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DON LUIS, EL FANTASMA DE GÉNOVA / 28

Mariano se enfada. Dolores se explica

Arenas está totalmente recuperado. Le he pillado en la puerta de la bruja, escuchando por la cerradura

José María Izquierdo
fernando vicente

—No sé qué me tiene más harto, Luis, si la falta de memoria de mis examigos y compañeros -treinta años codo con codo, que se dice pronto, sobres incluidos, esos cobardes- o este abogado que me he echado, tú, que vaya plasta…

Ya sabía yo que lo de Arenas y Cascos no le iba a gustar al corpóreo —con lo de la bruja ya contábamos—, pero no dejó de sorprenderme lo del abogado…

—Es que ha estado aquí toda la mañana Pedro José… digo Liaño… que no sé por qué me equivoco todos los días, que en cuanto le veo, siempre cómo estás Pedro José, que me mira con una cara rara. Javier, me dice, me llamo Javier. Y me apellido Gómez de Liaño, recuerde. Javier Gómez de Liaño. Sea Pedro o sea Javier, el caso es que no hay quien lo aguante, Luis, venga que si fuere, que si proveídos, que si justiciables, que si un tal Carnelutti…

—Menos mal que Páez…

—… Es que Cristóbal ya se llevó una pasta más que gansa y en su momento ya le dije un par de cosas, que a ver qué dices, que hay gente que tiene muy mal perder, tú ya me entiendes... Pero bueno, todo sea por contemplar cómo se van enfrentando unos con otros… Ahora lo de los ordenadores, que si la bruja me los hubiera dado a mí, como pedí, a buenas horas encuentra nada el Ruz éste…

—Ya te digo… ahora te dejo Luis, que Mariano quiere hablar con Dolores…

—Lolita…

Malo.

—Hola, presidente, buenos días, cómo me gusta que me llames Lolita…

—Lo mismo que a mí las cositas que le vas contando al juez Ruz, bonita…

—Ya, sí, bueno, pero dime, ¿cómo estás por esas hermosas tierras galaicas, cuna, por ejemplo, de la muy insigne Rosalía..?

—Lolita…

—Y hasta un Nobel que dieron esas tierras, Iria Flavia, fíjate qué bello nombre…

—Lolita…

—Y eso por no hablar de Valle Inclán o la prosa mágica de Álvaro Cunqueiro o Torrente Ballester… Por cierto, qué grande la Saga/Fuga…

—Pues fíjate, Lolita, ya que hablas de fuga, cállate un momento y no huyas, que quiero que me cuentes aquello del acuerdo con el innombrable que le dijiste al juez… A ver, que no he acabado de entenderlo del todo...

—Bueno, no, verás, si yo solo le dije que aquel acuerdo de simulación de despido en diferido, que la fórmula, bueno no sé si tú la sabes bien, que yo ya la expliqué muy bien aquel día…

—Conmigo esa táctica no te sirve, criatura, que la inventé yo. Puedes estar horas dando vueltas, que aquí me tienes, esperando a que me respondas…

—Bueno, pues, le dije, bueno, le sugerí, más bien le apunté…

—¿Y qué fue lo que le dijiste, sugeriste o apuntaste al buen juez Ruz, Lolita?

—Pues que ArenasytúhabíaispactadoconBárcenaslafórmuladeldespidodiferidoelcocheeldespachoyesoyqueyonosabíanada… Ufffff!

—Ya, sí, bueno, eso me habían dicho…

—Pero enseguida declaré que mi presidente era la persona más honrada de España, qué digo España, Europa, qué Europa, el mundo entero…

—Calla, Dolores, calla. ¿Acaso no viste a Javier Arenas cómo sufrió el pobre ese terrible ataque de amnesia el día antes de tu comparecencia? ¿Es que no era evidente lo que tenías que decir? ¿Cómo voy a pactar con nadie, y máxime con un tío que se lo ha llevado crudo a Suiza? Más que nada, porque yo soy el presidente del Gobierno, que no sé si te has dado cuenta, que luego soy yo el que va al Congreso y quedo como La Chata…

—Bueno, tampoco es para ponerse así, que tú sales bien de estas cosas… fíjate lo de los hilillos de plastilina, aquello sí que fue un ejemplo…

—Ya, ya, tú ahora hazme la pelota, pero tengo al grupo de los veteranos que quieren hacer no sé qué cosa con tu coleta, me han dicho, sugerido, apuntado…, que ya les he dicho yo que deben tenerte un poco de respeto, que para eso eres la secretaria general del partido. Todavía, les he dicho. Y antes de colgar también les he dicho eso de bueno, secretaria general… o no.

Se lo conté enseguida al corpóreo, que se puso muy contento.

—Las cosas marchan, Luis. Ahora tienes que forzar la máquina, que para eso estás donde estás. Por cierto, ¿cómo lleva Arenas ese horrible ataque de amnesia?

—Pues imagínate, Luis, totalmente recuperado… Le he pillado en la puerta de la bruja, escuchando por la cerradura la conversación con Mariano, que ya sabía él que iba a llamar, porque fue quien se chivó al presidente. Ha estado toda la mañana con Esperanza…

—¿Con Esperanza, dices? Esto va bien, esto va aún mejor de lo que esperaba… Voy a decírselo a mis chicos… Y tú, hazme el favor de aprender ya a aparecerte, que estamos a un paso del asalto final…

(Allá arriba, entre las brumas asturianas, Cascos, desesperado, seguía la discusión con el paisanín. Usted dirá lo que quiera, pero a mí no me consta nada de eso que usted dice de los salmones… Pero hombre, don Francisco, qué disgusto, no me diga eso… Si pesó 4,4 kilos y yo le puse el cebo natural, que fue en el coto Arenas… ¡¡¡Calle usted, hombre, calle usted!!!... Sí, en el Narcea... ¡¡¡No me acuerdo, me oye, no me acuerdo!!! ¡¡¡Y tampoco me consta, me entiende, le he dicho que no me consta!!!).

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