_
_
_
_

La Marina varada entre montañas

El sanatorio militar de Los Molinos (Madrid) fue primero un centro para tuberculosos y luego un hospital de lujo

Patricia Peiró
Unos pájaros revolotean en los pisos superiores.
Unos pájaros revolotean en los pisos superiores.Carlos Rosillo

El aire de la sierra de Madrid dejó de ser en 2002 suficiente excusa para mantener abierto un complejo clínico compuesto por seis edificios, en el que había 120 camas y donde el personal terminó por ser más numeroso que los pacientes. La pureza del entorno fue lo que llevó en 1943 a la Marina a levantar en Los Molinos (Madrid) este sanatorio para tuberculosos. El paso de los saqueadores ha dejado escasos recuerdos del lujo que un día envolvió al hospital de Marina, pero gracias a pequeños restos de mármol, madera y retales de cortinas que han sobrevivido, el visitante aún puede recomponer la lustrosa imagen que la clínica ofreció durante su medio siglo de existencia.

El hospital abrió sus puertas en la época en que aún se internaba y aislaba a los aquejados por tuberculosis. Hasta el sanatorio de Los Molinos llegaban militares de toda España a los que los especialistas consideraban que la limpieza del aire favorecía en su recuperación. Cuando los avances científicos determinaron que estos pacientes no necesitaban permanecer internos, la idea para la que se había diseñado el sanatorio perdió sentido y se especializó en neumología.

Juan Pablo González, desde 2011 alcalde socialista de este pueblo de casi 5.000 habitantes que en verano se multiplican por tres, recuerda sus visitas al hospital cuando era niño. La Marina acordó con el municipio que daría servicios de atención primaria y urgencias a los habitantes de la localidad a cambio de la cesión del terreno. En su última etapa, la clínica se fue vaciando y el complejo acabó estando sobredimensionado para la cantidad de personas a las que atendía, asegura Domínguez.

Tras su clausura el centro quedó prácticamente sin vigilancia, explica el regidor, y fue en ese periodo en el que se convirtió en blanco del vandalismo y el pillaje. El sistema de calefacción y refrigeración instalado apenas seis meses antes del cierre de la clínica era un suculento pastel para los ladrones. El dato de que las instalaciones fueran remodeladas poco antes de su clausura da idea de lo precipitado de su cierre. “No se lo esperaba nadie”, coincide el regidor.

Datos y fechas

  • 1943. El sanatorio abre sus puertas como clínica de tuberculosos pero pronto se convierte en un hospital especializado en neumología.
  • 1991. Se instalan los dos quirófanos.
  • 2002. Defensa lo clausura porque está infrautilizado.

Con el edificio cerrado, algunos se han empeñado en buscar fenómenos paranormales entre sus paredes. Internet está plagada de rumores que presentan el antiguo hospital como una casa encantada. Aficionados a lo mágico y lo morboso han entrado al sanatorio para cubrir los muros de pintadas que invocan al demonio y avisan de la presencia del espíritu de una niña que recorre los pasillos desiertos.

Las bañeras han desaparecido de las habitaciones individuales, todas salvo una, que descansa en un lugar tan improbable como la capilla. En la última planta, el suelo de la estancia que albergó la farmacia ha quedado cubierto por documentos con los pedidos de suministros. Nadie se encargó de guardar todo este material cuando el personal abandonó el edificio para ser reubicado en otros hospitales.

Una lámpara de quirófano sin bombillas es el único testigo de lo que fueron dos salas de cirugía que se habilitaron casi al final de la existencia del hospital, en los años 90. Mariano Hernández, vecino de Los Molinos, de 84 años, pasó casi 40 años trabajando como encargado de mantenimiento. Vio pasar a 27 directores. “Estaba todo limpísimo, porque lo llevaban las monjas y ya se sabe que ellas en cuestiones de limpieza mandan mucho”, bromea.

Las instalaciones, propiedad del Ministerio de Defensa, han sido objeto ya de tres subastas, en las que se ha ido rebajando su precio desde los 14 hasta los 8 millones con la esperanza de encontrar un comprador. El edificio continúa a la venta y el Ayuntamiento, como responsable de su custodia y mantenimiento, está abierto a propuestas sobre su utilización. “Las opciones son rehabilitarlo para que vuelva a funcionar como hospital o bien negociar con nosotros un nuevo proyecto, porque habría que modificar el uso del suelo”, explica el alcalde con pocas esperanzas de volver a ver el sanatorio con vida. En 2005, hubo un proyecto sobre la mesa para construir cien viviendas y dependencias municipales, pero Defensa y el consistorio nunca lo ejecutaron.

Este año el único uso que han tenido las instalaciones son unas prácticas de los bomberos. No hay más actividades programadas. El hospital de Marina seguirá esperando un proyecto que lo resucite.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_