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La era de los ‘juan palomos’

Diseñar, fabricar y vender: el tres en uno que la crisis impone La gran tendencia del momento es un clásico en naciones y culturas con mucho por hacer

Anatxu Zabalbeascoa
'Home sweet home', de Guillermo Trapiello.
'Home sweet home', de Guillermo Trapiello.

La gran tendencia del momento es un clásico en naciones y culturas en las que queda mucho por hacer. Así, con la actual autoproducción lo extraño no es la manera directa de llevar nuevos productos al mercado sino el contexto que la ha hecho posible. Con una economía en crisis y con las empresas editoras y los fabricantes cada vez menos dispuestos a correr riesgos, son muchos los creadores que asumen la contingencia de convertirse en productores para participar así en todas las fases del proceso creativo —de la idea a la venta— y así evitar la necesidad de intermediarios.

Históricamente, la autoproducción (la participación desde el concepto hasta la comercialización pasando por su fabricación) ha servido para iniciar empresas —cuando solo existía una industria incipiente—, ampliar profesiones o comenzar carreras, además de para poder trabajar con total libertad y, naturalmente, con absoluta responsabilidad. Son muchos los creadores —del israelí Ron Arad a la holandesa Hella Jongerius— que comenzaron montando sus propios talleres de autoproducción (la galería londinense One Off en el caso de Arad o el Jongerius Lab en el de la diseñadora holandesa) para realizar sus piezas de series limitadas antes de que el mercado decidiera si las necesitaba, si las quería o si podía encontrarles un hueco.

Así, con más determinación que dudas, es lógico que la vanguardia encuentre fuerza en la autoproducción: cuesta adivinar las posibilidades comerciales de productos que no se han visto nunca. El cambio, sin embargo, lo ofrecen los nuevos parámetros de juego. Ya no solo lo más rompedor busca su vía de existencia a partir de la implicación de los autores, con Internet, cada vez son más los creativos que se lanzan a fabricar y comercializar sus piezas. El de boca en boca, la información que ofrece la web y una nueva generación habituada a otro tipo de consumo han hecho posible la venta sin intermediarios a través de Internet.

Los arquitectos de Mecedorama rinden homenaje a lo hecho a mano

Así, no solo se lanzan a la autoproducción diseñadores noveles o vanguardistas, como Guillermo Trapiello y su proyecto Home Sweet Home, que pudo verse en CentroCentro, en Madrid. También sirve para profesionales sénior —como el estudio italo-barcelonés Lagranja, que ha comercializado su butaca Basic en la Red—, para proyectistas que se estrenan como empresarios, como Antxon Salvador y su único producto Brick Box (exporta el 80% de su producción), o proyectistas recién estrenados, como los arquitectos de Mecedorama, que fabrican, artesanalmente y a la carta, cada una de las mecedoras que sale de su estudio. Para todos ellos, la web se ha convertido en un mercado más real que virtual.

El caso de los arquitectos de Mecedorama rinde, además, homenaje a lo hecho a mano, a Rogelio, un artesano colombiano que fabrica mecedoras de zuncho trenzado (lo que aquí llamamos fleje para embalar). “Siguiendo la misma técnica del trenzado de palma, él fabrica todo tipo de objetos: desde armarios a bolsos o sillas”, explican Lys Villarba, María Mallo y Juanito Jones. Los tres arquitectos fundadores de Mecedorama sostienen que ejercen su profesión de muchas maneras y que su forma de trabajar y apostar por lo que, creen, es una actitud vital: “La forma de aportar lo mejor de cada uno a la sociedad”.

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