Caricaturas por la paz
Una muestra recoge en Holanda la lucha por la libertad de un centenar de dibujantes satíricos internacionales
El poder del arte emana de obras únicas e irrepetibles que invitan a la contemplación. La fuerza de las caricaturas radica en lo contrario: el eco inmediato que generan al ser reproducidas en la prensa. Cuando la ilustración incluye una crítica política, su repercusión rebasa las fronteras nacionales, como ocurrió en 2006 con la fetua integrista lanzada contra el rotativo danés Jyllands-Posten por publicar ilustraciones de Mahoma. En los disturbios posteriores hubo una cincuentena de muertos en Pakistán y Libia, y desde entonces, Caricaturas por la Paz, la fundación creada por el dibujante francés Jean Plantureux, Plantu, apoya la causa de sus colegas. La muestra que Plantu —asiduo de la portada del rotativo Le Monde— ha llevado a Holanda tiene un valor añadido. Sirve de marco a la celebración del centenario del Palacio de la Paz de La Haya, sede del Tribunal Internacional de Justicia de la ONU, y el 125 cumpleaños de la Alianza Francesa en suelo holandés.
Colgadas en el Museo Municipal de La Haya, el centenar de caricaturas sacadas del archivo de la fundación atraviesa de forma implacable el maltrecho territorio de la paz y la revolución, la libertad de expresión, y los derechos humanos. Así, el iraní Mana Neyestani presenta un rostro que rompe con sus gritos el puño que le ahoga; el español Jaume Capdevila, Kap, convierte al presidente sirio, Bachar El Asad, en una serpiente amarilla que asfixia a su pueblo; el argelino Alí Dilem desbarata los choques culturales. La torre de cabello azul de Marge Simpson, la madre de la famosa familia de dibujos animados, ahora es la barba de un árabe integrista que lleva Homer, su marido. O bien, Ángel Boligán, cubano residente en México, plasma la destrucción del opresor rompiendo su propia mano al anular al contrario.
El propio Plantu convierte las teclas de su ordenador en rostros opresores machacados por un dedo que lucha contra el odio propagado en Internet. Y, claro, también hay palomas. Múltiples palomas de la paz amordazadas con alambre de espino, convertidas en diana de tiro al blanco, quemadas en una hoguera... "Imágenes turbadoras porque los dibujantes no somos intelectuales. Interpretamos en tres segundos lo que tarda veinte minutos en leerse. Y ahí radica nuestra fuerza. En imaginar y dibujar para el futuro. Derrapamos de forma controlada en una búsqueda constante de la paz. Nuestros dibujos pueden molestar, pero pueden quebrar la intolerancia", dice Plantu.
En los últimos siete años, el autor galo, apoyado desde el principio por Kofi Annan, ex secretario general de la ONU, viaja por el mundo recordando la difícil situación de muchos caricaturistas. Como Rayma Suprani, dibujante venezolana, de la que se expone un retrato de Martin Luther King, el líder negro estadounidense, que dice lo siguiente: "Yo tengo un sueño, y es en colores". "Ella ha sido amenazada en la televisión de su país por criticar al fallecido presidente Chávez, y también al actual, Maduro. Han llegado a dar su número de teléfono, pero sigue en la brecha", señala Plantu, que reivindica el uso de los tópicos para fomentar el diálogo y el respeto.
Fiel al espíritu de una fundación sin afán de lucro, la muestra es gratuita y cuelga en la sala de exposiciones de la cafetería del Museo Municipal de La Haya. "Son obras que están en la frontera entre el arte y la actualidad. Por eso han sido remitidas por vía digital y luego imprimidas. Como en la prensa, que reproduce estos dibujos a diario", dice Franz Kaiser, su conservador. Abierta hasta el 8 de diciembre, Plantu se despide camino de Copenhague, donde visitará a Kurt Westergaard, el dibujante todavía en peligro por sus caricaturas de Mahoma, con el deseo de que muestren su profesión "como portadora del mensaje de paz de la sociedad civil".
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