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DON LUIS, EL FANTASMA DE GÉNOVA / 16

De nuevo el agente C-169

Con los recortes de Montoro, el hombre anda como anda, que se tiene que pagar las lupas y hasta los disfraces

José María Izquierdo
FERNANDO VICENTE

Ave María Purísima, dijo el ministro Jorge Fernández-Díaz.

—¡¡¡Ave María Purísima!!!, respondieron el comandante Recio, el cabo Fuertes, los quinientos antidisturbios, las diez lecheras y los tres cañones de agua.

—¿Han llegado ya los jefes de la casa?

—Pues no, señor ministro, no. El presidente ha dicho que avisen a María Dolores, que éstas son cosas de intendencia. Pero claro, como estamos de vacaciones… Hay un señor ahí fuera que dice que es muy jefe y que si le necesitan que está a la disposición de ustedes. Lleva una corbata tremenda y dice que se llama Forlán, o Soriano, o algo así…

—Deje, deje, dígale que no se preocupe, que uno es un santo, pero lo de aguantar a Floriano…

—Ave María Purísima, dijo Ignacio Cosidó, el director general de la Policía.

—¡¡¡Ave María Purísima!!!, respondieron todos de nuevo.

—Basta, comandante, basta. Diga a los sufridos agentes, incluso a su impedimenta, que no hace falta que nos muestren su gozo cada vez que saludamos el director general o yo mismo…

—…Es que estaba en unos ejercicios espirituales aquí cerca, siguió Cosidó, y como me han dicho que era cosa de Rubalcaba, he pensado eso es por el Faisán, y ya sabe el señor ministro que tratándose del Faisán…

—Ave María Purísima, saludó Alberto Ruiz Gallardón, el ministro de Justicia.

—¡¡¡ Ave…!!!

-¡Silencio en la tropa!, clamó el comandante Recio antes de que se precipitaran a responder los quinientos agentes…

—Es que como vivo aquí cerca… No sé, Jorge, si crees que hay algún vacío de poder en el partido, yo mismo puedo sacrificarme y ocupar el despacho de la séptima planta, que en estos momentos tan duros para esta España que tanto queremos…

—Comandante, gritó el cabo Fuertes, aquí llega Dolores de Cospedal…

—¡¡¡Qué alegría verte, Dolores!!!, dijo Gallardón, le estaba diciendo yo al compañero Jorge, que menos mal que tú estabas a cargo de todo esto, que es la garantía de una solución rápida y eficiente a cualquier problema que nos afecte...

—Vale, Alberto, vale. Ministro, el parte, dijo Dolores, que venía con ese humor que se imaginan después de que le estropearan las vacaciones, con lo ricamente que se estaba en Guadalmina.

Cospedal no salía de su asombro mientras Jorge Fernández le contaba el incidente. Miraba el despacho una y otra vez sin acabar de entender qué es lo que pudo ocurrir.

—A ver, vuelva a ponerme la cinta, decía…

—Es que es Alfredo, no hay duda. Si le tendré oído… Alguien ha metido una cinta suya… ¡en mi propio despacho! ¿Ya han hecho todas las investigaciones pertinentes, comandante?

—Naturalmente, secretaria general. Pero lamento decir que sin éxito…

Aquello, la verdad, era todo un espectáculo, que seguirlo en primera línea no se pagaba con dinero. Bueno, depende de cuánto dinero, que sí, que uno es muy desprendido, pero… Ya sabía yo que el plan iba a dar resultado. Ahora tenía que mantener la tensión durante algunos días para que se entendiera que aquello iba a seguir hasta que lo solucionara definitivamente. Así que me salí al pasillo y empecé a gritar, ahora ya con voz de Elena Valenciano:

—¡A la bí, a la bá, a la bimbombá, Rubalcaba, Rubalcaba, y nadie más! ¡Rubalcaba es cojonudo, como Rubalcaba no hay ninguno!

Y luego:

—¡Arriba, parias de la tierra, en pie, famélica legión…!

Que así iba yo con aquel abrigo, como un pobre. No me dio tiempo a más, que enseguida salieron todos al pasillo, atropellándose en la puerta y con la cara demudada.

—¡Guardias, guardias!, gritaba el ministro.

—¡Jesús, María y José!, decía Cosidó.

—¡Jesús, Jesús!, recitaba Gallardón.

—¡Panda de inútiles!, musitaba Cospedal.

—Señora secretaria general, dijo el ministro con tono de ministro. Llegados a este punto, solo se me ocurre volver a requerir los servicios del agente C-169, aquel agente secreto, pero que muy secreto, que tan buenos resultados nos dio para descubrir al autor del intento de asesinato del presidente el verano pasado…

—¿Y estará disponible?

—Seguro que para usted y el partido lo estará. Bueno, y más si le damos algunos dinerillos, que con los recortes de Montoro, el hombre anda como anda, que se tiene que pagar las lupas, los espectómetros, y hasta los disfraces, que ya me dijo el otro día…

—Vale, Jorge, vale, que venga.

—¡A las órdenes de su excelencia, mi secretaria general, no quedará defraudada! Me pongo a resolver este inextricable caso, pero aquí le dejo mi tarjeta, Sinnombre's, Reparaciones y Mantenimiento del Hogar y Negocio, por si tiene alguna chapucilla en alguna secretaría provincial, que con esto de los recortes…

No me dio ningún miedo el agente C-169, que él estaba acostumbrado a lo corpóreo, y en esto de los fantasmas yo le sacaba mucho trecho…

Fue mencionar el corpóreo, y se conectó justo en ese momento…

—… A ver, Luis, necesitaría otras quinientas camisas más, pero ahora de vestir, que estoy yo montando una cosa aquí de economato paralelo, que es lo que le he dicho al baranda, privaticemos, señor director, privaticemos, como diría el ministro Guindos, una cabeza privilegiada, liberemos al Estado de esta pesada carga de la administración carcelaria… Tengo yo un amigo, le dije, que además usted conoce porque ha estado también por aquí… Paco se llama, Correa, sí… que con una concesión por cinco años…

—Para Luis, para, que ya he conseguido que regrese la bruja, que el plan va a seguir adelante…

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