especialistas verdianos juzgan los ballabille de Otello como los más bellos del compositor y se citan ejemplarmente la canción árabe (con la invocación a Alá) y la canción griega (en allegro vivace, el momento de más esplendor). Los bailes Macbeth, de apenas 10 minutos de duración, no tuvieron tanta suerte, a pesar de sus brillantes y evocadores temas escoceses para los metales.

Algunos hitos coreográficos con la música de Verdi son las Danzas egipcias de Louis Fuller (1906); Los tres mosqueteros, de Birgit Cullberg (1947); dos obras de Ruth Page: Revenge (1951) y Camille (1957); Lady and the Fool, de John Cranko, con arreglos de Charles Mackerras (1954); Vittorio, coreografiado y protagonizado por el norteamericano Zachary Solov en el Metropolitan de Nueva York (1954), con diseños de Esteban Francés; Maurice Béjart creó el pas de deux Violetta en 1959, con diseños de Germinal Casado, y en agosto de 1977 estrenó en la Arena de Verona V come…, con los diseños del Bosquet protagonizado por Ivan Marko, Patrick Touron y Daniel Lommel, entre otros. El Réquiem ha sido coreografiado en varias ocasiones; lo hizo Inre Eck en Pécs en 1976 y Cesc Gelabert en 1987. Georges Balanchine creó Ballo della regina en 1978 y Kenneth MacMillan, Verdi variations en 1982. Béjart y Bosquet se habían reunido en el teatro de La Moneda para una producción de La traviata en 1973 (cantada por Ursula Koszut), que ese mismo año fue llevada al teatro de los Campos Elíseos de París; la parte bailada la protagonizó Jörg Lanner.

Revenge (que sale también de El trovador), de Page, tuvo una orquestación de Isaac van Grove y una segunda versión por los Ballets de los Campos Elíseos en París en 1951, con diseños de Clavé y protagonizado por Sonia Arova y Hélène Trailine.

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