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El dibujante más bestia de China

Ca Zhuxi es la cabeza visible de una ola de ilustradores clandestinos que sacude la moral del país asiático

Sobre estas líneas, una de las ilustraciones de Ca Zhuxi, en la que la imaginería comunista se mezcla con referentes venidos de Occidente, como las películas de zombis.
Sobre estas líneas, una de las ilustraciones de Ca Zhuxi, en la que la imaginería comunista se mezcla con referentes venidos de Occidente, como las películas de zombis.

Ca Zhuxi es un friki de manual. La planta baja del dúplex en el que vive, al noreste de Pekín, está poblada por cientos de seres fantásticos que así lo certifican. Hay sitio para casi todos: desde los personajes de La guerra de las Galaxias, hasta Godzilla, pasando por Mazinger Z. Mejor, así queda bien claro de dónde le viene la inspiración a uno de los dibujantes de cómics mas irreverentes de China. Pero hay que subir a la segunda planta para entender el porqué de su brutal estilo, que combina sexo y violencia sin pudor alguno y como jamás antes se había visto en el gigante asiático.

Una de las paredes de su oficina-estudio-dormitorio está completamente forrada de cómics manga importados directamente de Japón. Los hay de todos los tipos: pornográficos, violentos, y hasta kawaii. “Me encanta la brutalidad que exudan. Representan la cara oscura de una sociedad hermética, lastrada por férreas convenciones sociales, y son una válvula de escape para toda esa represión”. Él busca hacer algo parecido en China. Y lo ha conseguido. Su obra es ya objeto de culto. “Lógicamente, con esta temática sólo puedo publicar mis cómics y mis novelas gráficas de forma ilegal. Pero no me importa, porque mil ejemplares vendidos por canales alternativos reportan los mismos beneficios que si se colocan 60.000 por canales tradicionales”.

Además, en un mercado como el chino, que todavía está en pañales, no hay muchas alternativas. “Gracias a redes sociales como Weibo vemos que hay un público interesado en muchos estilos diferentes de cómic, pero tiene que comprarlo fuera porque en China apenas hay oferta. Tampoco hay muchos autores locales, ya que no se trata de un arte que dé grandes beneficios, y los creadores chinos sobre todo se mueven por dinero”.

El dibujante, en su casa-estudio del noroeste de Pekín.
El dibujante, en su casa-estudio del noroeste de Pekín.ZIGOR ALDAMA

Es evidente que a Ca no le gusta el rumbo que está tomando su país. “Ahora la juventud piensa demasiado en el futuro. Me gustaría que surgiera un movimiento como el de los hippies, que resultó muy liberador. Pero me temo que hacen falta más turbulencias sociales para eso. Un crash del país, por ejemplo, podría ser muy purificador. Porque ahora mismo el capitalismo ha provocado ese vacío moral que trato de reflejar en mis ilustraciones”.

La mayoría de libros que publica no tienen un hilo narrativo. Son balazos de una página con un breve texto al pie. Dibujos abigarrados en los que hay espacio para todos los personajes que habitan en su casa. Y para alguno más también: hasta el busto de Mao Zedong tiene cabida. No obstante, Ca, seudónimo de Zhang Shihao, se apresura a subrayar que sus historias no tienen contenido político alguno. “No he tenido nunca problemas con la censura porque todas mis obras se venden en círculos alternativos y porque no toco al Partido —Comunista— ni al Gobierno. Los chinos cada vez somos más tolerantes con el sexo y la violencia, pero todos los artistas sabemos dónde está la línea roja”.

Y esa es mejor no cruzarla. Aunque Ca asegura que si le dieran a elegir entre presionar un botón para convertirse en un funcionario o apretar otro para matar a todos los oficiales del Gobierno escogería el segundo, en sus dibujos prefiere arremeter contra la sociedad. “Quiero provocar sensaciones fuertes, que el lector entre en estado de shock con mis dibujos. Que despierte del letargo en el que está sumida nuestra sociedad”. Y vaya si lo consigue. Los chinos abren sus libros y se quedan sin palabras ante su orgía de sangre, vísceras y semen: dos esqueletos en los que solo queda la carne de sus genitales practican sexo salvaje, una colegiala es desvestida y humillada por sus propias compañeras; un ave carroñera caza se lleva a la paloma de la paz.

Los dibujos de Ca son tan directos como sus palabras. “Lo importante es que el mensaje sea tan claro que no dé lugar a diferentes interpretaciones. Es muy obvio lo que quiero decir, pero en la narración dejo mucho abierto a la imaginación. Pongo la semilla de una historia, una idea y unos personajes, y luego el lector puede continuarla en su cabeza como quiera. Pero lo importante es que, además de entretenerle, le haga reflexionar”.

Y Ca consigue su objetivo con un estilo inconfundible. "Mezclo la estética china de los años 80 con elementos estéticos de Japón, Estados Unidos y Europa. Gracias a Internet, ahora tenemos acceso a lo que se hace en todo el mundo, y a mí me gusta meter en una coctelera todo lo que encuentro. El resultado es un caos muy representativo de lo que es China hoy. Porque no existe ya la cultura china. Desde la Revolución Cultural todo ha sido una bazofia, y no creo que en la próximas décadas podamos encontrar algo que la sustituya”.

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