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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Todos contra Elvis Costello en el Festival de Jazz de San Sebastián

Carla Bley y Steve Swallow interpretaron su minimalismo en la Trinidad El público abarrota los conciertes, pese a la lluvia

Un momento de la actuación del quintento de Steve Swallow.
Un momento de la actuación del quintento de Steve Swallow.Javier Etxezarreta (EFE)

Imagine el lector por un momento que es músico de jazz, y le han contratado para interpretar su música en el Festival de Jazz de San Sebastián y, cuando llega allí, se encuentra con que ese mismo día, y a la misma hora, va a actuar Elvis Costello (hoy lo hará en el Circo Price de Madrid) de forma gratuita a dos pasos de donde va a estar usted. Y, encima, va y se pone a llover. Como para coger los bártulos y volverse al pueblo. Por suerte, esto es San Sebastián, y aquí la gente va al jazz así truene y sin importarle lo que esté sucediendo en ningún otro lugar que no sea la plaza de la Trinidad, la Trini para los amigos, escenario privilegiado del festival desde sus lejanos comienzos.

Jorge Pardo y su Big Band tocaron su último disco, 'Huellas'

Luego, que Jorge Pardo no iba a soltar la presa tan fácilmente. Para el madrileño, el concierto señalaba su regreso a un escenario que no pisaba desde que, siendo un chaval, participó en el concurso de aficionados tocando free.“Aunque no soy muy dado a estas cosas”, confesaba a EL PAÍS momentos antes del concierto, “debo reconocer que estoy emocionado”. De aquellos Orgón, con los que actuó entonces, a esta XL Big Band, con la que se presentó el jueves, va una vida, la del protagonista de la jornada, en su devenir entre escenarios y estilos hasta ser reconocido como “el mejor músico de jazz europeo de 2012” sin ser un músico de jazz, o eso dice él.

Da igual que esté la Trini abarrotada pese a la lluvia y la competencia como en el último garito de su Mojácar de adopción, Jorge siempre parece sentirse como en casa y esta es, posiblemente, su mayor virtud. Con XL toca la música de su último disco, Huellas, con los arreglos para big band que le han escrito otros, y la solvencia que le proporciona David Pastor dirigiendo el cotarro.

El espectáculo funciona en su largura cercana a las dos horas y media, que el personal aguantó a pie firme gracias a los plásticos que la organización tiene a bien distribuir en casos de lluvia, los populares “preservativos”. Habrá quien le guste más el Jorge intimista talla S y quién le prefiera en la versión para adultos sin reparos. Ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito.

Agustí Fernandéz y su 'Aurora trío' actuaron en San Telmo

La noche en la Trini había arrancado con el órgano entre litúrgico y metafísico de Carla Bley, junto a su pareja de hecho, el contrabajista Steve Swallow, interpretando esa música extraña de tonos mate que suelen interpretar estos dos y que parece ser la quintaesencia de algo que nadie sabe lo que es. Hay quien lo llama “jazz mininimalista”. Momentos hay, como sucedió en el solo (extraordinario, por demás) de Jorge Rossy, en que uno se pregunta si hay alguien realmente tocando la batería, o si alguien está tocando algo, o esos que pasan por músicos son, en realidad, una troupe de mimos que hacen las veces, de tan bajo que tocan.

Es lo que tiene la (pos)modernidad, que a la que uno se descuida, le sueltan un blues “deconstruido”, y allá te las compongas. No por extraño, el concierto dejó de resultar una delicia. Luego, se hizo reconocimiento a la labor desarrollada por Cuadernos de jazz y su director, Raúl Mao, fallecido a comienzos de año. Hubo entrega de la correspondiente placa a su viuda, María Antonia García, y alguna que otra lágrima apenas reprimida. Por suerte, aún nos quedaba la guinda del pastel, con el concierto del pianista Agustí Fernández y su Aurora Trío en el claustro del convento de San Telmo programado para las 23.59, ni un minuto más, ni uno menos. Próximos a su tercer disco, los miembros del extraordinario trío —el propio Fernández, al piano; Barry Guy, al contrabajo; y Ramón López, a la batería— dieron forman a una música de seda, libre y hermosa, majestuosa y triste o, simplemente, actual. En La niña de la calle Ibiza suenan como una versión mejorada del trío de Keith Jarrett.

Anoche, la belleza sobrecogedora de la música de Aurora se tiñó de un tono melancólico, producto de la lluvia incesante y el marco auténticamente incomparable. Elvis Costello… ¿quién se acuerda de él?

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