“Da la sensación de que la corrupción ha de ser legalizada”
'No es lo que parece', la última novela de José Sanclemente, es una reflexión sobre los límites de la ética política
El restaurante de las Letras, en la calle Gran Vía, de Madrid, por la mañana, es un festín de luminosidad. Pese a ello, el periodista y escritor José Sanclemente (Barcelona, 1957) elige una mesa situada en la penumbra para hablar de su última novela, No es lo que parece (Roca Editorial), muy adecuado para un escritor de novela negra. El autor, que reconoce no ser lector habitual de este género, es exactamente lo que parece a primera vista. Un hombre afable que se siente cómodo hablando ante los medios de comunicación. Visualmente se asemeja al arquetipo de editor que uno imagina en su despacho envuelto en pilas de libros que la mayoría no ha leído. Pese a ese halo clásico que le envuelve, es inquietante el dominio que tienen los personajes que crea de las redes sociales, reflejo de su propio conocimiento en las nuevas (ya no tan nuevas) tecnologías. Hasta la más secundaria de sus creaciones domina con inusual naturalidad cualquier aplicación.
La novela es el último trabajo del escritor catalán. El calificativo de escritor viene tras un debate con el autor sobre por qué rol prefiere ser reconocido. Sanclemente, además es economista, periodista y editor. Aunque el relato no pretende ser una secuela, no hay una continuidad entre este libro y su antecesor Tienes que contarlo (Roca Editorial) el autor se sirve, una vez más, de la periodista Leire Castelló y el inspector Julián Ortega para contar la historia. El hilo argumental de la primera novela hace eco en las relaciones entre el periodismo y las redes sociales, retratando la decadencia del oficio. En esta obra, sin embargo, el escritor plantea, con una detallada radiografía sobre la realidad de la sociedad española como telón de fondo, si la corrupción política y económica son necesarias para mantener la esencia del sistema.
El escritor plantea si la corrupción política y económica son necesarias para mantener la esencia del sistema.
“Yo quisiera pensar que no, pero el personaje lo dice y se lo cree. Considero que hay bastante gente que está convencida de ello y que además actúa en consecuencia”. El autor reflexiona sobre sus propios paradigmas: “Da la sensación de que la corrupción tenga que ser legalizada. Legitimada en cierta medida para que las cosas importantes del sistema no cambien”. En un marco social con tantos frentes legales abiertos: Las preferentes, el caso Bárcenas o los ERE fraudulentos de Andalucía, parece inevitable preguntarse, a medida que día a día fluye la información, qué más queda por descubrir y si lo que no sabemos, como en la novela, responde a intereses ocultos que impiden que se descubra la verdad.
Para José Sanclemente es complicado ser periodista en los tiempos que corren, aunque matiza que “es más difícil llegar a la verdad desde los medios de comunicación. Estos, como cualquier empresa, por culpa de la crisis, lo están pasando mal. Cada vez son menos independientes y por tanto encorsetan más al periodista”. Otro de los motivos que expone el autor es la falta de recursos de las grandes grupos de información. “La reducción de plantilla en las empresas periodísticas hace que sea más difícil llegar a la verdad”.
Para Sanclemente es el propio periodista su mayor enemigo y plantea lo que a su juicio ha sido un cambio de paradigma a partir del 15-M. “Este pude ser un movimiento en que puedes estar de acuerdo o no, pero el lema no nos representan no solo lo exhiben contra los políticos o contra los financieros, también contra los periodistas”. Asimismo, el autor de No es lo que parece alerta sobre un abandono de la identidad del profesional de la información, para quein su misión principal no es la de estar al lado del poder sino servir de contrafuerte contra los que ostentan los altos cargos.
El escritor va más allá en sus conclusiones y añade que en la actual coyuntura “el periodismo parece innecesario”. El principal motivo que expone Sanclemente es la incapacidad de los medios para adaptarse a las necesidades de los lectores. “Creo que las empresas periodísticas hemos estado lentas. El periodista se ha acomodado. Ahora le toca a una nueva generación vivir, con dificultades, el desarrollo de su trabajo. Pero hay que reconocer que hace diez o quince años los periodistas vivían muy bien”.
Esta nueva generación queda reflejada en la figura de Raul Viedma, jefe de producción de Leire y becario "de gran experiencia". Este personaje se convierte en abanderado de sus coetáneos de profesión y le sirve al autor para contar una anécdota sucedida el año pasado en unos cursos a los que acudió como invitado: "Fui a unas charlas sobre periodismo. Al acabar se me acercó una periodista. Era una chica joven, creo que alemana. Necesitaba créditos para la Universidad, para el plan Bolonia, y se me acercó a pedir trabajo. Me dijo que la única condición era que no quería cobrar pero que tampoco quería pagar, porque había estado en un medio en el que tenía que hacerlo para conseguir los créditos y hacerse un currículum". Además de la, obvia, falta de motivación que causa esa situación el autor añade que "ya no hay formación porque el becario viene a suplir el trabajo de un empleado que han echado y que cobraba mucho más dinero".
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