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OBITUARIO

Mick Farren, alma del ‘underground’ británico

Periodista, novelista y cantante, murió durante una actuación en Londres

Diego A. Manrique
Mick Farren, rerente de la contracultura británica, en 1970.
Mick Farren, rerente de la contracultura británica, en 1970.KEITH MORRIS (GETTY)

Tenía que ser así, épico y patético. Michael Anthony Farren murió con las botas puestas. Estaba cantando con su grupo de toda la vida, los Deviants, cuando se desplomó en el escenario del club Borderline, en Londres; había sufrido un infarto y no pudo ser reanimado. Ocurrió el sábado 27 de julio. Exacto: al día siguiente de que Mick Jagger cumpliera los 70 años. Farren pertenecía a la misma generación —tenía 69 años— pero ya había avisado que no felicitaría a Jagger. Según él, era un traidor a la contracultura, “el equivalente a Fredo Corleone en El padrino”.

Farren no era “un turista en la revolución”, cómo definió al cantante de los Rolling Stones. De alguna manera, hoy la eclosión del underground forma parte de la crónica de los prodigiosos años sesenta, obviando que el nuevo movimiento encontró una rotunda oposición por parte del establishment británico. Ninguna broma, como recuerda incluso Jagger. Farren fue acusado de obscenidad por editar Nasty Tales, un tebeo que publicaba material de Robert Crumb, Gilbert Shelton o Spain Rodríguez, junto a dibujantes locales. Aunque fue declarado inocente, los gastos de la defensa acabaron con la revista.

Similar destino correría la publicación matriz, el periódico quincenal International Times, alias IT. Resulta extraordinario que Farren se librara de la inquina policial: era uno de los personajes más llamativos del mundillo underground londinense, con su peinado afro, gafas oscuras y su chamarra de motorista (más adelante, escribiría una historia exhaustiva de esa prenda, The black leather jacket, luego convertido en documental televisivo con locución de Dennis Hopper).

Y eso que Farren era altamente vulnerable. Con Lemmy Kilminster, fundador de Motörhead, compartía trapicheos de anfetaminas (en su momento, también firmó un libro al respecto, Speed-speed-speedfreak: a fast history of amphetamine). Pudo muy bien ocurrir que la policía le considerara un peso pesado político, con su empeño en establecer la rama inglesa del White Panthers Party, aquella ocurrencia de los radicalizados freaks de Detroit. Sometido a vigilancia, no cuadraba que Farren se enfrentara constantemente con los grupúsculos trostkistas y maoistas que intentaban pescar en el caladero de la contracultura. En realidad, su ideario pasaba por unificar los distintos fenómenos de rebeldía, desde los rockeros de los cincuenta a los jipis de los sesenta, sin olvidar al contingente beat o excrecencias tipo Ángeles del Infierno.

Reciclado como periodista musical en el semanario NME, publicó en 1976 una celebrada filípica titulada El Titanic zarpa al amanecer, que denunciaba la bancarrota musical y moral de las superestrellas surgidas en los sesenta, proporcionando combustible ideológico a la insurgencia punk, entonces apenas visible. Se podría afirmar que su intermitente proyecto musical, The Deviants, inicialmente The Social Deviants, eran punkis avant la lettre, con su sonido elemental y vocación provocadora.

En contra del tópico, Farren demostró tener una férrea ética del trabajo y gustos caros: “lo mío es el whisky de doce años, no cualquier matarratas”. Escribió docenas de novelas, entre lo gótico y el ciberpunk. Su particular trayectoria le daba credibilidad como historiador de los márgenes, con abundantes tomos especulativos sobre Elvis Presley, la contracultura o las actividades de la CIA y organizaciones similares. También publicó una autobiografía, Give the anarchist a cigarette.

En los ochenta se trasladó a Estados Unidos, estableciéndose en Nueva York y luego en Los Ángeles; diferentes revistas aprovecharon tanto su talento para la polémica como sus buenos contactos en la denominada izquierda psicodélica. Sin embargo, su mala salud le hizo volver recientemente al Reino Unido, donde sí tenía cobertura médica. Se movía en silla de ruedas y con una botella de oxígeno pero, ah, se ponía en pie para actuar con sus viejos amigos.

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